La realidad tras las amenazas de Corea del Norte

28 Marzo 2013

Más de 40.000 soldados estadounidenses y surcoreanos se encuentran actualmente realizando maniobras militares en la península coreana, como parte del ejercicio anual Foal Eagle.

Gloria Delucchi >
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Antes del combate, bombardeos y submarinos de EE.UU. se dirigieron a la región, en un esfuerzo por “mejorar la seguridad y la preparación” de Corea del Sur. Esos ejercicios son considerados como una garantía visible de la confiabilidad de la alianza de Washington y Seúl y su compromiso extendido de disuasión.

Corea del Norte supuestamente hace una lectura diferente del propósito de estos ejercicios, argumentando que podrían ser una pantalla para la preparación de un ataque sorpresivo. Por tanto, como respuesta, Pyongyang ha recurrido a su herramienta más familiar, fieras amenazas de escalada del conflicto.

La cobertura internacional de las tensiones con Corea del Norte crea la impresión de que sus recientes amenazas en respuesta a los ejercicios militares surgieron de la nada.

De hecho, Pyongyang ha objetado ruidosamente las maniobras conjuntas durante décadas. En lo que sus últimas amenazas difieren del pasado es en su intensidad y especificidad.

Durante el mes pasado, Pyongyang prometió hacer trizas el armisticio de 1953 entre las dos Coreas y cerrar la línea directa en la región fronteriza. Luego anunció que había incrementado el nivel de disposición al combate de sus fuerzas de artillería, con las bases estadounidenses en Guam y Hawai en el punto de mira.

El aviso más audaz de Pyongyang fue que se reserva el derecho a una guerra nuclear preventiva contra Washington o Seúl.

Aunque Pyongyang ha cumplido con cortar la comunicación en Panmunjon, hay pocas razones para sospechar que lo hará con algunas de sus promesas, al menos a corto plazo.

Una razón es que el principal público de las duras palabras de Kim Jong-Un es interno. El joven líder fue promovido velozmente en el Ejército Popular de Corea por su difunto padre, a pesar de haber hecho poco para merecer esas calificaciones. Enfrentarse a los enemigos externos del país ayudará a Kim Jong-Un a consolidar su poder militar y político.

Y la segunda causa para la calma temporal son las deficiencias tecnológicas de Corea del Norte en los campos nuclear y de misiles.

En su mayoría los analistas concuerdan en que es improbable que Pyongyang haya dominado exitosamente la tecnología necesaria para ubicar una ojiva nuclear en un misil balístico y apuntarlos hacia Washington…todavía.

Sin embargo, sus recientes pruebas nucleares y de lanzamiento de misil demuestran que Corea del Norte está ansiosa de avanzar en su capacidad en ese campo.

Las preocupaciones de que los ejercicios militares puedan ser usados como un velo para preparar un ataque sorpresivo contra Corea del Norte parecen incomprensibles desde una óptica occidental.

Los “juegos de guerra” son precisamente eso, y su valor para tranquilizar a una nerviosa Corea del Sur es un importante beneficio político agregado.

Pero Corea del Norte, que piensa en términos “militares primero” y prioriza la autosuficiencia en sus asuntos, podría tomar con escepticismo que los ejercicios conjuntos sean sólo sobre su preparación a responder a un ataque o una demostración benigna del compromiso de la alianza de Corea del Sur y EE.UU.

Lo que posiblemente consolide la interpretación divergente norcoreana es el hecho de que en 1950, Pyongyang usó los ejercicios con el mismo propósito maligno que ahora ve en Foal Eagle.

En junio de 1950, Pyongyang puso en marcha un plan que encubría movimientos militares a gran escala hacia el paralelo 38, disfrazados de ejercicios de entrenamiento. En medio de estos juegos de guerra, varias divisiones participantes se dirigieron al sur hacia Seúl, desencadenando la Guerra de Corea.

Gobiernos estadounidenses previos han reconocido tácitamente que la brecha en el entendimiento entre Washington y Pyongyang acerca del propósito de las maniobra militares es vasta.

 

Fuentes:-

BBC

CNN