De Cicatrices, Rosas, Goles y Cáncer

A manera de aproximación a mis crónicas personales “publicables”, vayan estas dos evocaciones “rebuscadas” en el más fiel sentido de la palabra.
Sacadas de esas remotas y a veces ignotas comarcas de la memoria, de ese subir y bajar cerros virtuales, correteados por el miedo al Alzheimer, y cansadorazos, para reencontrarte con lo vivido hace décadas, “harneados” de otras experiencias, y que por esos milagros de la “dopamina”, rezuman ahora en un “mix”, de repente agradable, asociativo, nostálgico, y que a los lectores les detona su propia imaginación.
Vayamos con ellos :
Ovalle, un día “equis”, de octubre de 1990.
No se por que decreto , pero siempre los hospitales y estadios provincianos hacia este lado del Trópico de Capricornio se han llamado, o llamaban hasta los 90”, y todavía, fiscales o regionales, cuento aparte.
Bueno, ahí, a las puertas del Quirófano del Hospital Regional de Ovalle, muy tarde, espero el diagnóstico de una tía, que pasajera poco rato antes, de un bus venido del norte grande, y luego de un paso tangencial inadvertido, por mi ciudad, trató de pasar “piola”, y al contrario, llamó la atención, y de que manera….
La Tía Estela, ocupante del asiento ventanilla nùmero 7, hacia donde se vuelca fatalmente el “Flecha Dorada” , saliendo de la Perla del Limarí, calladamente, sin causar “sospecha familiar”, se viene guarda abajo, y con mi parienta arriba, cuando la noche es espesa.
Estoy en ésa, de madrugada, avisado y sobreavisado, adrenalínico, cuando se me acerca un fulano con aspecto de dependiente de carro “del pescado de feria”, que fue blanco para el día de su estreno, y ahora es de todos colores, así como su delantal, carreteado, manchado con salpicaduras sanguíneas , grasientas, y , mostrándome un frasquito de unos 100 cc, lleno de un líquido espeso, semitransparente, amarilloso, de los cuales hace tiempo no veo, y con un reborde de goma.
¡Hey amigo, me dice el casi fiscal o regional funcionario provinciano de hospital, ¡tengo aceitito humano para la cicatrices!, y acto seguido agrega el colofón-pregunta ¿tiene una parienta o amiga en el bus?...para certificarlo todo con la rúbrica : “¡¡Varios quedarán marcados”!!…
¡¡Ubíqueme más rato en la Morgue, lo tengo sólo a 5.000 pesitos !!.
Cuento corto.
Diagnóstico de la providencial “salvada” : “Fractura costal múltiple, grave, hospitalizada”, con dos días en mi casa a posteriori, y atendida a cuerpo de rey. Trasladada a Santiago luego, en ambulancia, pagada por “Flecha Dorada”.
Su rostro incólume, al final no necesitó del aceitito milagroso, que vendía ¿o vende todavía?, quien resultó ser el plenipotenciario ayudante del “Quincy” del Hospital, pero quien en definitiva efectuaba las autopsias, y se quedaba con esa “yapa”, y a quien ví un par de veces más, a bordo de un auto del año, en el centro de la ciudad, con más prosa que un médico, y billetera repleta de billetes de 5.000.-
(A la memoria de mi Tía Estela, fallecida de cáncer el año pasado,a esta misma altura)
Miércoles 30 de mayo de 1962, 18:00 horas más o menos.
Aunque para esa época se hablaba de las 6 de la tarde, ya se sabía el resultado de Chile-Suiza, y a mis 8 años corro por el antejardín de la casa-quinta, de La Florida, junto a mi hermano de 6, y quien a raíz de esta “premonición futbolística-ganadora-mundialista y chilena, en forma de catarsis del 62, a la larga se hizo profesional de la pelotita”..cuando sentimos el ceache-í, chi, ele é, e…tan poco imaginativo y fome, pero que igual emociona hasta las lágrimas, de quienes en ese momento ven las imágenes que la televisión chilena, en pañales, les manda a un televisor Geloso de 23 pulgadas, armado en Arica, y que miran drogados por el fanatismo futbolero, unas 50 personas allá adentro en el living-potrero…
Nosotros corremos, mientras se desarrolla el partido, por el jardín, entre rosas y narcisos, que la dueña de casa, mi madre, cultiva con el cariño más inmenso, y que con Patricio, ajamos y destruímos, con el cariño más ingenuo…
Una carrera desenfrenada hacia el foco del ceacheí entonces, y con morbo infantil, nos hace “cortar camino” por entre las bellas flores , que quieren irse conmigo o me enganchan con sus espinas, saltándome los puntos de un sweater de Almacenes París, estrenado ese día, y que Mamá con ahínco me calzó, con la más férrea recomendación, justamente acerca de los puntos, que al revés de los que obtenía Chile en la cancha ante Suiza, me arruinaban para siempre la memoria de mis tenidas infantiles.
Pero lo más “accidental” estaba por venir…el muslo de mi pierna derecha, al que cubría a medias un pantalón corto, también adquirido en la Sección Niños de la Tienda histórica de la familia Gálmez, de Alameda y San Antonio, se rajó, igual que un volantín de “pé a pá” por la espina de una rosa roja.
Pasarán los años, los lustros, las décadas, y la cicatriz, de 20 ctms, me acompaña indeleble, recordándome cuando la miro de frente o de reojo, en la playa o en el baño turco, el Chile 3- Suiza 1, el ceachei, a la rosa roja aquella, y por extensión la canción de Joselito : “Una vez un Ruiseñor, con las claras de la Aurora, quedó preso de una flor…lejos de su ruiseñora..” …un boom por esos días de mi niñez santiaguina.
Un miedo también me recorre, pues una vieja creencia de jardinero, dice que quien se rompa la miel marcadamente con la espina de una rosa, fallece de cáncer a la larga.

(Homenaje a mi madre, amante de las flores hasta el día de hoy, y a los 50 parientes y amigos, que entonaron el ceacheí ese día varias veces, y que se escuchó hasta en Arica, con el debut ganador de Chile, 3 a 1 sobre Suiza, para el "Mundial del 62”).
Foto: El Morrocotudo, medio que sólo actúa como plataforma de expresión democrática . Más detalles en Normas de Uso para Comentarios"