¿Felicidad o seguridad? Un dilema de muchos jóvenes cuando optan por una carrera

21 Enero 2019

La elección es más difícil de lo que creemos.

Mª Cristina Alfred >
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Diciembre y enero son tal vez los meses más decisivos que un adolescente enfrenta en su vida, sobre todo cuando lo planteamos desde la perspectiva que debe optar por una carrera profesional. Pero si a lo anterior, se agrega el condimento familiar “padres, seguridad, dinero, empleo, desarrollo, amigos, expectativas”, más la poca experiencia en el ámbito de tomar decisiones, puede ser un tema estresante.

El escenario es interesante de plantear cuando nos detenemos a observar todos los esfuerzos que el ser humano hace durante su vida para sentirse “feliz”. Al parecer, este concepto cada día se convierte en una ambigüedad difícil de interpretar, llegando a ser definido por algunos autores como el “fetichismo de la felicidad”.

La adolescencia es una etapa de la vida de los jóvenes que para muchos padres es un gran dolor de cabeza, mientras que para otros una etapa de los primeros vuelos de independencia que los hijos emprenden; por tanto, es preocupante lo que finalmente deciden. Más aún, si en la ecuación tenemos variables como intereses de los padres, de la familia, la estabilidad futura, el empleo futuro, las competencias y los intereses del hijo. Dejo al final, los intereses del hijo, es decir del involucrado, ya que muchas veces parece ser lo último que pondera “cuando pondera” en la decisión.

La elección es más difícil de lo que creemos.

La verdad está en comprender que pocas veces el ser humano puede llegar a la instancia de decidir lo que puede hacer y también sentirse realizado contribuyendo con ello a nuestra propia felicidad. Lo que pasa es que si miramos la vida, logramos darnos cuenta que la elección nunca al parecer ha sido del todo libre...

No elegimos a nuestros padres, no elegimos a nuestros hermanos, no elegimos a nuestros sobrinos o sobrinas, no elegimos la casa donde queremos vivir, no elegimos la situación económica, no elegimos el sector donde queremos vivir (y, tal vez, no elegimos la ciudad que nos hubiera gustado vivir), no elegimos (todos) el colegio donde queremos estudiar y tampoco las vacaciones que quisimos. Vamos más lejos, ¿elegimos libremente a nuestro o nuestra compañera de vida? Algunos sí, otros no, pero eso queda de reflexión para cada uno.  

Si hacemos un balance, son pocos los espacios de decisión libre sin tener alguna restricción en cuenta, la que se ve reflejada en la elección final.

Los jóvenes -bajo la mirada de la presión familiar- suelen escuchar frases como “ser alguien en la vida”, “existen carreras mejor valoradas”, “esa carrera te va asegurar un ingreso económico”. 

Sin embargo, pocas veces escuchan frases como “tu elección, va a contribuir a tu identidad”, “será lo que harás toda tu vida, sino estas seguro puede que te sientas frustrado”, “poco importa, lo que el resto diga… estudia lo que sientas que es para ti” o “estudia lo que sientas puedes aportar desde tus habilidades”, “las expectativas son tuyas y no del resto”… Estas frases quizás nos llevarían a tener jóvenes más felices, menos ansiosos, más seguros y empoderados, con menor grado de desigualdad, con mayor vocación profesional, etc.

Lo que pasa es que una elección en base a una ilusión de reconocimiento futuro o prestigio social, no es un buen argumento.

Generar el espacio para plantear a nuestros jóvenes que la elección en esta etapa de la vida es importante por lo que significará. En la medida que se entreguen herramientas que empoderen y les permitan reconocer en qué son buenos o en qué no son tan buenos, la decisión será más fácil y con un menor grado de angustia.

De este modo, las preguntas serían: ¿Cuántas herramientas entregan los colegios a los jóvenes, para que esta decisión sea más fácil?, ¿el grado de estrés que viven los jóvenes en esta etapa de la vida podría ser menor?, ¿cuánto existe de influencia de los colegios, amigos y padres en la decisión final?

Transmitir que la profesión y la vocación no vienen juntas, el "enamorarse" del trabajo es una etapa que muchas veces descansa en el rol de los académicos y profesores, donde los jóvenes ven en ellos el hacer. La vocación se construye, se trabaja y cada día de la vida se va reconstruyendo; por tanto, pedir que una persona a su corta edad sea capaz de razonar en toda esta extensión, es ambicioso, más aún cuando muchas veces ni los propios padres fueron capaces de elegir correctamente.

Preparar a los jóvenes en la comprensión que la universidad es la mejor etapa de la vida, donde se debe caminar y no correr, concebirla como un camino que debemos ser capaces de detenernos para mirar atrás de vez en cuando para ver los avances, hará una etapa enriquecedora. Disfrutar de las experiencias, de las personas, de la conversación, de los permisos y de los errores permitirá contar con profesionales plenos con un sentido de vocación.

Lograr un equilibrio entre la razón y el corazón no es fácil para los adultos involucrados, en este caso los padres, quienes muchas veces sufren de amnesia, pues ellos también vivieron esta etapa y estaban con las mismas interrogantes o peores. Pero el tiempo habla y nos dirá si la elección es o no la correcta, lo importante es escuchar nuestro interior.

Finalmente, tanto para los jóvenes como para los padres, estos meses son difíciles. Existen expectativas que atormentan y la inversión de los años de colegio debe empezar a dar frutos para algunos; y para otros es el momento en que dejamos partir a los hijos "en busca de la felicidad", como la película. No obstante, es el momento para pensar en lo esencial que es para el hombre hacer lo que realmente queremos y contribuir a una sociedad mucho más feliz, sin argumentos que al final del día no sumaron y a nadie le importaron, porque los resultados cada uno los lleva consigo.

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