Volodia en la voz de Moscú, Volodia en el Exilio o en la Calidez de la Patria

01 Febrero 2008
El "Mujik" de las estepas criollas se ha marchado dejando una estela de idealismo puro...
Eduardo Osorio >
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Cuando pequeño, debo haber andado por los seis años, mi Tata Pedro, un invierno, me llevó a ver a nuestros ancestros a Chillán, tierra adentro.
Una pasada por el Mercado fue impajaritable.
Grandes y largas mesas de cemento, a eso del mediodía, afirmaban a parroquianos por lado y lado.
Mucho poncho, sombrero de huaso, polainas, espuelas, y “tacitas de té”, eran el marco para cazuelas de pava, costillares y otros condumios.
En un momento mi abuelo, muy ciudadano a esas alturas, se levanta de la mesa en que estábamos parapetados, y nos lleva a mi hermano y a mí a una de enfrente, y no recuerdo que pensé, salvo que al minuto estábamos siendo abrazados y besados en nuestras caritas por dos caballeros muy aponchados, que respondían así al afecto y admiración que les profesaba mi abuelo.
Más tarde sabría que esos señores, con un tufillo muy “sabroso” a esa hora, uno más bajo que el otro, el otro más gordo que su amigo, y muy alegres los dos, eran Pablo Neruda y Volodia Teitelboim.
Años después, mi esposa Olga, a quien conocí el año 1977, me refirió un día “x”, que su padre, la llevó siendo pequeña a visitar a un amigo, y éste era nada menos que un Diputado de la República, sin ella tomar conciencia del visitado.
Unas onces en el comedor de la Cámara, la hicieron “sobrina” a partir de ese momento del Honorable Volodia Teitelboim.
Hasta el día de hoy, en las veladas familiares, las anécdotas y coincidencias son celebradas, y cuyo protagonista principal fue el “mujik”.
Por su investidura era raro además, que no adoptara poses ni profiriera sermones rancios.
Con Volodia después, al igual que con el poeta, y a pesar de la brecha generacional, la vida nos fue acercando y alejando, a través de noticias, libros, cataclismos, debacles, pero macerado todo esto en un afecto que hasta hoy me dura.
Debo convenir además, que aunque no profeso la conculcación de libertades, ni la política por política, respeté desde que tuve uso de razón cívica, la postura pro-marxista de los dos del prólogo, fijándome especialmente en la abnegación e idealismo de Volodia.
Les decía, que me llamó particularmente la opción del “mujik criollo”.
Muchas distinciones como político, y más en el ámbito literario, se irán con él al más allá, y hasta un cuestionado Premio Nacional de Literatura.
Estoy también, más allá de ello, y a la hora del resumen y de los juicios finales, tan terrenales por lo demás, reivindico la memoria del “tío” postizo de mi señora, al cual vio una sola vez, y del que no se olvidó nunca más por la delicadeza de los cariños, y la bondad con que le alargó la tacita de chocolate caliente y unos pasteles de mil hojas, una tarde santiaguina de los sesenta, en el hemiciclo, que hoy es un Museo casi.
Mil también serán los testimonios de las andadurías del candidato, del comunista, del defensor de las causas perdidas, y que se erizaba al escuchar los nombres de Solshenytzin, Pinochet o Rafael Leonidas Trujillo.
También muchos homenajes venerarán las tardes interminables de los setenta, cuando se hablaba del Secretario General del Politburó, y concurría junto con sus camaradas a “supervisar” a los más jóvenes a la calle Marcoleta, y donde la Gladys era ya una líder que no paraba nadie.
“Lucho” Corvalán, antes Luis Emilio Recabarren y Clotario Blest, nunca estuvieron ausentes de sus discursos oficiales, pero tampoco en las “interview” de la Agencia NOVOSTI ni en las sobremesas de Isla Negra, La Sebastiana, asimismo sus oídos prestos para escuchar a la “despechada” Hormiguita en su casa de Macul, o en las faldas del San Cristóbal, entrando a “La Chascona”.
Nunca dudé además de la capacidad organizativa y disciplinaria del Partido Comunista, independientemente de “que se comía a los niños”y sus “purgas”, tal cómo nos lo dibujaron sus detractores derechistas, en las previas de las elecciones, o a la hora de firmarse la “Ley de Defensa de la Democracia”.
En todas estas instancias Volodia era el referente obligado.
Abrazó luego la literatura a tiempo completo, y bajó las pulsaciones, aunque nunca dejando de rendir homenaje a sus espartanos antecesores en la causa.
Esta última etapa le sorprendió rescatando la memoria de sus más admirados estadistas y poetas, y miren lo que son las cosas, hasta la de él mismo, cuya recopilación bien merecida se la tiene.
Volodia en “La Voz de Moscú”, Volodia en el exilio o en la calidez de la patria.
Al final asumo, que es muy “requetecontra” difícil dado nuestro ancestro conservador, que se profese admiración por un miembro a “todo horario” del Partido Comunista, sin embargo, aplicando una ocurrencia de Jean Jaqcues Rosseau, el “respeto es más valioso que la admiración” y eso, lo tengo claro , Volodia se lo ganó con creces.
Al final, agnóstico como él sólo y fiel a su comunista filosofía,nos plantea una contradicción que se lleva a la tumba....la fe que no profesó a la religión, se la ganó a pulso, y es la que le tuvieron sus camaradas......

Comentarios

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De todos lo artìculos a la

De todos lo artìculos a la muerte de Volodia, surgidos como hongos despues de la lluvia, lejos el mejor que he leìdo, incluyendo los de soporte papel (El Mercurio, La Naciòn, La Segunda). No compartiendo para nada los pensamientos "volodianos", pero si alabando su perseverancia literaria, sin genialidades, pero de un "laburante escribidor", suscribo la mirada humana sin parcialismos ni dogmas del autor.

La pregunta es ¿dònde està la ediciòn del Diario, que coloca en la pàgina uno un "escarnio" de motel, y lo que es "copiado" del Diario La Estrella, en cuanto a idea y aspecto periodìstico, y manda a pàginas interiores esta crònica".

Para mì o no les gusta Volodia (lo que serìa atendible) o remiten a un Periodista (me consta), al "tacho" de los papeles.

¡¡FELICITACIONES DON EDUARDO OSORIO!!