Despotismo ilustrado del siglo 21

13 Noviembre 2019

El día 18 de octubre de 2019 la ciudadanía se hartó de quedarse fuera de la cocina. Se cansó del despotismo ilustrado, del paternalismo, del principio de subsidiariedad y de los consensos entre 4 paredes.

Enzo Varens >
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Durante el ocaso del siglo 18, en los tiempos previos a la Revolución Francesa, una camada de monarcas europeos decidió abrazar los nacientes ideales de la Ilustración y, al mismo tiempo, conservar el poder absoluto propio del Antiguo Régimen. Así, insignes reyes y reinas como Federico II  de Alemania, Carlos III de España, Luis XVI en Francia y Catalina II de Rusia, gobernaron bajo la máxima de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, esto es, la implementación de políticas en bienestar del pueblo llano y de la burguesía, mas sin que ellos puedan tener una intervención directa en la realización de éstas. Mientras duró el despotismo ilustrado, muchos pensadores ilustres como el barón de Montesquieu, Jean-Jacques Rousseau, John Locke y otros, advirtieron de los riesgos del absolutismo ilustrado. Pero lo cierto es que los monarcas absolutistas hicieron oídos sordos a los signos ominosos de cambio, y producto de ello, continuaron con el “despotismo ilustrado”, hasta que estallaron las crisis sociales: la Revolución Francesa, la independencia de las Américas, y ya bien entrado el siglo XX, la revolución bolchevique en Rusia y la República de Weimar en Alemania.

Pero el despotismo ilustrado, al parecer, no desapareció de la historia con la caída de las monarquías absolutas. En Chile lo padecimos en carne propia durante 17 años de dictadura cívico-militar y 29 años de transición democrática. En efecto, tanto Pinochet como todos los otros mandatarios que lo siguieron, han gobernado con el mismo lema: “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Es evidente que la dictadura se caracterizó precisamente por eso. Pero en democracia pasó exactamente lo mismo. La “cocina” de Andrés Zaldívar no es sino despotismo ilustrado en un mundo globalizado. “No todos pueden entrar a la cocina”, se nos dijo. Es decir, no todos pudimos tener voz y voto en las decisiones que tomaron, en su oportunidad, nuestros representantes. ¿Acaso alguien nos preguntó si queríamos que Ricardo Lagos instaurase el Crédito con Aval del Estado con la concomitancia de la banca? ¿Acaso nos preguntaron si queríamos continuar con el sistema de las AFP? Se nos dijo que los temas eran muy complejos, que debíamos dejarlo en manos de los economistas, de los contadores, en fin, de los cocineros. “No se preocupen”, nos dijeron nuestros representantes durante la transición. “Nosotros sabemos qué es lo mejor para ustedes”.

¿El resultado? El día 18 de octubre de 2019 la ciudadanía se hartó de quedarse fuera de la cocina. Se cansó del despotismo ilustrado, del paternalismo, del principio de subsidiariedad, de los consensos entre 4 paredes; en fin, se cansó de la cocina. Pero al parecer, nuestra clase gobernante aún no lo entiende. El Congreso Constituyente propuesto por el Gobierno no es sino una muestra más de despotismo ilustrado en el siglo 21. El Congreso Constituyente consiste, básicamente, en que el Parlamento elige a algunos de sus integrantes para, o bien redactar reformas a la Constitución vigente, o bien redactar una nueva Constitución. Por su parte, en la Asamblea Constituyente es la misma ciudadanía la que elige los representantes que se encargarán de los cometidos anteriores. La diferencia está en que, en la Asamblea Constituyente los representantes son elegidos únicamente con el mandato de realizar la nueva Constitución, mientras que en el Congreso Constituyente los representantes fueron previamente elegidos, pues ya son diputados o senadores. “No se preocupen”, nos dicen, “nosotros sabemos lo que es mejor para ustedes.

Por eso, entiendo que la Asamblea Constituyente es el camino. Llegó la hora de que terminemos con el despotismo ilustrado. Queremos tener voz y voto. Queremos aquello que, en palabras de Abraham Lincoln, es el gobierno “de, por y para el pueblo”: queremos democracia. De verdad.