Cuiabá: Batalla, arte, fraternidad futbolera y un chileno en el triunfo de nuestra Roja

17 Junio 2014

A horas de un nuevo encuentro de nuestra Roja en el Mundial de Brasil, un relato épico de lo que fue el triunfo de Chile en Cuiabá. Pasión de chilenos y chilenas que llegaron del Pacífico al Atlántico para estar ahí, junto a nuestra Selección Chilena.

Esteban Valenzu... >
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Había que ir a Cuiabá e ir a un mundial en la vida, sobre todo cuando al cumplir cincuenta uno se siente definitivamente en el segundo tiempo. Fui a un partido, el más barato, el más accesible, en un ir y venir...fue el partido maravilloso.  Como buen rancaguino nacido con los ecos del Mundial del 62 por la localía en el Estadio de El Teniente, y ante la fatalidad de que Chile no fue aArgentina 78 (eliminada por Perú del gran Teo Cubillas).

Cuiabá, la capital del Mato Grosso, fue una batalla para muchos, para alcanzar la ciudad caliente que se ubica exactamente en el punto geodésico de Sudamérica, su corazón real, a media distancia del Caribe, el Atlántico, el Pacífico y el Estrecho de Magallanes. Cerca de los mil pájaros del Pantanal, y atravesado por cientos de camiones que transitan con la carga de soya  hacia todos los puntos cardinales.

Se vió llorar a los pobladores que juntaron el dinero y así mostrar los carteles de La Pintana, Maipú o la Rancagua Sur en los balcones del Arena Pantanal. A los que cruzaron en auto por Jama, los que tomaron buses por cientos de horas, los mochileros que cumplieron una idea obsesiva, los mineros y los jubilados que se decidieron a darse el gustito.

Se calcula en veinte mil los chilenos y entre ellos muchos rancaguinos, que soportaron viajes largos, atracos en una zona que huele a Far West, donde la gente está enojada por la corrupción política, por las obras que nunca se terminaron, por los sobreprecios en la construcción de estadios. Todos están indignados, no creen. Sergio Arévalo, un ingeniero mapucista de la Universida de Chile, que ha trabajado en estadios en Chile lo corroboró: valen un millón de pesos por asiento de capacidad, es decir trece mil millones si un estadio para trece mil personas...pero en Brasil costaron el triple.

Otro eco de la corrupción fue la compra masiva de entradas por especuladores que no controló la FIFA. Se quedaron con los crespos hechos, andaban como gallinazos y buitres buscando chilenos y australianos...los mismos que no viajaron porque se decía que estaba todo vendido... allí esperaron en vano cobrar cinco veces por las entradas. El Estadio se llenó sólo un 80%.

Los rancaguinos gritaron por la Celeste, mostraron su bandera, se emocionaron al cantar la cantar nacional con la estrofa a capela y los brasileiros presentes aplaudiendo de pie una muestra de cohesión subterránea del país que corea su rechazo a la opresión, que su tumba es de los libres y que es un asilo de la libertad.

Fue una batalla para muchos, una batalla que vencieron. Se ganó a Australia, que es un equipo fuerte, que es difícil para cuelquiera hacerle tres goles, que tuvo a dos medios rancaguinos como Sampaoli y Boseaujeur de protagonistas... que en los comentarios por la baja estatura de nuestros defensas ante los gigantes de Oceanía, muchos comentaron que ojalá pronto esté Benjamín Vidal en la selección.

Antes y después la fraternidad fue ejemplar. Fotos con los australianos, abrazos, bromas, amenazas... con los de más edad, recordamos el partido en el Mundial Alemania 1974, un empate a cero bajo una lluvia torrencial.

Ganó Chile, aplaudieron, y después festejaron con la muchachada chilena en la Plaza Popular en el centro de Cuiabá, donde el Canguro compartió con los dos carácteres chilenos: el cóndor y el huemul, el altivo y el amable, el dominador y el tímido, el (las) de cordilleras y bosques.

Había que ir a Cuiabá, en el corazón de Sudamérica, en un privelegio de pocos, pero gritando a todo pulmón con Gregorio y Joaquín para poner un grano de arena en el triunfo del país de batallas, que en el arte del fútbol encuentra caminos de fraternidad.

Le mandaron un recado al rancaguino Eduardo Vergara, quien trabaja en Estadio Seguro: no hubo ninguna pelea y se dejó beber cerveza... en las antípodas de nuestro carcelario camino a la seguridad. Lo importante es hacer cumplir la ley estricta contra el que agreda y que por  una década no pise un Estadio. Pero hay que creer en la posibilidad de civilizar la pasión colectiva.