PRÉDICA PRIMERA MISA

14 Agosto 2006
PRÉDICA PRIMERA MISA
COLEGIO SAN IGNACIO EL BOSQUE
SÁBADO 5 DE AGOSTO DE 2006
Christian Díaz ... >
authenticated user Corresponsal
EN LA FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
“Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo” (Mc. 9,2-10)

“¡Cómo he deseado celebrar esta Pascua con ustedes!”
Quiero comenzar estas palabras agradeciéndoles su presencia en esta Eucaristía, que, en todo su sentido, es una acción de gracias; agradecer a quienes han sido un pilar fundamental en este camino de entrega de mi vida a Dios y de incorporación al cuerpo de la Compañía de Jesús; agradecer a quienes han venido de lejos y de cerca, a quienes he acompañado y a quienes me han acompañado; a quienes han compartido conmigo los momentos de alegría y los de tristeza; a quienes me han abierto las puertas de sus vidas para celebrar y llorar.
Algún tiempo después de la Transfiguración, Jesús dice a sus discípulos en la Ultima Cena: “¡Cómo he deseado celebrar esta Pascua con ustedes!” (Lc. 22,15). Hoy hago mías estas palabras. Han sido largos años de formación, de encuentro con el rostro de Jesucristo, de presenciar los milagros cotidianos que Dios ha ido haciendo en mi vida y en la de quienes me ha permitido conocer; años de no pocos tropiezos, pero, por sobretodo, años de una innegable fidelidad de Dios a sus promesas.
¡No imaginan cuánto he deseado celebrar esta Eucaristía junto a ustedes!

“Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”
En el Evangelio de la Transfiguración del Señor que acabamos de proclamar, resuenan con especial hondura aquellas palabras que desde el cielo se escuchan: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”.
No es la primera vez que en los Evangelios nos encontramos con aquella voz ni con aquellas palabras. Ya en el Bautismo de Jesús, en los preámbulos de su vida pública, los Evangelistas nos relatan una situación similar.
¿Por qué esta repetición de una frase tan potente? ¿Mera coincidencia? No existen las coincidencias para quienes creemos de verdad que Dios tiene un sueño para cada uno de nosotros.
El Padre sella con su voz dos momentos claves de la vida de Jesús: el comienzo de su vida pública y la entrada cada vez más inminente en su pasión y muerte. Dios confirma a su Hijo en la misión en las dos bisagras más importantes de su vida: “Estoy contigo, eres mi Hijo predilecto, no estás sólo”.
La confirmación de una vocación y misión
En el comienzo de su vida pública, Jesús experimenta la ternura de un Padre que no deja sólo a su Hijo en el momento de las decisiones importantes de la vida: sale a su encuentro, le habla, le manifiesta su voluntad, le confirma en su vocación y misión, le asegura Su presencia y le presenta en medio de los hombres como el enviado. Es este quizás el momento en que Jesús descubre más plenamente los signos de una misión que posiblemente haya ido descubriendo paulatinamente en sus primeros 30 años de vida oculta en Nazaret.
He sido testigo de esa voz; he escuchado que el Padre me llama su hijo amado, he experimentado su predilección, sus dones, sus beneficios, su presencia incuestionable y la confirmación de mi propia vocación y misión: “Estoy contigo, eres mi hijo predilecto, no estás sólo”.

Dios se ha manifestado, se ha transfigurado en innumerables oportunidades en estos años de vida, a través de mi familia, de mis amigos, de mi colegio, de la Compañía de Jesús; Dios se ha mostrado reluciente, innegable, poderoso, cercano y compasivo. Al contemplar la historia de mi vida no puedo sino reconocer aquella fidelidad de Dios que lentamente, a mi ritmo, conforme a mis capacidades, pero sin pausa, me ha ido manifestado su voluntad y su sueño para mi vida.
La confirmación de Su presencia en la adversidad
En la Transfiguración de Jesús experimentamos un adelanto de la gloria futura, que no será posible, y Jesús lo sabe, sin el paso por el madero de la Cruz y el sufrimiento. Jesús comprende que no es posible la total y completa redención del hombre sin compartir con él lo que la misma vida también conlleva: dolor, sufrimiento, disminución y fracaso.
Será entonces, en este umbral del sacrifico de Jesucristo, en donde volverá a escuchar las palabras del Padre: “Estoy contigo, eres mi hijo predilecto, no estás sólo”.
Con toda la verdad de lo que hasta ahora he compartido con ustedes, mi vida en la Compañía no ha sido fácil. Los momentos de dificultad, las crisis, la profundidad de mis limitaciones, el límite de mis capacidades, mi fragilidad y mi pecado han sido también protagonistas de esta historia.
Sólo cuando se ha tocado el fondo de las propias miserias es cuando se ha permitido a Dios ser Dios de nuestras vidas; cuando ya no queda nada humano en donde poner las confianzas es cuando se comprende el significado del verdadero abandono; cuando nuestras vidas parecen crujir por dentro y los quiebres se hacen evidentes es cuando podemos levantar la mirada hacia lo alto y desde ahí encontrar nuevamente el sentido a nuestras vidas y continuar peregrinando.

También en estos momentos Jesucristo se me ha mostrado transfigurado: en la incondicionalidad de una familia siempre presente; en el apoyo y soporte de tantos compañeros jesuitas que estuvieron en el tiempo oportuno con una palabra de aliento; en tantos y tantas de ustedes que se transformaron en un motivo para seguir luchando. A través de cada uno Dios me fue susurrando, hablando y hasta gritando las mismas palabras: “Estoy contigo, eres mi hijo predilecto, no estás sólo”.
No es tiempo de hacer tres tiendas
“Maestro, qué bien estamos aquí. Hagamos tres tiendas…” (v. 5). El pobre de Pedro: siempre impetuoso y sin comprender. Pedro desea perpetuar este momento de manifestación y de esplendor; sin embargo, no comprende que quien ha sido testigo de las transfiguraciones cotidianas de Jesús no puede hacer tres tiendas y quedarse en el calorcito de esa experiencia.
Pedro no comprende que ha sido un testigo privilegiado de Jesucristo. Quien de verdad experimenta tal manifestación de Dios en su vida tarde o temprano comprenderá también que ha sido por pura misericordia de Dios, que no hay en él motivo alguno para la vanagloria ni para envanecerse de tal experiencia.
Que yo me encuentre hoy en este lugar como sacerdote, al servicio de la Iglesia, de la Compañía de Jesús y de los más pobres, es pura y absolutamente gracia de Dios. Ha sido Él quien ha tomado la iniciativa, ha movido mi voluntad y mis deseos para responder libremente y ha puesto los medios y gracias para que este llamado se concretara. Al mirar mi historia vocacional no puedo sino agradecer tanto bien recibido, tanta paciencia de Dios con mis debilidades y pecados, tanta ternura, tanto respeto por mis ritmos y procesos.

Por lo mismo, quien de verdad ha experimentado a Dios en su vida, le ha visto transfigurarse cada día, le ha descubierto especialmente en el rostro de los más pobres, no puede pretender hacer tres tiendas y quedarse gozando de esa experiencia. Del llamado brota la vocación y de ésta la misión: ofrecer nuestras propias vidas para que otros escuchen las mismas palabras de Dios: “Estoy contigo, eres mi hijo predilecto, no estás solo”.
Que así sea.







Comentarios

Imagen de sylvia claveria

Es una gracia para todos que

Es una gracia para todos que se ordenara un nuevo sacerdote para nuestra iglesia,ojala muchos jovenes aceptaran esta hermosa mision,felicitaciones al Padre Marcelo, que aunque no tengo la dicha de conocerlo personalmente, le envio muchas bendiciones en su labor pastoral.