La censura en torno a “El ciudadano Kane”

16 Julio 2013

Un film polémico, mutilado antes de su estreno al sucumbir Orson Welles a las amenazas del zar de la prensa amarillista de la época que se sintió representado en el personaje central.

Luis Mendoza >
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La presente crítica está, en cierta forma, truncada, debido a que los comentarios refieren aspectos de una película mutilada antes de su estreno. Originalmente, “El Ciudadano Kane”  tenía una duración de dos horas, dos minutos y 40 segundos, pero se redujo a una hora, 59 minutos y 16 segundos.

Esos casi cuatro minutos que no se ven en la película estrenada el 1 de mayo de 1941, obedece a las presiones que hizo el zar de la prensa amarillista William Randolph Hearst, que intentó boicotear la distribución del film. No obstante, logró que se eliminaran las alusiones a su persona al suponerse identificado en el personaje central.

Por lo tanto, estamos ante una película que se sometió a la censura fáctica y que, si no lo hubiera hecho, corría el riesgo de no ser estrenada. El director y protagonista del film, en ese entonces un joven de 25 años, Orson Welles, estuvo de acuerdo con los cambios en el montaje para complacer a los abogados hollywoodenses que sucumbieron al chantaje de Hearst.

Este preámbulo nos pone en parte del enmarañado guion de la película,  que expone la vida y “milagros” de un hombre nacido con fortuna, una especie de rey Midas con síndrome de Diógenes, que todo negocio que emprendía le reportaba millonarias ganancias y con una declarada obsesión por poseer y coleccionar inmuebles, antigüedades o reliquias costosas. Un magnate intocable capaz de manipular la opinión pública e imponer sus reglas.

“ROSEBUD”

Charles Foster Kane es un niño cuya tutoría la obtiene una entidad bancaria, que, al cumplir los 25 años, le entrega su independencia y una incalculable herencia económica producto de la explotación de una veta de oro de propiedad materna. Al momento de ser despegado de sus padres, el pequeño, que se resistía a la partida, deja entre la nieve su más preciado juguete, un trineo.

La cinta comienza con el brusco fallecimiento de Kane, en la frialdad más pomposa de su castillo, abandonado por su segunda mujer, exhalando en su último segundo una ininteligible palabra, “rosebud”, que se convertiría en la clave para desentrañar y mostrar su historia, plagada de pasiones y misterios, de inversiones y poder, de noticias y escándalos.

Tras ello sucede la trama, con una serie de intrincadas escenas que combinan el realismo y el expresionismo, a través de secuencias de imágenes que revolucionaron la meca del cine: Hollywood. Tal vez acá radica el mayor valor cualitativo de la cinta, los planos impresionantes y la innovadora fotografía, las profundidades de campo, los contrastes de luces y sombras, la pulcra edición a pesar de la maraña de ideas y sucesiones de la historia. En resumen, el new style y mirada visionaria de Welles como director.

La personalidad de Kane proviene de una madre impositiva, pragmática y fría y un padre carente de comprensión y pusilánime. Mucho se puede decir del personaje ensalzado en demasía, por su exitismo, sus fortalezas periodísticas y empresariales, por sus conquistas amorosas, pero el guion no es tan simple, tiene profundidad psicológica, muestra actitudes, conductas, valores, principios, ambiciones de un mundo donde pareciera que todo es fácil.

EL SELLO DE WELLES

Las actuaciones serían perfectas sino fuera por la sobreactuación, entendible por cierto debido a la estricta formación teatral de cada uno de los actores, lo que hace que el film sea por momentos lento, como planificado para no cometer fallas, o hecho a priori para darle suspenso, porque al inicio da la impresión que se trata de una cinta de terror. Hay escenas superfluas, como las de la ópera, que se alargan innecesariamente.

Elementos de prensa escrita, radio y televisión se conjugan de una forma fluida en el desarrollo de la película, donde se revela el predominio de los medios de comunicación en la sociedad, convirtiendo al periodismo en el llamado “cuarto poder”.

Hurgando un poco más, nos encontramos que Orson Welles le imprime a Charles Foster Kane gran parte de su fuerte personalidad, incluso hay coincidencias con su infancia acaudalada y el detalle de “rosebud” tiene parangón con juguetes que marcaron su carrera actoral: una linterna mágica, un cuadro de pintura y un teatro de marionetas.

Al parecer, sutilmente, el célebre director se proyectó en el personaje, a tal grado que ambos trascendieron en el tiempo. Al igual que “el ciudadano Kane”, el actor sostuvo dos tórridos romances en la vida real. Aquí radica el mérito principal de un creador, de su genialidad, mostrarse sin ser descubierto.

Si hubiera que calificar la película con parámetros de la época, recibiría el rótulo de excelente, pero con parámetros actuales, es un film aceptable, digno de verse, que es un hito en la cinematografía norteamericana y abrió las puertas de la fama a un novicio pero talentoso Orson Welles.

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