Opinión: El Gobierno entre dos fuegos

06 Junio 2014
La Derecha no sale del estupor que le provoca a sus miembros la pura idea de realizar una reforma tributaria, emprender cambios al sistema educacional y disponerse a remecer u horadar los pilares mismos del sistema económico.
Juan Pablo Cárdenas >
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Cuando accede un gobierno nuevo es propio que la incertidumbre se manifieste y las sospechas se expresen ante cada anuncio o propuesta oficial, exactamente como ahora ocurre en quienes se consideran de centro derecha o de izquierda. En su segundo gobierno, da la impresión que Michelle Bachelet y su Nueva Mayoría quieren emprender un camino de cambios desmarcándose de lo que fueron los anteriores gobiernos, incluido el de ella misma. De esta forma es que este propósito es evaluado con reparos y desconfianzas, incluso desde los mismos partidos que forman el pacto oficialista.

La Derecha no sale del estupor que le provoca a sus miembros la pura idea de realizar una reforma tributaria, emprender cambios al sistema educacional y disponerse a remecer u horadar los pilares mismos del sistema económico y social heredado de la Dictadura, verdaderamente sacralizado durante todos los gobiernos que la sucedieron. Con más peligro, todavía, observan la posibilidad de que el país se dote de una “nueva” Constitución como lo advirtiera la Jefa de Estado en su reciente discurso frente al Congreso Nacional.

Así como ven con desagrado que la correlación de fuerzas del Parlamento pudiera alterarse significativamente con un sistema electoral proporcional, no excluyente y, ciertamente, mucho más representativo del que hoy tenemos en razón de binominalismo también heredado del Régimen Militar y refrendado en más de 24 años de connivencia legislativa. La cuoteada distribución del poder que ha explicado y favorecido la “política de los acuerdos” ahora se ha desequilibrado cuando La Moneda, a expensas de la crisis y división de la Derecha, ha obtenido suficientemente mayoría en el Congreso para imponer, si no todas, muchas de las reformas que enuncia con fruición.

Al temor e irritación de la derecha política se suma la molestia de los sectores empresariales siempre tan reacios a aceptar que los trabajadores ganen organización y se les pueda reconocer derechos tan largamente conculcados. Incomodidad que también le provoca que el Estado recupere formas de liderazgo en la economía y se proponga recaudar más tributos de sus multimillonarias utilidades, aunque tengan el propósito de financiar las más urgentes carencias de la población y evitar el estallido social que muchos predicen de no atenderse las demandas populares.

Inquietos los empresarios y sus operadores en el Parlamento por los inquietantes anuncios de la Presidenta, así como la amenaza de un jefe de partido de “aplicarle una retroexcavadora al modelo económico en institucional”, es que ya han reinstalado su consabida “política del terror”, que esta vez anuncia catástrofes en la inversión y el empleo si el Gobierno insiste en sus propuestas.

Al mismo tiempo, ya han activado la intervención política de los sectores más reaccionarios el Episcopado Católico en contra del aborto terapéutico y las propias reformas sistema educacional, con el buen resultado para ellos de que el Cardenal Ezzati y otros obispos han irrumpido en los medios de comunicación y sus púlpitos para predecir otra serie de horrores si la agenda programática del Gobierno se materializa. La derecha y las patronales no han llegado a golpear, como otras veces, las puertas de los regimientos, pero sería conveniente que esta vez nadie descartara de plano esta posibilidad, ni tampoco que los Estados Unidos vuelva a desestabilizar a cualquier régimen que se proponga auténticos cambios.

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