[Opinión] Un aniversario más del Instituto Nacional: No es el momento de celebrar, sí de reflexionar

11 Agosto 2019

Duele ver lo que ocurre. Duele aún más ver a niños que portan la insignia que tanto nos enorgullece, expresar de manera tan violenta sus ideales, sus planteamientos de política educacional y sus requerimientos para con el colegio.

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Por Cristián González Morales y ex alumnos ariqueños del Instituto Nacional

Nadie puede negar que los liceos emblemáticos han ocupado las portadas de los medios en los últimos años. Tampoco se puede poner las manos sobre la vista para negar lo espantoso de estos hechos. Y aun cuando las motivaciones que tienen los alumnos para ejecutar dichos actos pudiera estar justificado para algunos y no para otros, y aún cuando actualmente el debate se centra en la judicialización de estos movimientos, o la decadencia de dichos establecimientos, hay algo que este 10 de agosto, sólo para algunos tiene una significancia especial: el Instituto Nacional está de aniversario. 

Es cierto que no es el momento para celebrar. Quizás es el momento para reflexionar. Pero por ningún motivo hoy es el momento para expresar una exacerbada alegría. Porque hoy los institutanos vemos una seria crisis en la institución que nos formó primero como hombres, luego como ciudadanos y nos otorgó un espíritu de superación y perfeccionamiento permanente que todos llevamos con orgullo. 

Duele ver lo que ocurre. Duele aún más ver a niños que portan la insignia que tanto nos enorgullece, expresar de manera tan violenta sus ideales, sus planteamientos de política educacional y sus requerimientos para con el colegio. 

Ni siquiera en otros momentos más violentos de nuestra historia se llegó a tales niveles de fanatismo. El diálogo, ha sido reemplazado por un aparente adoctrinamiento, que a la luz de los ex institutanos no se puede aceptar ni tolerar, porque no es el camino a recorrer, porque no es lo que nos convence, porque no es, simplemente, sano. 

Hoy no es el momento de analizar la política pública en materia educacional. Inevitablemente hoy es el momento de la reflexión y la nostalgia. Las frases comunes de nuestros queridos amigos ex institutanos como el primer foco, que vibre compañeros o labor omnia vincit, han sido desplazadas por sentimientos enfrentados entre la excelencia de otrora y los problemas de estos días. 

Quizás el consuelo radica en esto último. Entendiendo que es un proceso. Que alguna vez el colegio tendría una crisis. Que ya la vivió años atrás. Estuvo cerrado en la reconquista. Hubo rebelión en la década de 1880. Y que esto es sólo parte de la vida, y en nada perturba el gran pasado que le respalda. 

Fray Camilo Henríquez escribió en la Aurora de Chile “el gran fin del instituto dar a patria ciudadanos que la defiendan, la dirijan, la hagan florecer y le den honor”. Nadie podría negar que ello se logró. Y se logra. Innumerables institutanos se han desempeñado en áreas educativas, científicas, políticas, deportivas y sociales, han destacado pública y silenciosamente, y han hecho de nuestra nación un gran país y un mejor lugar para vivir. 

Por ello, con estos atisbos de nostalgia y melancolía, no queda más que esperar que estos temas se solucionen pronto. Que el carácter fundacional del colegio es un tema a considerar, porque él y la Biblioteca Nacional fueron las primeras obras del gobierno independiente, su historia por cierto y que el diálogo se imponga por sobre cualquier forma de violencia. 

“La obra de Chile debe ser un gran colegio de artes y ciencias, en donde se imparta una educación civil y moral capaz de darnos costumbre y carácter”. Palabras de Mariano Egaña en la Prima Junta Nacional de Gobierno. Indudablemente esto se alcanzó. Hoy nos queda recordarlo.

Imagen: Flickr CC benjaminm31