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Imagen de Abelardo Sewell Tyndell

Calderas rajadas Lluvia,

Calderas rajadas

Lluvia, lluvias, lluvias: las de siempre

cada año, cada invierno, nada cambia.

Los veranos suceden a los veranos:

ganados calcinados, deshidratados

es el hambre de siempre que se recicla

nada cambia, nada se altera es el mismo sol?

Bajo este cielo grisáceo, presagiante?

Persistimos todavía más que existir.

Idiosincrasia, dedocracia, mediocracia

?democracia?, burocracia, plutocracia?

caracterizan esta célebre sociedad.

Son las que cuajan bloques de monopolio,

como viejos paraguas contra el cambio

en mi país, mi ejemplar país.

Un estornudo tras la inclemencia

y todo, todo, todo colapsa;

en mi país, mi ejemplar país:

calderas rajadas en pleno cocimiento,

caminos ladeados como ramajes tristes,

la perplejidad del visitante ignorada?

Pero las eminencias se visten de impunidad;

mientras empuñan medidas de choque

multiplicadas en boca de loros,

coladeras de mentiras sosegando calles,

todo esto sucede en mi país, mi ejemplar país.

Pero hay mucho más, infinitamente más

cual cenizas volcánicas escarchándose:

sobre los tejados, los balcones, las sábanas

que cubren las enredaderas del patio.

Fundidora de castas son los registros

coloniales: fariseos, filisteos, bárbaros,

negros, indios, criollos, blancos?

sin embargo; persisten nuestras penas,

no importa que disimulemos los hechos,

ocultemos las historias desagradables

o cambiemos nuestros nombres,

todos se confunden en mi amor probado.

Porque muy a pesar de todo

este es mi país, nuestro ejemplar país.

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