Comerciantes de las Ferias: Un Estilo de Vida

15 Julio 2007
Se dice que los comerciantes abren tarde y cierran puntualmente y que por lo mismo las ventas son muy malas y desmotivantes... ¿son unos flojos o es nuestro característico sistema de atención? Aquí algunas historias para entenderlos mejor.
Constanza Ilabaca >
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Arica es una ciudad climáticamente turística, pero socialmente se cuestiona mucho sí lo es. Incluso se especula que los mismos ciudadanos espantan al turismo, sobre todo por las cosas que se critican principalmente, que son la limpieza y el cuidado de la ciudad y el funcionamiento del comercio.
Se dice que los comerciantes abren tarde y cierran puntualmente, que son flojos y que por lo mismo las ventas son muy malas y desmotivantes.
En el comercio de esta ciudad se puede adquirir fácilmente todo tipo de artículos al detalle y a precios más bajos que en el resto del país, ya que somos Zona Franca de extensión y estamos entre Iquique y Tacna-Perú, ambas ciudades que funcionan bajo el régimen de Zona Franca.
En Arica no existen grandes malls como en Iquique, Antofagasta o más al sur. Sólo hay uno o dos centros comerciales pequeños y contamos con unas pocas “grandes tiendas” como Dijon, Tricot, Corona o Jhonson\'s. El resto del comercio son ferias o locales comerciales pequeños de electrodomésticos, ropas y artículos importados y el boom de las tiendas de ropa americana usada.
Pero ¿cómo subsisten y se mantienen en el tiempo estas ferias, como Las Palmeras y la Feria Dominical, que compiten fuertemente con las grandes tiendas?.
Feria Las Palmeras.
Es una de las ferias principales de la ciudad, para muchos el “Mall” de Arica, donde se puede adquirir prendas de vestir nacionales e importadas generalmente de Perú o Bolivia. Además, podrán encontrar electrodomésticos, CD de música y películas (pirateados), cuadernos, cuadros, juguetes, artículos de perfumería, etc.
Funciona en un terreno arrendado a un conocido empresario de la ciudad, don Jorge Soto y a su vez es subarrendado por la administración de la feria a cada locatario. Los puestos son de 4 metros cuadrados, lo que es un espacio físico bastante reducido, por lo cual, generalmente los comerciantes deben arrendar 2 locales, a $40.000 cada local, además de un gasto común de $ 15.000 para mantención del aseo, agua, luz y guardias de la feria.
Feria Dominical.
Se instala cada domingo a lo largo de la calle Chacabuco, donde mayormente participan comerciantes de todas las ferias establecidas en el centro y que juntos forman una gran feria al aire libre. Para instalarse legalmente en ella (porque también trabajan muchos vendedores ambulantes), se debe cancelar cada domingo un permiso municipal de $2.500. A esto deben sumarle el costo del flete para transportar temprano las mercaderías desde sus locales permanentes a la Feria Dominical, con un costo de $3.000 cada domingo.
Comerciantes
La señora Ana, del local 182 de Las Palmeras, junto a su marido, jubilado del Ejército, mantiene un local de ropa nacional femenina. Ella se ha dedicado al comercio desde joven, con el apoyo de él y de toda su familia. Los domingos trabajan juntos en la Feria Dominical y en la semana lo hacen en el local de Las Palmeras, o sea, trabajan todos los días de la semana. Reconocen que Las Palmeras es como su casa, ya que pasan todo el día en ella, atendiendo clientes y potenciales compradores, conversando con los vecinos y acompañándose con un pequeño televisor en el cual solo pueden ver los canales nacionales.
Llegan entre las 9 ó 10 de la mañana para poner su local en orden y estar dispuestos para atender a los clientes. Si bien están casi todo el día sentados en su negocio, evitando los robos de mercadería que nunca faltan, siempre están a la espera de un potencial comprador.
Por su experiencia, ya saben como tratar a los clientes y saben detectar oportunamente a los “amigos de lo ajeno”. Trabajan de corrido, ya que no es fácil armar y desarmar su mostrador 2 veces al día, así es que les llevan almuerzo de la casa o consumen alimentos en el casino de la feria, donde encuentran una buena y barata alternativa para comer. Se quedan trabajando hasta eso de las 10 de la noche con atención a publico, para después cerrar y cuadrar las ventas. Llegan de vuelta a su casa casi a las 11de la noche, así es que es en su local donde transcurre la mayor parte de su día y donde, según me explican, con comodidades básicas como comida, televisión, baño, agua, luz y teléfono, su vida se desarrolla sin mayores sobresaltos.
Dicen que, como la mayoría de sus colegas comerciantes son peruanos y bolivianos, en la feria no conviene expresarse mal de los países vecinos porque “uno nunca sabe con quién se puede topar”.
Competencia en el comercio
La feria Las Palmeras consta de 236 locales. Su vecina, la feria Las Palmeritas, tiene unos 100 locales más.
En la manzana comprendida entre las calles Velásquez, Maipú, Prat y 18 de Septiembre, teóricamente hay más de 300 comerciantes, donde casi todos venden los mismos artículos y a precios similares. Además, tienen que competir muy duro con las grandes tiendas comerciales, como Tricot o Jhonson, debido a que ellos venden con cómodas cuotas mensuales y en las ferias las ventas son todas “cash”. Por ejemplo, donde se libra una gran competencia es en la época del comienzo del año escolar, donde las tiendas de cadenas nacionales arman un “combo” de pantalón, zapatos y camisas, donde la camisa sale prácticamente gratis. “Nosotros las hemos ido a mirar y son otra cosa, la calidad no es la misma. Por esto las ventas y la mantención de nuestra fuente de trabajo e ingresos se han puesto muy difícil. Las cosas ya no son como antes, que de verdad vendíamos. Tú ves, son las 3 de la tarde y la gente solo se ha acercado a preguntar precios, pero aún no realizamos ninguna venta”.
Las comerciantes de locales cercanos también confiesan haber estado toda la mañana sin vender ningún artículo. “Acá engordamos más, porque pasamos casi todo el día de brazos cruzados y viendo tele. Es más lo que se come que lo que se vende”.

Mientras la señora Ana disfruta un rico almuerzo traído desde su casa, nos cuenta que cuando no alcanza a cocinar ella misma para el día siguiente, compra el almuerzo del casino de la feria que consta, a modo de ejemplo, de una chuleta con arroz y papas fritas, una ensalada surtida y un pan, por la módica suma de $900. Si desean un postre, a una determinada hora comienzan a aparecer señoras que venden babaroas, flanes y gelatinas, también muy económicos. Y a la hora del té, por unos $200 o $300 se pueden comprar un vasito de té o café con una sopaipilla. Si quieren pagar un poco más, pueden optar por un sándwich.
Son un poco más de las 5 de la tarde y a comenzado a repuntar la afluencia de las personas al lugar.
Me cuentan que en un rato más comenzarán a aparecer los antisociales a hacer de las suyas: “Hay ladrones y traficantes allá afuera. Tenemos que poner más ojo, ¿viste que la ultima robada aún la estoy pagando? Fue un bolso lleno de mercadería, casi $500.000 pesos en productos. Acá hay que tener mucho cuidado con ellos, son como una mafia, desde las cigarreras hasta los que afuera te preguntan si quieres Cds piratas. A ellos les pagan $5000 diarios por vender mercaderías ilegales, así es que imagínate. Tú no te das ni cuenta, pero nosotros ya les sacamos el rollo, pero no nos conviene meternos, por nuestra seguridad. Pero afuera, vieras tú, son familias completas que las viven así, dentro de una mafia. Hasta hay mujeres que vienen con guaguas en coche”.
Anécdotas
La señora Ana nos cuenta, que afortunadamente a ella no la han asaltado directamente. Pero sí le han pasado muchas cosas divertidas, como cuando una vez una señora bien “cuica”, que había pasado por el local mientras estaba su marido, volvió, se encontró con ella y le preguntó: ¿dónde esta el caballero atlético, alto, fornido y buen mozo, para que me pueda atender?. “Me dieron unas ganas de reírme cuando describía a mi marido, pero lo único que pude decir fue que no se encontraba, pero que yo la podía atender tan bien como él. A mi marido le han pasado tallas más vergonzosas, él es más serio y tímido. Como ya le han pasado varias, me prohibió vender ropa interior en el local, ya que en una ocasión vino una mujer regia, estupenda, a ver unos sostenes. Preguntó si podía probárselos y en vez de entrar al camarín se sacó todo acá mismo, en el pasillo. A mi marido no le quedó más que dar vuelta la cara y tratar de no mirar, pero la mujer le pedía insistentemente que la mirara para ver si le quedaban bien y el pobre se tuvo que “sacrificar”. Otra vez, una joven quería comprar pero sin probarse unos pantalones. Mi marido le sugirió que se midiera ella misma a la altura de las caderas y la niña le contestó: “mídame usted, caballero” poniéndose en posición para que mi marido le midiera el trasero. Él se avergüenza mucho. A otra cliente se le ocurrió probarse unos jeans en el pasillo. Mi marido no sabía que hacer, solo darse vuelta hacia el otro lado. En cambio, frente al local, unos hombres se quedaron parados mirando a la clienta, jajaja...”.
Siendo casi las 6 de la tarde, Ana me pide cuidar el local por que tiene que cumplir con la rutina de ir a buscar a su nieta Paulita al jardín infantil. Me encarga que cualquier artículo lo venda a $7.500, excepto unas cosas de las que ya me sabía los precios reales. En ese momento llegó un grupo de 5 personas, todos gitanos. Debo reconocer que el miedo se apoderó de mí, sobre todo cuando una de las gitanas comienza a tratar de “sacarme la suerte y leerme la mano por $500”. Con lo que me habían contado de los “lanzas” y todo lo que uno escucha de los gitanos, pasé un difícil momento, sobre todo cuando la gitana me insistía en la lectura de mi mano, diciéndome que a cambio le regalara algo del local, que yo solo estaba cuidando.
Cuando logré convencerla de que por más que insistiera no me “sacaría la suerte”, comenzamos a conversar. Eso sí, siempre con el cuidado de que todo lo que tocara lo devolviera a su lugar. Me contó que era de Santiago, donde vivía en una casa, no en carpa, y que estaba casada hace 5 años. Le pregunté la edad, ya que se veía muy joven, y claro, tenía solo 22 años. Por lo que pude observar, se veía muy feliz con su marido, bromeaban mucho entre ellos y me decía riendo que me lo ofrecía para que “vitrineara y pololée”.
Al rato, llegó una señora de edad con su hija y su nieta buscando algo de ropa para vestir en una ceremonia un poco más elegante. Me contaba que era “enchapada a la antigua” al ver la ropa que le ofrecí. Le busqué algo jovial, pero siempre adecuado a su edad, hasta que encontramos una especie de polera-chaleco negro que costaba $8.500 y que finalmente decidió comprar. La señora Ana llegó cuando yo había concretado lo que era recién la primera venta del día. Luego llegó otra cliente y también logramos venderle una prenda. Ya con más animo y esperanza, pensamos que probablemente podríamos “defender la tarde”.
La mejor época de ventas
“Es en las fiestas donde mejoran nuestras ventas, sobre todo en Navidad, cuando tenemos que pedir ayuda a familiares o contratar personal para que nos ayuden a vender y vigilar el local, puesto que los robos aumentan también. El resto del año está muy difícil la cosa, los mejores días son los fines de mes, las quincenas y los fines de semana. Los días miércoles y jueves viene muy poca gente, son los peores días para las ventas”.
Las fiestas
“Para nosotros, los comerciantes, casi no existen Navidad ni Año Nuevo. Tratamos de llegar temprano a la casa para cenar en familia, pero a veces nos dan 12 de la noche acá, haciendo contabilidad y orden del local. Por mi parte, yo me las arreglo y lo paso con mi familia, para realizar algo más bien simbólico, sobre todo por los niños, porque los regalos para los adultos vienen después de que terminan todas las fiestas y realicemos un arqueo de las ganancias. Ahí recién nos hacemos un regalito”.
¿Flojos los comerciantes?
El comercio minorista es un trabajo muy sacrificado, en el que a menudo deben participar turnándose muchos miembros de una familia para hacerlo rentable y sustentable en el tiempo.
Probablemente los comerciantes no atienden siempre con la disposición e interés por vender que los clientes quisiéramos, quizás por la desmotivación que les producen las bajas ventas y la gran competencia que deben enfrentar.

Pero, la verdad es que pasar 12 o más horas al día en un local comercial, todos los días del año, con frío, calor, a veces hambre, cansancio o aburrimiento, sumado a la incertidumbre de no saber si van a poder vender lo necesario para hacer frente a todos los compromisos monetarios de sus hogares y con sus proveedores, obviamente no es un trabajo de flojos.

Domingo 15 de Julio de 2007

Comentarios

Imagen de hernan

esta muy buena la nota que

esta muy buena la nota que se escribio y ahora que viajare por unos dias a Arica gracias por la informacion

Imagen de Fernando Pinto

Muy acertada la nota, nunca

Muy acertada la nota, nunca he pensado que el Ariqueño es Flojo, debe competir no solo con las grandes tiendas, tambien con el centralismo y las zonas francas vecinas.

Un comerciante de estas ferias nunca podra convertirse en un gran distribuidor y permanecer en Arica, ya que las condiciones creadas por Pinochet y mantenidas por la concertacion obligan a que los ciudadanos de esta hermosa tierra tengan que emigrar para surgir.