Putre, La Puerta de Nuestro Altiplano

27 Septiembre 2005
Se encuentra a solo unas pocas horas de la ciudad de Arica y encierra una gran historia.
Willy González >
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A tan sólo dos horas y media de camino desde Arica y sobreponiéndose a la puna -clásica de este territorio para los afuerinos-, se encuentra uno de los pueblos más hermosos del norte chileno. Entremedio de montañas nevadas, se abre el verdor del valle de Putre.
Sumergido en el fondo de una quebrada, los menos de mil habitantes del pueblo practican el bajo perfil. Saludan con cordialidad al visitante, pero son de pocas palabras. No genera un resquemor esto, solamente es sinónimo de la especie de encierro que tiene el lugar. Un encierro mágico y que muy pocos han visitado.
Quién diría que Putre aventajó a Arica como zona de residencia de la elite española debido a un mosquito. La malaria fue la causa de que la zona de residencia hispana se trasladara del litoral a las alturas ya que en esas época era imposible una cura al implacable mal.
Aunque se supone que el valle estaba poblado desde antes por indígenas, resultó que por las limitantes geográficas no pudieron realizarse grandes legados como los pucarás que se pueden hallar en otras zonas cercanas.
Cerca del 1600 se construyó una primera capilla, que fue destruida por un terremoto en 1665. En 1670 se reconstruye en el sitio donde se haya la actual iglesia, la que supuestamente estaba cubierta con ricos adornos murales de oro y plata.
En el centro de Putre, específicamente desde su plaza principal es posible ver como se ha tratado de mantener el ordenamiento de las calles con la menor interferencia de la modernidad, como es la utilización de viejas casonas por una entidad bancaria o por la municipalidad.
Pero lo que más llama la atención es que Putre es un pueblo en varios niveles ya que los cerritos aledaños están con casas y potentes sembradíos que tiñen de verde la comarca. Caminando por entre las casas, construidas mayormente durante el siglo XIX, es posible llegar a amplios miradores en que se contrasta el verde de las hortalizas plantadas por el hombre y el paisaje de altura con picos nevados y poca vegetación.
El pueblo Aymara es el señor desde siempre de estas tierras y, a pesar de la chilenización imperante luego de la guerra del Pacífico, su herencia trasciende fronteras geopolíticas por el simple hecho de que su raza es más antigua y profunda que los actuales límites que la dividen en tres o cuatro países.
Nuevamente y después de casi 500 años se vuelve a realizar en el marco del Machaq Mara o Año Nuevo aymara la investidura del Malku.
El Malku es la investidura de autoridad ancestral, una clase de jefe que encarna toda la herencia de la etnia. Promoviendo de esta manera el resurgimiento de un fuerte sentimiento de arraigo indígena que por muchos años se le bajo la importancia en aras del sentimiento de chilenidad inexistente antes en la zona.
Luego de la ceremonia de jefatura, se dará paso a la vigilia del año nuevo en que con bailes y comidas tradicionales, esperarán la salida de los primeros rayos de sol.
Pero no es todo lo que ofrece Putre, ya que el pueblo se transforma en una puerta de entrada a un universo natural único en nuestro país y que, en conjunto con Bolivia, forman el altiplano.
Una vez aclimatados a la altura es posible seguir ruta a Parinacota, Chungará, Belén o Socoroma, pequeños pueblitos y grandes paisajes que encierran mil historias que los turistas no alcanzan a ver en los 15 o 20 minutos que duran los tures programados. En esas zonas es posible ver convivir al hombre con la naturaleza, una relación de respeto que ha durado inalterable por centurias.
O también puedes sentarte al lado de un grupo de alpacas o guanacos y verlos pastar sin tener en absoluto temor por el visitante, enmarcado todo en montañas que sobrepasan los 6 mil metros de altura. Con todo lo que significa eso.
Un mundo nuevo y anhelante de ser visto y valorado, al que, por gracia o desgracia, llegan mayoritariamente extranjeros, estando solo a un par de horas de nuestra ciudad, también hermosa por lo demás.