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Aniversario de la Santa Cruz y homenaje al cura Miguel Diaz

20 Agosto 2010
Un momento para convocar, invocar y provocar. Por Patricio Barrios Alday
Patricio Barrio... >
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Este sábado 21, en una peña folklórica, un importante número de mujeres y hombres se han organizado para conmemorar y celebrar los 50 años de la Parroquia Santa Cruz y, principalmente, rendir un homenaje al sacerdote jesuita Miguel Díaz, protagonista -sin desearlo ni buscarlo- de una importante parte de la historia parroquial.

La Parroquia


La Parroquia Santa Cruz nació, creció y se fortaleció en tiempos de desarraigo, cuando familias enteras, nacidas bajo el sol de la pampa salitrera, empezaron a llegar y dar vida a la población que hoy la cobija, despertando bruscamente del sueño del oro blanco, de las promesas de prosperidad, del futuro anclado en la mentira y en la explotación.
Fue espacio privilegiado cuando se empezaba a hablar de Reforma Agraria, Reforma Universitaria, de universidad para todos; cuando se demandaba la participación y los espacios de los jóvenes, cuando se asumía la “promoción popular”; cuando los pobladores demandaban protagonismo desde la peyorativa “callampería” y cuando los curas se hacían más cercanos, más hermanos... y más “padres”.
La Parroquia Santa Cruz -la comunidad que la forma- fue testigo presencial de la bonanza en Arica, del progreso, del desarrollo, de la alegría por tener trabajo digno, de la profundización de la participación y de la democracia, de la visibilización de los hombres y las mujeres que, de verdad, movían esta ciudad y este país, de la organización, de la conciencia... de los sueños de una segunda independencia.
Este sábado 21, en una peña folklórica, un importante número de mujeres y hombres se han organizado para conmemorar y celebrar los 50 años de la Parroquia Santa Cruz y, principalmente, rendir un homenaje al sacerdote jesuita Miguel Díaz, protagonista -sin desearlo ni buscarlo- de una importante parte de la historia parroquial.

Miguel Díaz sj


Los organizadores de este evento de la memoria histórica y colectiva hablan de la Parroquia y de Miguel Díaz con el cariño del agradecimiento por la valentía “y, en especial, la labor, la mirada suave, la mano cercana de un hombre oportuno, de un hombre de su tiempo, de un hombre que fue pastor y parte del rebaño, que fue padre y que fue hijo, que fue conductor y protector, un hombre de la palabra justa y el abrazo amplio, un hombre, un padre, un cura, un jesuita”.
La figura y la acción de Miguel Díaz se agiganta en aquellos tiempos cuando en Chile los derechos fundamentales de las personas fueron relativizados por la llamada “seguridad nacional”, que permitía el crimen y la tortura por un supuesto fin superior. Las comunidades parroquiales -como la de la Santa Cruz- y, principalmente, con sacerdotes como el cura Miguel, lucharon por la dignidad y la seguridad de las personas sin ningún tipo de distinción o prejuicio... porque lo que importaba era el ser humano. Porque ninguna ideología, ningún dogma es tan absoluto que pueda relativizar la libertad, la justicia y la dignidad.
El sábado, sin lugar a dudas, será un momento para convocar, invocar y provocar: para convocar los años recorridos, sufridos, gozados, construidos; para invocar las energías, las fuerzas, las voluntades de tantos y tantas que se presentan y que se ausentan; y provocar el recuerdo, la memoria, el reencuentro con los compromisos, con los sueños inconclusos, con los nombres, con las acciones, con los pensamientos, con las obras... con la historia que nos pertenece.
Seguramente, gracias a la figura del cura Miguel y a los cincuenta años de la Parroquia, el reencuentro -este sábado, desde las 21:00 horas, en la misma parroquia- de los artistas populares de los 80, de integrantes de organizaciones sociales, sindicales y de derechos humanos, será intenso y se transformará, sin lugar a dudas, en una nueva posibilidad para conversar de lo pasado, de lo que están viviendo, de lo que les gustaría construir, de los nuevos proyectos: mal que mal, la democracia les debe algo más a esas mujeres y a esos hombres que, junto a la comunidad parroquial y al padre Miguel Díaz, fueron capaces de construir la unidad y las confianzas... y, todavía, falta para culminar la tarea.

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