China: Estado Asesino

En mi juventud yo pensaba que China y su Revolución Cultural eran la esencia de la libertad. En Chile gobernaban Frei y Allende. Un dirigente del PS ariqueño me llenaba de esos libros de Mao, como si fuesen catecismos. Yo creía en ellos. Yo no sabía, en realidad, que China era uno de los ogros que se comían a pueblos pequeños e imponían su ley sectaria. Por suerte advertí pronto eso.
China ha mantenido buenas relaciones comerciales con Chile. Hoy con la Presidenta Bachelet y ayer con los otros tres gobernantes de la Concertación. Y antes con Pinochet.
Jamás la nación asiática rompió relaciones con don Augusto. Jamás la Embajada china tuvo en Santiago abiertas las puertas para los prófugos de la dictadura como si la tuvieron Italia, Venezuela, México, Argentina y numerosos otros países que no se autoproclamaban comunistas.
Hoy China se entiende con todo el orbe capitalista. Su afán es el lucro, el crecimiento a costa de millones de ciudadanos suyos explotados, peor que bajo los sistemas capitalistas.
Millares de mineros han muerto en explosiones por falta de seguridad en sus minas.
Millares de chinos han sido torturados, asesinados y encarcelados por no obedecer sus directrices “ideológicas”.
En forma salvaje hace unos años centenares de estudiantes fueron, en una plaza, aplastados por tanques. Estos crímenes horrorosos no terminan allí. Hoy vemos como cientos de monjes tibetanos han sido asesinados, torturados o encarcelados por órdenes del gobierno del país asiático.
El Tíbet tiene razón de luchar por su independencia y la tiene porque es distinto a China y porque su lucha, a la manera de Gandhi, se ha dado en forma pacífica.
El país con mayor cantidad de habitantes del planeta impone una ley de la maldad, de la cultura de la muerte.
Los ciudadanos comunes chinos siguen pobres. La democracia debiera llegar al “gigante egoísta”. El Tíbet merece su independencia. Taiwán también. China no tiene porque oprimir pueblos, aunque los considere “suyos”.
Llegará el día en que el imperio del odio caiga a pedazos. Quizás nosotros no lo veremos, pero si otras generaciones. Ya basta de asesinar a millares de seres humanos. Ya basta de seguir la política horrorosa de Mao, el asesino que es sólo comparable con Stalin y con Hitler.
Un mundo de paz se puede construir a través de la libertad y ella no es otra que la democracia, aun la peor de ellas.
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