¿La Religión Católica es violenta?

09 Marzo 2006
Reconociendo la religión como una categoría existencial fundamental en el hombre, el autor, religioso jesuita, analiza los vínculos existentes -o no existentes- entre el catolicismo y la violencia. Por Marcelo Mobarec Hasbún SJ
Marcelo Mobarec... >
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RELIGIÓN CATÓLICA Y VIOLENCIA
LA RELIGION COMO CATEGORIA EXISTENCIAL
FUNDAMENTAL EN EL HOMBRE

En todos los pueblos y épocas se encuentra alguna religión; ni la historia ni la prehistoria conocen un estado a-religioso en la humanidad. La religión aparece como dato primitivo.
La religión es un fenómeno originario. Constituye el núcleo de la cultura porque se refiere a la relación del hombre con el fundamento de su existencia y sentido. A ese fundamento el hombre debe conocimiento, reconocimiento y abandono total. Así, la religión forma parte del hombre como tal, no puede ser desligada de él y presenta su más alta posibilidad. Nunca puede ser alienación.
Esto se comprueba en la necesidad humana de un fundamento ontológico último, que el hombre no puede crear. Un carácter especial de la religión, que corresponde a su creencia y praxis, es que se da en una comunidad.
Aunque la ciencia de las religiones tiene dificultades para dar una definición del fenómeno religioso, debido a sus plurales realizaciones, puede reconocerse en las formas de conducta que se llaman religión un contenido: cómo se comportan los hombres frente a "Dios". Desde el análisis de la palabra "religio", se puede considerar: "religere" (estar atento, considerar, observar, mantenerse unido), opuesto a "negligere" (descuidar). Es la idea de Cicerón en torno al temor al poder sobrenatural. Otra posibilidad es el vocablo "religare" de Lactancio (atar, mantener junto). Santo Tomás expresa "religio proprie importat ordinem ad Deum" (“propiamente la religión se ordena a Dios”, S. Th., II II, q. 81, a. 1). En este sentido la religión es una relación originaria y trascendental del hombre con el fundamento último de su esencia, existencia y sentido.
Se fundamenta en la Biblia la idea de que la religión necesita de una iniciativa divina (creación del hombre a imagen y semejanza de Dios, auto manifestación de Dios en una historia salvífica). Por lo mismo, la religión no es una aspiración natural pura del hombre a lo divino. De ahí se derivan los criterios para diferenciar al Dios "verdadero". La historia de la alianza con Israel (que en el plano religioso equivale a la historia de la constitución del monoteísmo judeocristiano) procede del campo histórico religioso del Próximo Oriente y cristaliza en la norma de "Yahvé es único...", con la respuesta de que hay que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas (Dt 6,4s). Cristo, camino de Dios hasta nosotros a la vez que nuestro camino hacia Dios (Cf. Jn 14,6), representa el criterio por el que la fe cristiana enjuicia la religión .

EL ACTO RELIGIOSO
El acto religioso, posible para todo hombre, actualiza la religión. Es acto originario, primitivo, no derivado, no depende de otro como consecuencia. Abarca todo el hombre porque compromete su raíz individual y colectiva. Debido a su carácter radical y originario, la religión es fundamento de todo atributo y posibilidad del hombre como hombre, de todo lo humano (moralidad, derecho, cultura).
Desde la fenomenología de la religión se puede comprobar que lo sagrado inserto en el ámbito de lo profano (objetos, hombres, situaciones) se hace presente por medio de un rito. Este aspecto cultural revive la creencia o narración sobre el origen, que se da fundamentalmente en el mito. La religión, además, desprende un modo de vida o ética concreta: el "ethos".
Desde una fenomenología religiosa, la realidad profunda de la religión (y por lo mismo, su comprensión) implica la referencia a una realidad sobrenatural, que trasciende el círculo inmanente de "sujeto objeto" en el mundo, ya que lo sagrado engloba los aspectos subjetivos (ánimos, emociones e intenciones) y objetivos (realidades naturales, instituciones y personas). Es decir, el fenómeno religioso no se somete a un estudio científico positivista, si bien puede ser abarcado por distintas visiones (científica o filosófica, estética, política), que no contradicen la fe (GS 36). La religión es autónoma y no es creada por el hombre.
Al ser un fenómeno originario, la religión influye y puede condicionar las distintas disciplinas del hombre. Así en su ciencia o manera de pensar (filosofía), en su arte (estética), y en su manera de organización social (política). De esta manera, estas disciplinas se subordinan a este núcleo antropológico esencial.
YAHVEH, ¿UN DIOS VIOLENTO?
Cuando se lee de seguido el Antiguo Testamento de inmediato se plantea una contradicción: no es posible que el Dios que promete, por boca del profeta Isaías que al final de los tiempos de las espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas, no alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestrarán para la guerra (Is 2,4), el Dios santo de Israel, exija a Abraham sacrificar a su hijo (aun-que también le ordena detenerse antes del sacrificio) (Gn 22,12), que se muestre como el Dios que manda la peste (Ex 9,1-12), que permite en la época de los jueces que Jefté sacrifique a su hija (Jue 11,30-40), que ordena por intermedio de Elías dar muerte a cuatrocientos cincuenta profetas de Baal (1 Re 18,22-40), y que tolera la ley del anatema por medio de la cual los israelitas exterminaban toda la ciudad con sus habitantes cuando en ella se rendía culto a dioses extranjeros (Cf. Dt. 13,13; Num 21,28-s; Jos 7,10-26). Pero mucho más nos desconcierta cuando el salmista implora a Yahvé venganza contra el pueblo que los oprimió en el exilio (Sal. 137,7-9).

Varias cosas hay que tener presentes cuando se quieren interpretar correctamente los textos que hablan de la violencia en la Biblia, un universo que ciertamente está orientado por el amor de Dios. En primer lugar, las categorías que emplean los escritores bíblicos no son como las de nuestro tiempo y con esas se ha de interpretar. El problema arranca en una forma de pensamiento en el que la palabra violencia puede denotar desorden, dolor o cualquier actividad destructora que es inaceptable en la vida humana, y por lo tanto contraria a Dios. Pero, sobre todo, el pueblo de Israel debió defender sus derechos y sus creencias primero frente a los egipcios y luego entre los cananeos, por medio de combates en los cuales Dios estaba presente.
Por otra parte, estos relatos corresponden a tradiciones muy antiguas de la mayoría de pueblos paganos pre - israelitas. En el medio y en el tiempo en que se mueven los autores sagrados, estaba muy difundida la ideología de un Dios guerrero y el pensar en las guerras como empresas en las que interviene la divinidad; también la grandeza del rey estaba en la ampliación de sus dominios por medio de conquistas violentas de sus tierras. Yahvé, el Dios de Israel, no era menos que los reyes vecinos. Si el pueblo conquistaba un territorio, Yahvé había sido el organizador del ejército y de la conquista. Si el rey debía castigar a individuos o pueblos, era la voluntad de Dios la que se cumplía en el castigo. No había separación absoluta entre la voluntad de Dios y la del gobernante o legislador. Sin embargo, los autores posteriores de la conquista hacen una relectura muy diferente, gracias a la tradición sacerdotal que intentó corregir la historiografía precedente, sustituyéndola por su versión. Esta tradición que se forma después del destierro tiene en cuenta el fracaso de la política militarista de los pueblos de Israel y de Judá, y por lo tanto se propone dar vida a una comunidad que después del destierro pueda vivir en paz, al rededor del templo y de la ley.
Realmente, la experiencia del destierro les revela un nuevo rostro de Dios. En la condición de un pueblo perseguido acuden a su Dios que no puede tener las características del perseguidor, guerrero y combativo; por el contrario Yahvé se fue convirtiendo en el que está de parte de los perseguidos, perdiendo así la imagen del dios guerrero.
Pero esta tradición sacerdotal no descartó la imagen de un Dios violento, que excluyera toda violencia humana, porque Dios es justo y capaz de derribar todos los imperios que se le opongan. Basta leer la narración sacerdotal del paso del Mar Rojo (Ex 14,4). Una manifestación gloriosa de Dios, salvífica y liberadora para Israel, pero violenta y destructora para los egipcios. El canto de Moisés y de su hermana María (Ex 15) merece una mención especial:
Cantaré al Señor, sublime es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor él fue mi salvación.
El es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.
El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor.
(vv. 1-3)
En los versículos siguientes se celebra la revelación del poder de Dios en el paso del Mar Rojo, y luego el temor de las naciones al paso Israel en su camino hacia la tierra prometida. El autor coloca el cántico en labios de Moisés, pero es claro que ya ha sucedido la conquista de Canaán (v.13) y el Templo está construido (v. 17). Es un canto del pueblo en el Templo, que quería manifestar su seguridad en el poder ilimitado de Dios que los protegía y, por lo tanto, no debían preocuparse más por el peligro de las guerras porque todos los pueblos temían a Yahvé.
¿UN DIOS VIOLENTO EN EL NUEVO TESTAMENTO?
En el Nuevo Testamento, el Dios guerrero también está presente: Jesús en Gethsemaní, dice a uno de sus discípulos que no lo defienda y meta su espada en la vaina porque el que a hierro mata a hierro muere. Pero Jesús cree que el poder de Dios puede vencer a sus enemigos (Mt 26,53): es preciso recordar que Mateo conserva las tradiciones judías; este episodio lo narra Juan de manera diferente (18,3-6).
El pueblo conocía la ley del talión y pedía al Señor la retribución de mal con mal. La civilización occidental ha profundizado en las motivaciones de las acciones y deseos humanos; estos estudios permiten comprender también los sentimientos de los antiguos frente al mal en cualquiera de sus manifestaciones; por eso el salmista o el profeta identifican en lo profundo al propio enemigo como enemigo de su Dios y así en el salmo 83 cuando el orante pide al Señor que aniquile a los enemigos, termina pidiendo su conversión:
Cúbreles el rostro de ignominia, para que te busquen a ti, Señor; abrumados de vergüenza para siempre, perezcan derrotados; y reconozcan que te llamas Señor, que tú eres el Soberano de toda la tierra.
(vv.17-19)
Los profetas, en algunos textos, acompañan las expresiones de ternura de Yahvé para con el pueblo, con las amenazas de su ira justiciera ante las infidelidades del pueblo (Cf. Os 11, 1-6). Realmente es un Dios con dos caras, que muestra su aspecto tremendum para hacer justicia, rostro que parece secundario frente al fascinans que se complace en hacer favores a su pueblo y mostrarse benevolente con el que lo invoca:
Del mismo modo que anduve presto contra ellos para extirpar, destruir, arruinar, perder y dañar, así andaré respecto a ellos para reconstruir y replantar -oráculo de Yahvé-.
(Jer 31,28)
Yo modelo la luz y creo la tiniebla, yo hago la dicha y creo la desgracia.
(Is 45,7)
Yahvé da muerte y vida, hace bajar al sheol y retornar. Yahvé enriquece y despoja, abate y ensalza.
(1 Sam 2,6-7)

A pesar de todo, en medio de este horizonte cultural en el que hay que entender estos textos del Antiguo Testamento, la violencia de Dios aparece siempre superada por esa ternura y misericordia porque, como ya lo hemos visto, no cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín, pues soy Dios y no hombre, el Santo en medio de ti (Os 11,9). Será necesario que Jesús asuma todo el dolor y el sufrimiento hasta la muerte para que se revele la verdadera cara del Dios de la paz, de la no violencia, de la vida.
EL CONCEPTO DE VIOLENCIA DESDE LA TEOLOGÍA BÍBLICA
En la violencia, en la que primeramente se ve destrucción total, violación, hay que reconocer también la fuerza vital de la que procede y que para mantenerse tal tiende a destruir la vida misma. Y la Biblia describe sin ilusión el estadio violento en que se halla la humanidad: las fuerzas vitales y los poderes de muerte se mantienen en un equilibrio provisional, cuya caricatura es con frecuencia el orden aparente. La Biblia revela también, y sobre todo, que en Jesucristo puede convertirse en realidad el ideal escatológico de un tiempo en el que la vida se desenvuelva sin violencia.
La idea de transgresión de una norma permite calificar un acto de violento: el pueblo y los sacerdotes violaron la ley; se viola la justicia social con el fraude; se viola el derecho. Ordinariamente la violencia va acompañada de ciertas premeditaciones o de violación de las leyes del lenguaje: trampas y estratagemas, hoyo cavado delante del prójimo, astucia, detracción, trapacería, pero, sobre todo, falso testimonio.
La violencia se percibe también a través de su efecto mayo: la destrucción de la vida física o social; en este caso el término va asociado frecuentemente con otro que significa explotación, opresión, devastación, ruina.
La violencia no se identifica con la fuerza ni con la venganza, la ira o el celo. En efecto, si bien estas expresiones variadas de la fuerza vital vienen a dar a veces en la destrucción de la vida, no implican necesariamente lo que a los ojos del Antiguo Testamento caracteriza la violencia, a saber, la trasgresión de una norma.
El comportamiento de Yahvé es ambiguo en apariencia: sin duda rechaza toda violación de la justicia, pero a veces parece tolerar, aprobar y hasta practicar actos que nosotros calificamos de violentos.
Indudablemente Dios condena toda injusticia violenta. Pero lo hace progresivamente, teniendo en cuanta la época en que vive su pueblo. Yahvé se puso de parte de Israel oprimido en Egipto y le exige un comportamiento semejante con el débil. Dios se constituye, pues, en defensor de las víctimas de la injusticia de los hombre, y más en particular del huérfano, de la viuda, del pobre.

Por otro lado, el Dios de la alianza, educando a Israel en medio de las naciones idólatras hasta el nacimiento del Mesías, toma en serio la condición en que vive su pueblo y, en nombre de la alianza se presenta como un terrible Dios guerrero. Extermina a los primogénitos de Egipto, exige el anatema y se pone a la cabeza del combate; aprueba la fuerza vengadora y destructora y el celo que va hasta el extremo de matar al trasgresor de la alianza. Dios, haciendo esto, no es violento a los ojos de la Biblia, porque no infringe la alianza, cuyo autor y garante e Él. Pero manifiesta que un bien superior puede acarrear la destrucción de la vida terrestre; significa además la guerra escatológica y el exterminio sin piedad del mal que hay en el mundo.
JESÚS Y LA VIOLENCIA (NUEVO TESTAMENTO)
Cuando vino Jesús, sorprendió a sus contemporáneos y a todos los hombres por la complejidad de su comportamiento. El Reino de Dios hizo irrupción con Jesús y, contrariamente a la expectación de los judíos, suscita la violencia. Frente a un orden injusto que pone obstáculos al Reino de Dios en la medida en que no lo acoge, protesta Jesús, como en otro tiempo los profetas, con actos y palabras que los conservadores del orden así establecido no pueden menos de estimar violentos: a ellos los turban, no por ser excesivos, sino porque violan aparentemente la ley. Jesús suprime así el equívoco de la resignación cristiana con la injusticia y marca las exigencias de la caridad. En todo esto se viola el orden porque es injusto, no en sí mismo, sino en relación con una realidad que Jesús estima superior, el reino de Dios.
Frente a la violencia que reina en el mundo, Jesús se muestra más radical que el Antiguo Testamento. La “ley del talión” requería la equidad en la venganza que restablece la justicia lesionada; Jesús exige el perdón… Jesús adopta el lugar del individuo perjudicado y declara que hay que saber ser víctima del violento.
Jesús lo fue Él primero: resiste a la tentación de instaurar el reino de Dios por medios violentos; se niega a ser un político revolucionario y a obtener la gloria sin pasar por el sacrificio de la cruz.
¿Por qué, pues, no resistir al malvado? No por ninguna técnica de no – violencia, sino por espíritu de amor y de sacrificio, único medio de obtener la reconciliación entre el violento y su víctima. El reino de Dios no se establece con la brutalidad, sino con la fuerza divina, que se mostró capaz de triunfar de la muerte, resucitando a Jesús.
Cuando Jesús se bate en retirada, como el servo de Dios ante la maldad de sus enemigos, se remite a Dios y realiza la bienaventuranza de los perseguidos, profetizada en los cantos del siervo; pero cuando perdona a los que lo crucifican injustamente, cuando exige a su discípulo que ofrezca la otra mejilla, Jesús rebasa el ideal del Antiguo Testamento; no se contenta con un abandono pasivo en manos de Dios, defensor de los oprimidos: hace violencia al violento, porque en este enfrentamiento se apunta a la reconciliación que puede ser obtenida ya en la tierra.
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Fotografía: Paulo L

Comentarios

Imagen de Dios

planteo la siguiente

planteo la siguiente pregunta, la religión hace pueblos?

Imagen de Nicolás

El Ser Humano es violento.

El Ser Humano es violento.

Imagen de Juan Chamorro A.

Interesante.

Interesante.

Imagen de Flavio Rossi R.

Encontré muy bueno el

Encontré muy bueno el análisis que Marcelo Mobarec hace del Dios violento. Debemos tomar en cuenta que la imagen de Dios evoluciona junto a la humanidad. Por algo se dice que la Biblia es la palab ra de Dios a través de las mediaciones humanas. En estos últimos tiempos ha retomado fuerza la doctrina de Joaquín Del Fiore de las 3 etapas de la humanidad : La del Padre (violenta), la del Hijo (de amor) y la del Espíritu Santo (sabiduría, espiritual) Lamentablemete nuestro fraile fue quemado vivo por decirlo a destiempo.En el caso de Abrahán hay otra interpretación : Abrahán sacrificará a su hijo de acuerdo a las creencias religiosas del lugar, Yahveh es el Dios justo que detiene su mano.C risto, también, en una oportunidad usa la violencia para echar a los vendedors del Templo y la propone cuando dice: "¿Pensais que he venido a traer la paz en la tierra? Os digo que no, sino la disensión." (Luc 12,51). El uso de la violencia en contra de aquellos que llevan el mal hasta las últimas consecuencia lo retoma Santo Tomás de Aquino con la teoría de la guerra justa