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De Vuelta Al Colegio

05 Agosto 2006
La educación no puede ser una “asignatura pendiente” en la vida. Así lo entienden un grupo de adultos de los cursos nocturnos en el Colegio Padre Luis Gallardo. Sus historias que hacen subir el promedio de satisfacción, a continuación.
Cristian Mena A... >
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En la jornada nocturna del Colegio Católico Padre Luis Gallardo, las clases más parecen una reunión familiar de día domingo con padres, hijos, abuelitas, tías y primas, debido a los rangos de edad (entre los 18 y 65 años), pero hablando del sistema endocrino, entre otros temas propios de enseñanza básica y media. Me infiltré como un alumno más, gracias a Dolly, una alumna de 65 años, para conocer historias y motivaciones de esta “vuelta al colegio”.
Estar en la sala fue como un deja vu: mapas en las paredes, 2 botiquines al final de la sala y el estilo bicolor de las letras redondas en la pizarra. Es que de día el colegio imparte clases con niños. El contraste de los adultos en la noche fue motivador. Re aprendí la función, vida y obra de las glándulas y las hormonas. Y conversando, no memorizando. Es que la profe jefe María Teresa Velásquez nos llevó a ver unas diapositivas en DVD en una especie de mesa redonda, donde todos iban "metiendo la cuchara" con sus experiencias. Sin embargo, en el recreo conocí más a mis compañeros por un día.
Claudia tiene 36 años es como la prima mayor, esa que te enseña sin pretenderlo: es dueña de casa y hace 20 años dejó el colegio porque un ex pololo medio psicópata lo seguía hasta clases y no podía estudiar tranquila. Y aunque su esposo no la dejaba ni trabajar, logró convencerlo al fin: “me motivó mi hija de 13, para ayudarla a estudiar que es media flojita”. Hoy se siento bien, además porque tiene buenas notas: “Siempre supe que era capaz, pero sí tenía miedo porque pasó mucho tiempo y no me creía el cuento, pensaba que iba ser más difícil, pero para nada”.
Dolly Ciña, es como la abuela buena onda: fue mi socia clave para entrar al curso. A sus 65 años derrocha convicción. Sólo había llegado hasta 6to de primaria (8vo básico actual), pero ha hecho últimamente algunos cursos de comercio y también de Liderazgo y Emprendimiento de la Fundación Mercator. “Yo creía que con lo que sabía era suficiente. Me sentía bien con eso, pero cuando me preguntaban el grado de escolaridad quedaba helada”. Vergüenza quizás, se decidió a terminar su enseñanza básica en el Serme y se sacó un 6,2. Ella podía y ahora está aquí. “Todo ha sido nuevo para mí, me siento realizada al saber que puedo más. Si terminó bien, tal vez sigo estudiando, depende de la nota de fin de año. Lo bueno es que está la posibilidad con estos 2 años en que he dado un gran salto”.
Para Priscilla Sandoval, 29 años es como la tía piola: vendedora ambulante, las clases son una válvula de escape y superación, eso que al comienzo no se tenía fe. “Me gusta venir a clases, salir de la casa, estando acá uno se relaja. Esto más que un castigo por haber sido media burrita: es un recreo, porque te salen de la rutina del día de trabajar, de cocinar, de ver al marido y los hijos. Y ahora sé que me la puedo”.
Marcelo Zurita, 22 años, es como el primo pelusón: siempre "tira la talla" en clases, aún cuando por estos días está cesante. Está conciente que su inasistencia a clases durante el 2002 fruto de ponerse “bueno pa’ la jarana” le cortó el hilo. “Volví porque me hace falta el 4to medio para buscar otras expectativas de trabajo. Y si uno se deja estar y no estudia se hace tarde para buscar una mejor pega”. Y a su vez compara cuando estudió con chicos de su edad y las ventajas de estudiar en este formato nocturno. “El liceo se prestaba para mucho leseo. Acá se pasa bien de una manera distinta con otro nivel de interés. Me gusta todo, porque además compartes las experiencias de la vida”.
Risueña, Mireya Vargas, 43 años es como la mamá buena onda del compañero de curso (aunque claro, acá ella también es alumna): divide el día entre trabajos esporádicos, la labor de dueña de casa y las clases que retomó para ayudar a estudiar a su hija adoptada de 14 años que tiene una enfermedad que le pone dificultades para el aprendizaje. Gracias a eso la chica no ha repetido de curso. Pero complementa: “Mi esposo es pastor, se relaciona con personas de todo estatus y no quería ser una mujer que no sabe como desenvolverse. Ahora tengo otro pensar, gracias a Dios y mi esposo. Ella si salió del colegio, fue por falta apoyo de sus padres, ya que lamentablemente fue víctima de la violencia intrafamiliar. "Pero hoy soy una persona diferente y para mejor".
Piero Alexander de 18 años, es como el hermano pastel que renace de las cenizas: dejó de estudiar el año pasado, porque empezó a faltar a las clases. Es que se metió en las drogas y en la delincuencia. De hecho, tuvo que ir a Tacna a rehabilitarse. Hoy se pegó ‘la escurría’: “aparte de la presión en la casa, me doy cuenta que es bueno estudiar, porque ahora en cualquier trabajo se pide 4to medio”. Obvio, por lo mismo valora lo que aquí aprende más allá de las materias: “es más piola. El liceo es pura chacota. Acá hay más respeto y responsabilidad, es más armonioso, y cuando no entendemos entre todos te tratan de ayudar”.
Justina López y Mireya Álvarez, ambas de 61 años, son como las tías abuelas lejanas que te las encuentras en matrimonios y bautizos: un poco distantes, pero súper amables. Justina nunca había tenido la oportunidad de estudiar hasta que hace 4 años vino para acá. “Cada vez que viajaba o tenía que hacer un trámite, dependía de otra persona, no sabía leer ni escribir”. Eso le cargaba. Educación de campo. Es que en Visviri siempre escuchó decir: “las mujeres para qué van a estudiar, ellas están simplemente para criar hijos”. Y nunca lo cuestionó, hasta ahora. “Mi inquietud era que no quería seguir dependiendo de alguien. Me cuesta muchísimo, porque no tengo una base, nunca había ido a clases, entonces para mí a esta edad es difícil. Por lo mismo, me tiene contenta el esfuerzo. Puedo escribir y puedo hacer mis cosas solita. Rompí una barrera”. Mireya por su parte dejó de estudiar cuando tenia 14 años, saliendo de 5to no más. “Me motivé a estudiar por mi esposo. Él tiene diabetes y no tendría que manejar solo por las alzas de presión, aunque es su trabajo”. Por eso quiere ayudarlo y ser su copiloto. “Me dijeron que hay que tener 4to medio para sacar licencia de conducir, por eso me inscribí aquí. Ahora dicen que con 8vo básico basta y sobra para sacar cané de conducir, pero estoy muy nerviosa y salir de 4to me daría más seguridad”.
Tamara Muñoz, 19 años, es como una hermana. “Me salí del colegio en 2do medio, porque me fui de Arica. Estaba ocupada en otras cosas, ayudándole a trabajar a mi mamá que hacía ropa para las mineras en Antofagasta. Me aburrí de Antofagasta, volví a Arica y aproveché de volver a estudiar”. Pero antes hizo “otras tareas”: tuvo una guagüita. Y cuenta que estudiar aquí le resulta cómodo. “Lo mejor de aquí es se puede estudiar bien, porque todos vienen a eso. Y al haber personas mayores que yo, aprendo de sus experiencias. Por ejemplo, cómo cuidar mejor a mi guagua, jajaja”.
¿Y la profe jefe?, ¿qué cuenta? María Teresa Velásquez, es como la vecina que tiene la luz de su pieza prendida hasta tarde, que, lejos de molestarte, te llama la atención preguntándote ¿qué estará haciendo? Está en la nocturna desde el año 2001 cuando se inició todo esto. “Me gusta mucho trabajar con los adultos, a pesar de que trabajo en el día con jóvenes de enseñanza media, porque acá las clases están llenas de consultas, cosa que en el día no pasa mucho, porque los jóvenes o están escuchando música o están jugando con el celular y no me ponen mucha atención”. Aquí ella se realiza, porque ve que mejoran su estatus social y motivación personal. Por eso aprovecha de invitar a otros papás y adultos a que se preparen: “A veces, por ejemplo, se van a ver enfrentados a que tienen que acompañar a sus hijos a internet y no saben manejar un computador y acá le enseñamos esas herramientas”. Un ejemplo que ella ve reflejado en lo que le dicen sus alumnos: “me dicen muchas mamás que sus hijos han mejorado las notas porque les han podido explicar lo que le están pasando en la escuela”.
Satisfacción que se proyecta hasta la Directora, Patricia Carvajal, quien apunta que la jornada nocturna “nace como una necesidad de la comunidad: muchos alumnos de la jornada de la mañana que sus papás o algún familiar cercano no tenían terminados sus estudios y los invitamos a que vinieran a inscribirse”. A esto se suman vecinos del sector y jóvenes en rehabilitación de Qhaltani y La Llareta. “Aunque suene extraño, generalmente le va mejor a los adultos que a los jóvenes, porque los jóvenes son más irresponsables, están ‘en otra’ y los adultos les dicen ‘no poh chiquillos, pónganse las pilas’”. Es que para muchos venir para acá es como un escape, donde viven etapas que ellos se saltaron. “Entonces es lindo que vengan otra vez y que esta vez sean capaces de escalar las montañas del conocimiento y salir adelante”. Y la sub directora Rosa Olivares, complementa: “una de las mayores satisfacciones es tener alumnos que han seguido estudiando en la universidad e instituciones de la armada. Y la satisfacción de ver como rejuvenecen, como se inyectan una energía especial y afloran lo mejor de ellos”.
Pues bien, todos estos alumnos quieren “pasar agosto” y llegar a octubre, mes en que quieren viajar a Arequipa - Perú. Están trabajando en eso. Pero aunque han hecho rifas, cuotas y hasta discotheques a su beneficio, les falta plata. Y tiene que ser octubre y no diciembre para no perder las fiestas con su familia. Ojalá lo logren, se lo merecen. Tanto como festejar el aniversario del colegio que ellos celebrarán la otra semana y cuyas actividades ya las tienen programadas. Y que estaremos cubriendo (especialmente el día de la presentación gastronónica...).
Me llamó la atención que de 15 alumnos, 10 eran mujeres. ¿Machismo? Para nada. Esto demuestra más actitud y menos vergüenza para retomar los estudios por parte de ellas. Al mismo tiempo, me gustó que el método no sólo es memorizar, sino que se conversa. De hecho, en los recreos toman “once” y comparten sus vivencias. Ya lo decián Los Fabulosos Cadillacs en su canción “Mal Bicho”: “en la escuela nos enseñan a memorizar, pero que poco nos enseñan de amor”. Aquí si enseñan aquello y se agradece.
A través de esta “intervención”, quiero valorar el esfuerzo muy grande de estas personas, muchas veces superior al de los jóvenes que han salido hace poco de enseñanza media, con su mente más fresca. Espero que sus historias de superación motiven a otras personas para que se atrevan. Hay educación gratuita, sólo se necesitan ganas, entusiasmo y compromiso. Se puede, si se quiere.
Colegio Católico Padre Luis Gallardo
Dirección: Loa #2162
Fono: 248999
Inscripciones: Diciembre y Marzo

Requisitos enseñanza básica:
15 años de edad como mínimo, con certificado de último año cursado y carné de identidad.
Requisitos enseñanza media:
18 años de edad como mínimo, con certificado de 8vo básico. y carné de identidad.

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