Anverso Literario: García Márquez: De amor y otros Demonios

24 Julio 2008
La voz de Márquez demuestra en esta historia, más allá de los fetiches a los que nos tiene acostumbrados, su preeminencia como una de las más fecundas prosas de nuestro continente y lengua. Por Daniel Rojas
Daniel Rojas >
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Apostillas sobre algunas obras de Nobeles Literarios Primera Entrega: García Márquez: De amor y otros Demonios.
García Márquez en su obra "De amor y otros demonios" juega con distintos niveles de sexualidad, desde la más extrema y libidinosa, tal es el caso de Bernarda Cabrera, ex-contrabandista de especies y esposa de de don Ignacio de Alfaro y Dueñas, quien vive sórdidas escapadas con el negro Judas Iscariote, rudo protomacho que somete a sus mujeres arrastrándolas a la perdición y decadencia. La otra mirada la personifica la una imagen de mayor recato y pudor, inocencia casi infantil y animal materializada en Sierva Maria de todos los Ángeles, hija de Bernarda y Don Ignacio, víctima del rechazo y marginalidad por parte de sus progenitores.
Apartada del mundo dizque civilizado, producto de un conocimiento temprano de la orfandad, impuesto por la indiferencia, Sierva Maria se cría con su nodriza Dominga de Adviento bajo las costumbres de los africanos, con la santería que profesan los esclavos y es en tal grado una existencia errante e ignorada que solamente se revela al mundo paterno, cuando es mordida por un perro rabioso, lo cual no deja de ser en la prosa de Márquez, una metáfora del apetito e iniciación sexual o al menos, de la germinación hormonal propia de todo adolescente.
Atendida o medianamente tomada en consideración por su Padre, no así por Bernarda, al enterarse del ataque del can, surge una exagerada preocupación que permite observar al lector, el desarrollo del temperamento de un endeble Segundo Marqués de Casalduero, a causa de la ficcional enfermedad de esta mujer en ciernes, la cual nunca muestra síntomas pero que todos a su alrededor presuponen, lo cual, sumado a la conducta extravagante y costumbres adquiridas en sus devaneos con el vudú, llega a oídos de terceros como un escándalo que bombardea las buenas costumbres de esta Cartagena de Indias dominada por el clero y la represión, desatando el drama y la consabida moralina castrante, nuevamente muestras de que la rabia no esta alojada en el cuerpo de la inocente y salvaje Sierva quien asume todo el tiempo su destino con resignación. El veneno duerme en la tradición monástica, eversiva, ignorante y tantas veces mal intencionada y dirigida por las supuestas autoridades envestidas con el báculo de la ultracorrección. Hay un choque entre dos culturas y cosmovisiones, la periférica compuesta por el mundo afro americano y la totalitaria del régimen peninsular. Una plagada de supersticiones y ritualismos, la otra de dogmas y códigos draconianos.
El colombiano ganador del Nobel, sin caer en lo recursivo y pornográfico, propio del folletín, nos muestra extemporalmente un problema de educación, intolerancia, abuso y olvido que sufren los menores, todo con un sencillo eje temático, el amor frente a la sexualidad y su despertar, claro que plagado de su retórica ampulosa y particular estilo de adjetivar la narración.
Para desarrollar el tópico, debemos centrarnos en la figura simbólica de la protagonista, fiera indomable, mitificada como demonio por la Abadesa y el obispo, portadora de una ira sublime y enajenamiento frente a la realidad inmediata. Sin embargo todo toma un giro cuando conoce a Cayetano de Laura, joven formado al alero de la iglesia, bibliotecario, otro símbolo textual, este representa la frustración y la mansedumbre de todo apasionamiento, es además una alegoría del platonismo, al autoproclamarse descendiente de Garcilaso de la Vega, poeta muerto por el amor de una mujer que sólo deseo lejanamente. E aquí otra forma de expresión del poder de la sexualidad, su injerencia en el sino trágico, ya sea por los esquemas mentales que asumimos, pues Laura es un hombre coaccionado en su voluntad de amar, no se puede expresar libremente pese a tener más de treinta años por ende ve desbordado todo su ímpetu en la figura de esta niña de doce que sufre producto de las ideas exorcistas de un obispado, ciego mecanismo de control y tortura, gran circunstancia compuesta por mentalidades oxidadas y fuerzas constrictivas que desde una jerarquía taxativa, acusan a Laura de aprovecharse de María, razón por la cual lo que pudo ser, Amor definible como casto y lo más cercano a un idilio juvenil, termina convertido en muerte por locura y cuidado indefinido de Leprosos.
Elemento curioso es la presencia de otros tópicos del ars amandi popular en la literatura, en específico el del largo cabello de María que sigue creciendo en proporciones descomunales, aún después de muerta, tal como lo profetiza con una manda a la virgen, Dominga de Adviento, al salvarla de su infausto y prematuro nacimiento, ella estipula que el cabello de la menor debía crecer hasta descubrir el amor verdadero y en tal medida casarse. Una especie de símil a lo que ocurre con otra trágica historia, la de Tristán e Isolda. Leyenda celta, en que una enredadera tozuda nace de la tumba del juglar hacia la de su amada, hasta abrazarse de forma indisoluble con una rosa y vid.
La voz de Márquez demuestra en esta historia, más allá de los fetiches a los que nos tiene acostumbrados, su preeminencia como una de las más fecundas prosas de nuestro continente y lengua.
Autor: Daniel Rojas Pachas
Publicado en: Cinosargo
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