Las Mayorías Siempre Tienen la Razón

01 Noviembre 2005
El escritor Patricio Barrios comparte la narrativa LAS MAYORÍAS SIEMPRE TIENEN LA RAZÓN (Aún cuando se trate de difuntos.)
Patricio Barrio... >
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Temprano, muy temprano, con el balde en la mano, rebalsando de flores (combinación de claveles rojos, amarillos y blancos para mi viejo, mis abuelos y mis tíos, y dos rosas –una roja y una blanca- para la Charito), me siento como todos. El lector dirá “¡Oh, que bien!”. Pero yo me siento mal. Esta es una de las pocas ocasiones en que me siento mal siendo parte de la gran mayoría, esa misma que derriba dictadorzuelos, que hace las revoluciones, que elige presidentes y presidenta, que anhela un mundo mejor. Me siento mal porque –sin culpa alguna- me siento culpable. ¡Pero si yo vengo domingo por medio al cementerio a dejar flores! Y el resto –la gran mayoría, democrática, deliberante, conciente e informada- una vez al año. Hoy. Por eso me siento culpable. Porque, por deformación ideológica, siempre me he sentido parte de lo que algunos llaman pueblo, otros ciudadanía y otros –ya idos afortunadamente- “chusma inconsciente”.
Caminando por la “avenida” principal del camposanto en dirección al mausoleo familiar (mi larga ascendencia empezó a morir hace ya largos años), me doy cuenta que tuve que pagar tres veces lo que había pagado hace catorce días por las mismas flores. Entonces, me acuerdo del día de la madre (las flores entran en el mismo proceso inflacionario), del niño, de la niña, del padre, del adulto mayor, de los enamorados, de los amigos y hasta de los compadres paleteados. Un solo día al año. Miserables veinticuatro horas para expresarles a todos los nombrados anteriormente lo necesario e importantes que son en nuestras vidas, incluido los que ya partieron, los que ya se transformaron.
Y pienso todo esto, en el mismo momento en que me doy cuenta que están equivocados. Que hoy no es el “día de los muertos”. Que hoy es el “día de todos los Santos”. Mañana es el de los muertos. Pero también me doy cuenta que, otra vez –como dice mi madre-, estoy navegando contra la corriente, que como enseña la Real Academia Española de la Lengua, una cosa es la “norma” y otra el “uso” y que no siempre van de la mano. Como el asunto de la legalidad y la legitimidad, como con la dictadura y la lucha democrática. Entonces, me empiezo a preocupar, porque cuando se inicia la “entrada en años” dicen que importan más las normas, y yo me he considerado toda la vida un a-normal. Parece que me estoy poniendo viejo. Entonces me rebelo. Saco mi mejor ánimo de “alternativo” y me introduzco en el “uso”. Y discuto el precio de las ex botellas transformadas en floreros, reclamo el negocio del agua (más bien por convicción ecológica), comparto la música de las bandas de bronces y zampoñas que entonan las melodías que le gustaban al difunto, me sumerjo en los olores de los guisos predilectos ofrecidos por los sobrevivientes. Y, dada mi inclinación a la antropología, me doy cuenta del particular sentido de la muerte en nuestro continente americano. Nada se acaba, todo se transforma, como con “los chinchorros” que “llegaron para no morir”, como con los aymaras que van a vivir al “Gran Paytiti”, a la “morada sagrada”, como los mexicanos que celebran a los “muertos-vivos”-con esqueletos incluidos-, como los “velorios de angelitos”. Porque, en definitiva, la muerte no es más que otro “rito de paso”, como el nacimiento, como el tránsito de la juventud a la adultez, como el matrimonio. De paso. Porque nada es estático. Todo está en movimiento, todo es dinámico, dialéctico, en oposición constante.
¡Y qué importa que el día de hoy sea el “de todos los Santos y mañana, de verdad, el de los difuntos!
Las mayorías siempre han tenido la razón.

Por lo demás, nunca he escuchado un discurso funerario donde se afirme que el muerto era malo... ¿Ustedes sí?

Comentarios

Imagen de Oscar

Efectivamente; suele ocurrir

Efectivamente; suele ocurrir que los rituales tienden a perder el sustrato sociológico o antropológico que les dieron origen, como ocurre a a veces también con los mitos y leyendas (como la novia de Azapa) y se quedan simplemente en formalismos o formulismos. De hecho es un puro formalismo de buena crianza considerar que ningún finado es malo, o que no lo fue en vida. (...) Tal vez esta regla universal se rompa para los chilenos más temprano que tarde, cuando muera Pinochet; ¿alguien se atreverá a decir que era una buena persona?