Muerte de Bernales ¡Qué Panamá no se haga la Sorda!

Desde el mismo jueves 29 de mayo todos debimos haber supuesto que la caída del helicóptero -sobre un sector poblado de la capital de Panamá- no se debía a una falta de pericia de quien lo manejaba ni a algún motivo externo: era obvio que la razón de la caída del aparato se debía a alguna falla mecánica.
Hoy, al fin, en los medios de comunicación masivos, se habla de ello, pero en voz baja, dándole poco lugar a esa noticia. Al comienzo la mayoría de esos medios de nuestro país se hicieron eco de la muerte de las personas, no así de las causas de esa tragedia.
Los canales de T.V. jugaron un rol importante en perfilar más la persona del General Bernales que la razón de la caída del helicóptero. Y esto siguió en los días siguientes.
EL MERCURIO y COPESA, los grandes consorcios periodísticos, que reciben gran cantidad de publicidad estatal, se hicieron eco de plantear más el fin de un grupo de personas que de las causas que provocaron el accidente.
Y nuestro gobierno, hábil e inteligente, de seguro, gustó de esa visión en virtud de una malentendida diplomacia. Chile no puede mostrarle los dientes a Panamá, ya que se pondría en riesgo el entendimiento entre dos países, dirán ellos.
No se trata de hacer una guerra por este suceso, pero si ser lo suficientemente claros para establecer la responsabilidad del Estado panameño en este hecho.
No se puede jugar con la vida de nadie. Ni con la de un General ni con la de un soldado ni con la de un ciudadano común.
Aquí Panamá tiene que responder. Responder por su falta de acuciosidad en la mantención de ese helicóptero que causó tan grave tragedia.
En Chile se rindió un gran homenaje al Sr. Bernales, y un homenaje menos importante a su esposa y a los otros jefes de Carabineros y a la esposa del Sr. Tapia. En toda historia los hechos son similares: los más altos, más citados, más alabados. Eso no nos debe sorprender, pero si nos debe hacer pensar.
La televisión chilena –excepto algunos canales pequeños- transmitieron tres días completos sobre el caso y suspendieron su programación habitual, pero, ojo, no dejaron de lado la propaganda de las grandes tiendas, la de los Bancos, incluido el del Estado, con su patito estúpido, y el de otras importantes empresas.
Es decir -en medio de una televisión luctuosa- el gran empresariado no cedió sus espacios pagados. El respeto que dicen tener por las autoridades se les olvidó.
La muerte de Bernales se convirtió en una constante que, a través de periodistas seudosentimentales, quiso y logró hacer llorar a parte del pueblo chileno.
A todos se les debía el responso de la memoria. A todos.
Creo, con toda sinceridad, que el gobierno de Martín Torrijos (hijo de aquel enorme presidente que fue Omar Torrijos) le debe una respuesta a los familiares de todas las víctimas –chilenas y panameñas- y no seguir haciéndose el “leso” frente a esta tragedia en que el Estado chileno ha dicho muy poco. ¿Diplomacia?
Esas búsquedas lentas de causas del accidente –de parte del Estado de Panamá como del Estado de Chile- no son más que acciones dilatorias que quieren acallar la gran responsabilidad que el gobierno de ese país tiene en este dolor que envolvió a chilenos y panameños a la vez, a pesar de lo que diga el Ministro de Justicia de ese país, Sr. Daniel Delgado Diamante.
Ya han pasado diez días de la tragedia, pasarán treinta y los dos meses señalados para llegar a una conclusión y –acuérdense- la historia seguirá en punto muerto, ya que es obvio que aquí hay que cuidar la amistad entre dos naciones, aunque sea a costa de varios muertos. ¡Qué lamentable!

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