El secreto del éxito en las empresas modernas

25 Abril 2018

No basta con mentes brillantes, talentosos exponentes, relucientes títulos universitarios… de hecho, eso es fácil de conseguir.

Patricio Arias >
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Muchas de las empresas que hoy reconocemos como exitosas en el mundo de los negocios han usado una estrategia muy diferente a la que utiliza una empresa de estructura piramidal, es decir, aquella donde el trabajador obedece al jefe de área, éste último responde a los gerentes, y éstos a los directores o CEO.

Hoy estamos viviendo una reforma radical en la estructura de los negocios que implica que ya no hay un ser todopoderoso, generador de únicas e irrepetibles ideas de éxito, que lidera mágicamente a sus trabajadores en forma de cascada. Estamos viviendo el apogeo de lo que se llama el “trabajo colaborativo”, un término para nada nuevo, que de hecho ha sido acuñado desde principios del siglo pasado por ilustrados pensadores en otros contextos, el cual se ha involucrado fuertemente en el mundo de los negocios actuales.

Miremos a las empresas clásicas top innovadoras del mercado: Apple, Tesla, Facebook, Netflix, etc. Todas ellas tienen un “cabecilla” que es el rostro visible que muchos conocemos. Ellos son íconos que necesitamos para asociar con la empresa y su trasfondo. Con esto no quiero decir que estos rostros no sean necesarios, al contrario, también juegan un rol importante, pero esta columna está enfocada en visibilizar a los que hacen posible que existan ideas que desarrollar y se ejecuten. La gran verdad, es que no detrás, sino al lado de cada cabecilla, hay todo un equipo trabajando en conseguir las ideas más novedosas y disruptivas para competir en el mundo de los negocios.

Dentro de estas empresas hay equipos de personas, empoderadas de múltiples disciplinas, trabajando codo a codo por sacar a relucir esas nuevas ideas que los ayudarán a seguir posicionándose en los rankings de los top 10, con el deseo impetuoso de no dormirse en los laureles. Pero conseguir un equipo altamente eficiente en esta nueva estructura transversal no es fácil.

Un poco de historia

Charles Darwin y Thomas Huxley habían llegado a la conclusión de que las jerarquías sociales existentes eran el resultado de la selección natural, algo muy similar a lo que conocemos como la estructura piramidal empresarial: “la supervivencia del más apto”, o como banalmente se conoce “el más fuerte sobrevive”. No pretendo poner en cuestión la acertividad de este planteamiento, pero hay algo que estos científicos pasaron por alto al momento de presentar “El origen de las especies”, y es que en la naturaleza existen otras realidades que no se tomaron en cuenta en esa teoría.

En 1902, el ruso Piotr Kropotkin, publicó “El apoyo mutuo: un factor en la evolución” en el que planteó que había algo más que la competencia individual y la supervivencia del más apto en la evolución. En el contexto de nuestra sociedad, y extrapolado tanto a la naturaleza como al mundo de los negocios, la mutualidad es el apoyo directo al desarrollo en aras de un bien común. Tanto los seres vivos como las empresas necesitan de la cooperación, la empatía y el trabajo para enfrentar condiciones adversas a su bienestar y avanzar hacia el éxito.

Entonces, ¿Qué te parecería si te dijera que el motor de la evolución en los negocios es la colaboración y no la competencia?

La auténtica clave

Una empresa está compuesta por personas, que forman un equipo, pero bien sabemos que no todas las empresas son buenas, ni todos los equipos buenos, independiente de la calidad de quienes los conforman.

Para tener un equipo altamente eficiente, creativo, innovador y disruptivo, son esenciales dos puntos: 1) personas que sepan cosas y 2) que estén dispuestas a compartir lo que saben. El secretismo es altamente nefasto en este contexto. Ya no se vale ser el más capaz en algo si no eres capaz de formar redes e interconectarte con el resto del sistema.

No basta con mentes brillantes, talentosos exponentes, relucientes títulos universitarios… de hecho, eso es fácil de conseguir, pero la forma en que esta gente interactúa entre sí a favor de un potente propósito colectivo -como lo es vender y sobrevivir en la jungla del mercado- es la auténtica clave del éxito. Incluso las personas más capaces e inteligentes pueden constituir un equipo ineficaz si no están bien equilibradas.

Entonces, la cosa es conformar equipos con gente que sabe y comparte, pero ojo, compartir con personas que saben lo mismo que tú sería contraproducente. Es por eso que es importante no sólo el trabajo colaborativo, la disposición a compartir, sino también la multidisciplinariedad en el equipo. ¿De qué serviría tener al mejor exponente en un área específica si sólo es capaz de hablar con gente que habla “su mismo idioma”? ¿Cómo nacerían así las ideas que rompen esquemas si tan solo se manejan dentro de su zona de confort en el conocimiento?

La conclusión merece repetirse: reunir el equipo adecuado es el requisito necesario para tener las ideas correctas. Un buen equipo está formado por personas que se complementan, que están dispuestas a escuchar a personas que saben cosas diferentes, y eso quiere decir: el trabajo colaborativo no es suficiente si no existe también la multidisciplinareidad.

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