Anverso Literario: Prometeo Encadenado

18 Octubre 2008
La historia de Prometeo sigue siendo dentro de la mitología universal, una de las metáforas más ricas en cuanto a extensión y vigencia de su contenido. Por Daniel Rojas
Daniel Rojas >
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La historia del Titán Prometeo, protector de los hombres, burlador de Zeus y por ende víctima de la inflexiva cólera del predeterminista Dios del Trueno, sigue siendo dentro de la mitología universal, una de las metáforas más ricas en cuanto a extensión y vigencia de su contenido.
La tragedia ha sido ampliamente actualizada en su lectura, lo cual ha generado su revisión desde múltiples perspectivas, generando peculiares versiones; desde la clásica de Platón, Protágoras y Esquilo hasta las referencias fantásticas de Mary Shelley.
En poesía Lord Byron y Goethe han sido cultores del tema. Por su parte, Kafka, ya entrada la época moderna, parabólicamente hizo burla del tema con sumo descreimiento ante las formas tradicionales y su mantención y el nadaísta colombiano, Gonzalo Arango, en su obra teatral Prometeo desencadenado ha provisto al personaje de una postura contracultural e irónica.
La intediscursividad desplegada en torno al mito tampoco podemos obviarla. En pintura hay versiones de Dirck van Baburen, Peter Paul Rubens y de José Clemente Orozco entre otros exponentes de muy diversas épocas y estilos, similar panorama se aprecia en la música, ópera y cine.
En cuanto a extensión, y esto puede servir para explicar la pervivencia del mito; la historia abarca numerosas ramificaciones a partir de su trama central. En la médula del personaje y su proceder, hallamos inmortalizada y en un primer plano, la rebeldía del hombre ante los dioses, ante el conocimiento superior y en tal medida, lo que brilla es el ansía de libertad y crecimiento intelectual, perpetua búsqueda del conocimiento y saber. Casi de forma obsesiva esta tarea se extiende como una superación de nuestros maestros y padres, tendencia que ha llevado a los psicoanalistas a igualar la conducta de Prometeo dentro del ámbito meramente intelectual, con la patología Edípica.

Sin embargo, la proyección del Dios benefactor de la humanidad, no se agota en esos páramos. A través de su conducta y entorno, se pretende explicar también el origen de la humanidad y las especies, las diferencias en cuanto a los atributos animales y humanos y al mismo tiempo, dentro de está línea genésica, se puede vincular esta parte de la mitología Helénica a figuras y hechos fecundamente asentados en el inconsciente colectivo y cultural de la humanidad: El pecado original, la expulsión del Paraíso, el primer hombre y mujer e incluso el diluvio. Y es que dentro de los castigos que la humanidad sufre producto de la cólera divina, se halla retratado junto a Prometeo y sus descendientes, específicamente Deucalión, un gran aguacero que sepulta por completo a la civilización, excepto a una pareja. Par compuesto por el mentado hijo del Titán y su mujer Pirra, llamados a repoblar al mundo. Esta especie de Noe, goza del cuidado y sabiduría de su desafiante y rebelde padre.
Por otra parte, esta vez en torno al pecado original y el origen del hombre y la mujer, el mito comparte con otros de origen sumerio como Gilgamesh y el relato bíblico per se, aquel falologocentrismo propio de las sociedades que buscan explicar desde el patriarcado, el pecado original, atribuyéndolo única y exclusivamente a la mujer.
En este caso, el descenso humano de un estado utópico, tal como ocurre en la expulsión del paraíso, viene de la mano de Epimeteo, especie de Adán, e ingenuo hermano de Prometeo que ignora las advertencias que el benefactor de los hombres le hace frente al carácter ladino y vindicativo de los Dioses y sus interesadas dádivas. Así es como entra en escena Pandora y su caja o ánfora, que contiene todos los males y vicios que azotaran a la humanidad.
Esta mujer, forjada a petición de Zeus, tal como Eva, es el instrumento para castigar la desobediencia humana por querer saber más que el creador, por morder del árbol de la ciencia, en este caso, la osadía del titán consistió en hurtar del Olimpo el fuego que estaba en manos de Hefesto, dios de la forja. En otros casos, dependiendo de la versión el fuego es tomado del carro de Helios o incluso Apolo. Además de este crimen a favor de la humanidad, se enumera el robo de las Artes que se realiza en contra de Atenea, a fin de equiparar la condición desvalida del humano antes sus pares, animales que poblan la tierra. La cólera del Portador de la Égida sobre Prometeo y sus protegidos es suprema, si se considera que otra de las burlas atañe directamente a su ingenuidad. Zeus, el Padre de los dioses, en una ceremonia alimenticia consagrada por los hombres en su honor, recibe en lugar de la suculenta carne, huesos que Prometeo consciente de la avaricia del creador, cubrió de pellejo y grasa para despistarlo.
De esta manera, la figura del Dios benefactor se opone a la del tirano e interesado Demiurgo que exige tributos. Su figura se impone recalcitrante y anarquista, desestructurante y solidaria ante jerarquías y poderes superiores, siempre en clara rebelión y con una voluntad de libertad que no esta exenta de perjuicios y responsabilidad, su castigo, es permanecer eternamente atado a la intemperie, asido a una roca ubicada en los confines de la tierra, el Caúcaso, sufriendo el ataque de un águila gigante que devora su hígado, órgano que se regenera durante la noche para continuar de la misma manera, sumido en esa diabólica rutina de dolor diariamente. Algo similar a lo que ocurre con Sísifo y su piedra, otro burlador del poder divino que debe arrastrar hasta lo más alto de una montaña un gran peñasco redondo, que al termino de la faena rodará a las faldas para volver a empezar. Este último mito, tomado por Albert Camus como muestra del absurdo existencial, revela la riqueza filosófica de la mitología, así mismo Prometeo y su accionar, quieren y consiguen indistintamente explicar las condiciones en que nos hallamos, ya sea por voluntad o determinación y en constante agonía, algunas veces con esperanza en otras con indiferencia depuestos y arrojados a la inagotable tarea de ser.
Autor: Daniel Rojas Pachas.
Publicado en Cinosargo
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