Allí en la zona maulina, entre Talca y Constitución, hay un pueblo que se llama Jorge González Bastías. Los viejos lugareños hablarán del poeta o del señor de capa y espada, que se vio envuelto en un proceso judicial por hacer lo que la justicia establecida no hacía: defender a un grupo de campesinos que eran humillados por un dirigente político. Ante dicha situación González Bastías disparó un balazo a la persona solo para amedrentarla. El poeta estuvo por ello un breve tiempo en prisión. Los trabajadores le amaban. Era su poeta y su apologista. Su mejor amigo fue Jerónimo Lagos Lisboa, poeta también.
Hace pocos días anduvimos en la zona maulina y allí, en el pueblo de San Javier, un pueblo quieto y de mujeres muy hermosas, hay un liceo que lleva el nombre de Jerónimo Lagos Lisboa.
Magnífica cercanía de dos amigos tras la muerte. González Bastías es un pequeño pueblo y Lagos Lisboa es un colegio.
Justo recuerdo de dos importantes poetas chilenos que, sin embargo, no son muy conocidos a nivel nacional.
González Bastías fue un hombre que ejerció el periodismo en esa zona- el Maule-y que luego se vino a Santiago a hacer igual tarea. Después se dedicó a un campo de su propiedad. Algunos de sus libros se llaman: “Misas de primavera” (1911); “El poema de las tierras pobres” (1924); “Del verano nativo” (1940), entre otros. Nació en 1879. Se nos fue en 1950.
No sé por qué, pero encuentro que en la vida de este gran poeta lárico y lírico a la vez, hay un parecido con la vida de muchos poetas del campo chileno. Y pienso especialmente en los poetas populares que cantan a su entorno como a la fuerte y frágil, valga el antagonismo, vida de campo.
Como viajo con cierta constancia, cuando voy a la zona del Maule, entre Talca y Constitución, me voy mirando esos paisajes llenos de sembrados de hortalizas, árboles frutales y donde hay tanto bosque, encontrando la belleza enorme de la naturaleza; sin embargo hay cosas que causan desolación y dolor. Desolación me causa la constante eliminación de los bosques y esos camiones acoplados cargados de madera en bruto que pasan durante todo el día y a velocidad irracional; al igual que buses y vehículos particulares. En menos de diez kilómetros -entre el río Loncomilla y el sector de Vaquería- hay, a lo menos, veinte cruces que señalan igual cantidad de víctimas por atropello, en un lapso que no supera una década.
Brutalidad que me pone otra vez en tierra y me hace pensar en el ilustre Jorge González Bastías, el poeta de la zona maulina. ¿Qué habría dicho el gran poeta de la tierra, su tierra, sobre el desgraciado futuro de esos parajes bellos y arrasados y de los caídos por la irresponsabilidad de muchos choferes?. Estoy seguro que habría salido irritado a criticar esto y con él habría estado su amigo Jerónimo Lagos Lisboa.
“Vertiente de la roca” es un excelente poema de González Bastías. Dice: “El agua vierte, vierte, vierte./ Sangre de un generoso corazón,/ fecundará simientes.// No hay viento, no hay sequía que la ciegue./ No hay soles que la turben./ El agua vierte, vierte, vierte.// No la alimenta ni lluvia ni fuente./ Hilos de plata, guedejas de oro./ El agua vierte, vierte, vierte.//. Y por las faldas ásperas desciende/ cantarina, fugaz y milagrosa/ a hacerse trébol,
miel y fruta agreste.// Y levanta una casa, y funda un verde/ huerto de paz./ En lo alto, en la roca, / el agua vierte, vierte, vierte.”
Un poema a su tierra maulina, que debiera ser un canto a todas las tierras de Chile y de todos los pueblos del mundo. Jorge González Bastías debe seguir viviendo en el corazón de todos los hombres y mujeres sensibles, libres y libertarios.
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