La crisis matrimonial de la Concertación

22 Septiembre 2011

Como en los matrimonios rotos la concertación discute hoy si vale la pena seguir juntos, durmiendo en la misma cama. ¿Superarán esta crisis?

Edison Ortiz G >
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Como en los matrimonios rotos la concertación discute hoy si vale la pena seguir juntos, durmiendo en la misma cama. Si uno jugara a ser un terapeuta familiar, luego de escuchar a las partes tendría que señalar que, uno de los miembros de la sociedad conyugal se aburrió definitivamente, se desenamoró y aquello que se mantenía atado por el encanto del Estado, ya no vale la pena seguirlo sufriendo en la oposición. “Afuera hace mucho frío” decían los socialistas españoles cuando perdieron el poder con Felipe. Aquí no hay vuelta atrás, al menos que nuevos amores, crecidos al alero del desgaste de la coalición pudieran alegrar la ya aburrida casa que sufre la desafección permanente de ex miembros de ella y que encuesta tras encuesta, confirman la pérdida. Así alegan los abogados Tohá y Gómez, litigantes de esta parte en disputa.

La otra mirada presente en el conflicto, la del matrimonio por conveniencia, en tanto, apela a los recuerdos, a los veinte años que, no en vano, estuvieron viviendo juntos. Son demasiados los recuerdos, los éxitos, las lealtades, por último la promoción social de varios miembros de la familia que trajo consigo la unión conyugal, como para tirarlas así, repentinamente al tacho de la basura señalan los Andrade los Escalona y los Walker, representantes de esta parte de la familia.

Cada una de los representantes de ellos piensa, sinceramente, tener la razón. Los voceros de los primeros indican que no tiene sentido continuar con esta familia tradicional y postulan, ya abiertamente, su sobrevivencia sólo si se transforman en un matrimonio moderno y aceptan sin empachos que hay nuevos amores merodeando por el barrio y que hay que oficializarlos. Reiteran que, si ya estamos ad portas del pacto unión civil que más da echarle una “canita al aire” a esa desgastada relación. Tal vez hasta la oxigene. Los más conservadores en cambio, sostienen que eso es imposible, que ellos no están a tono con los tiempos y que, sinceramente prefieren continuar con las cosas como están aunque se hunda el barco prontamente: “hasta que la muerte nos separe”, reiteran.

Por último, indican que apelarán a la reina madre, para zanjar la situación pues, insisten: “hay un status social que mantener”, aunque el resto del país, tal como lo indican las ya reiteradas evidencias de este año, se esté yendo a pique. Tamaño lío en el que está metida la otrora poderosa alianza conyugal que, por entonces, provocaba la envidia y los buenos comentarios de la familia de al lado, por entonces desecha y sin rumbo fijo desde que el patriarca perdió el plebiscito en 1988. ¿Transformarse y ampliarse para seguir respirando o, definitivamente, morir con las botas puestas, preservando los muebles y los cuadros de la casa tal como están? Sí, porque la integración al contrato conyugal de nuevos amores, puede terminar matando el amor original; en tanto que, la segunda, morir a lo Romeo y Julieta, definitivamente no es alternativa, menos para quienes dieron muestras durante dos décadas de poseer un sentido innato para el sentido común.

Tal vez los líderes de la concertación tendrán que aceptar que los amores alguna vez, definitivamente se mueren de verdad pero que, como en los matrimonios separados que comparten hijos comunes la vida puede seguir resultando grata y continuar compartiendo historias comunes. Después de todo por algo la vida transcurre y de niños nos transformamos en viejos que pronto morimos, así como la primavera sucede al frío invierno. Es la vida y su perpetuo cambio. De lo contrario, pasarán a mejor vida…