Para mejorar en el Hospital de Arica y en todos, queremos una Ley de Parto humanizado

30 Julio 2018

Hay 12 puntos a los que apunta este proyecto y que lamentamos que en el hospital público Dr. Juan Noé Crevani no se respeta casi ninguno. La OMS es clara al retratar prácticas de violencia obstétrica que siguen ocurriendo en los centros de salud chilenos y que aún aceptamos como “normales”.

Gabriela Espino... >
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A la niña que ha perdido a sus padres la llaman huérfana, la mujer que perdió a su marido es viuda, y a las madres que han perdido a un hijo/a ¿cómo se les llama? ¿Y si lo perdió dando a luz? No se les llama… Hoy a esta mujer se le invisibiliza, se le aísla, es algo con lo que la sociedad no lidia y, por ende, esa mujer sufriente, y muy sufriente tras perder a esa personita que llevó en su vientre 9 meses, va quedando sola, tragando una pena que debiese ser social y no individual.

Antiguamente, perder a un hijo/a en el nacimiento era algo que vivían varias mujeres, parecía ser más común, pues se tenían más críos y se perdían más de uno entre tanto parto. Eran angelitos, que se despedían con su merecido rito para que volaran al cielo. Hoy, con el avance de la ciencia y la histeria exagerada por preservar la vida humana, se dice haber reducido las muertes en los partos, pero como la ciencia aún no logra controlar la naturaleza (por suerte…), esto sigue ocurriendo de igual forma, pero ahora se ha convertido en un tema tabú. Finalmente, la experiencia sólo queda guardada como evidencia traumática para advertir y asustar a las futuras mamitas de posibles riesgos y así convencerlas que les conviene inducir sus partos o hacerles cesáreas para que todo sea más corto y supuestamente “seguro”.

Pero la pérdida de hijxs al nacer sigue pasando y toda la tecnología del mundo aún no le gana a la incertidumbre de la muerte. El sistema de salud actual lucha por reducir estos riesgos, lucha usando intervenciones que se han vuelto violentas e innecesarias, pero una vez que ocurre una pérdida tan lamentable como la de un recién nacido, nadie se hace cargo, se le culpa a la madre y ella queda abandonada por el sistema: no existe un acompañamiento al trauma, sus recuperaciones son en salas compartidas con madres que sí tienen a un bebe en sus brazos, y a veces no existe siquiera la posibilidad de que la madre pueda mirar a su hijo muerto, tocarlo, despedirlo y enterrarlo. 

Estas experiencias y reflexiones, entre muchas otras, fueron compartidas en el conversatorio “Parto Respetado y Derechos de Nacimiento” que se realizó el jueves 26 de julio en la Casa del Regionalismo y organizado por la ONG Madre Nativa que trabaja desde el año 2013 en Arica en torno a temáticas de violencia obstétrica y derechos de nacimiento. Cerca de 25 personas, mayoritariamente mujeres madres y unos pocos representantes del área de salud, se reunieron a debatir en torno al proyecto de Ley que quiere que en Chile se realicen partos respetados, humanizados, personalizados, o como queramos llamarle. Se trata de que las mujeres tengan el derecho de decidir sobre sus cuerpos, pues la violencia obstétrica es una violencia de género y una vulneración a los derechos humanos. 

Un proyecto de ley, 12 puntos, ¿cuántos se respetan en el Hospital de Arica?

Hay 12 puntos importantes a los que apunta este proyecto de ley y que lamentamos que en el hospital público de Arica, Dr. Juan Noé Crevani, no se respeta casi ninguno, lo que parece sumamente preocupante. La Organización Mundial de la Salud (OMS) es clara al retratar prácticas de violencia obstétrica que siguen ocurriendo sin pudor en los centros de salud chilenos y que aún aceptamos como “normales”.

Las experiencias descritas abajo de cada punto es evidencia subjetiva experimentada en la propia carne en el servicio de sala común del hospital público de Arica. 

  1. Atención respetuosa, sin discriminación, libre de violencia física y/o psicológica en cualquier atención de salud reproductiva hacia la mujer. 
    Lamentablemente el Hospital Juan Noé sí realiza prácticas de discriminación, de violencia física y psicológica. Lo problemático es que estas prácticas están normalizadas desde la jerarquía que se establece entre equipo de salud y la paciente, donde se atribuye que los especialistas tienen poder y razón sobre el cuerpo de la parturienta, no permitiendo que ella pueda decidir sobre su parto y su cuerpo. Si bien no se puede generalizar, en el hospital Juan Noé prima la falta de respeto por la intimidad y privacidad, la falta de amabilidad y comprensión, la tendencia a omitir, desatender y acallar a la madre, la falta de empatía frente al dolor de la mujer y vulneración de la confidencialidad. Se infantiliza a la mujer, se le critica o reprime frente a su dolor o emocionalidad, hay tratos verbales groseros, sexuales, sarcásticos, burlescos, humillantes y amenazantes. Bajarle el perfil a la violencia que puede ser verbal, física o simbólica es un error que cometemos como sociedad y sobre todo en un momento tan vulnerable y especial como es el parto.  
  2. Acompañamiento continuo durante los procesos de dilatación y parto por quien o quienes la mujer decida (pareja, doula, madre, hermana, amiga u otro).
    El Hospital Juan Noé sólo permite a un acompañante y este sólo puede acompañar en el pasillo afuera de la sala común, pasillo que es tremendamente frío ya que tienen todas las ventanas abiertas (temperatura que dificulta el parto) y donde hay camillas desocupadas que prohiben usar. Es un espacio tremendamente iluminado y poco privado, es un pasillo. Dentro de la sala común no se puede estar acompañada. 
  3. Evitar cesáreas innecesarias, sin justificación médica que pongan en riesgo la salud de la madre y su hijo.
    El Hospital Juan Noé, el año 2017 tuvo un 40,5% de cesáreas del total de sus partos cuando la OMS afirma que la cesárea sólo se requiere en un 15% del total de los partos. 
  4. Resguardo de la privacidad e intimidad del proceso.
    El Hospital Juan Noé no defiende la intimidad de sus pacientes, pues los lavados, tactos, particularidades de cada paciente son totalmente expuestos a voz pública cuando se está en sala común. Es decir que la privacidad y la intimidad del segmento más pobre del país, no es resguardada. La OMS recomienda que exista un ambiente íntimo en términos de luces tenues, poca gente, música suave, sin estrés, ya que esto ayuda a que haya una evolución más rápida del parto. Lamentablemente en la sala común hay una luz directa sobre las mujeres y no las apagan hasta las 4 o 5 am, las que vuelven a encenderse a las 7-8 am, pudiendo las parturientas descansar muy poco y con ruido y tránsito alrededor. No es posible transitar desnuda y concentrarse en el trance del parto el que se desencadena de mejor manera en intimidad y privacidad debido a que la hormona oxitocina que el cuerpo secreta de modo natural para dilatarse y tener contracciones, se libera siempre y cuando la mujer se sienta cómoda y relajada. 
  5. Libertad para comer y beber durante el trabajo de parto.
    El Hospital Juan Noé permite ingerir sólo alimentos envasados, nada casero. No permite beber nada caliente lo que es muy perjudicial para el proceso de parto, ya que se recomienda calentar el cuerpo y su entorno para facilitar el trabajo de parto. 
  6. Limitar intervenciones médicas rutinarias desaconsejadas por la OMS (episotomía, maniobra de Kristeller, oxitocina sintética, tactos excesivos, rotura artificial de la membrana, entre otras).
    El Hospital Juan Noé practica y promueve el tacto vaginal realizado de modo reiterativo, por distintos profesionales. Antes de cada tacto asean la vagina con agua fría sobre una horchata metálica fría, lo que altera de modo negativo el trabajo de parto; la OMS recomienda hacer la menor cantidad de tactos posibles y recalca la importancia de la temperatura alta en el cuerpo para facilitar parir. 
    El Hospital Juan Noé inyecta oxitocina a casi todas las parturientas sin siquiera explicar qué es lo que se está inyectando ni para qué. Esta hormona sintética acelera el parto, pero aumenta el dolor de las contracciones y dificulta la implantación de la lactancia materna. Es tal el dolor que genera esta inserción que generalmente esta intervención lleva a la necesidad de la anestesia epidural. 
    El Hospital Juan Noé inyecta anestesia epidural lo que anula la percepción de la mujer de cuándo debe pujar, lo que provoca que tenga pujos menos eficaces y la expulsión del bebe se vuelve más larga y más agotadora. Genera hipertensión materna, sufrimiento fetal y problemas para implantar la lactancia materna. 
    El Hospital Juan Noé monitorea a la embarazada cada 1 hora donde se le pide que se acueste en la camilla por 10-15 minutos y se quede quieta para que el monitoreo sea efectivo, experiencia tremendamente dolorosa y molesta, cuando la OMS dice que no es necesario hacerla tan seguido (recomienda una vez cada 4 horas) y que si se hace es preferible la monotorización deambulatoria. 
    El Hospital Juan Noé realiza la Episiotomía a la gran mayoría de mujeres que tienen parto vaginal, corte para ampliar el canal de parto y facilitar la salida del bebe. No obstante es muy dolorosa, no evita desgarros, empeora la recuperación haciéndola más lenta y dolorosa y puede tener secuelas a largo plazo como incontinencia urinaria y/o dolor en las relaciones sexuales. El personal del hospital realiza este tajo sin preguntarle a las pacientes.  
    Mencionamos estas entre otras malas prácticas que realizan en el Hospital Juan Noé.
  7. Libertad de movimiento y posición durante el trabajo de parto y parto. 
    La mujer debe tener libertad de moverse libremente en su trabajo de parto, porque es una de los mecanismos esenciales para disminuir el dolor, y por otro lado, debería tener derecho a elegir la postura para parir. Puede ponerse cuadrupedia, semisentada, tumbada de lado y de pie (vertical), todas permitiendo una salida del bebe más natural. Pero se sigue usando la litotomía (postura acostada para parir) la que genera más dolor y necesidad de analgesia y que provoca que llegue menos sangre al feto ya que se presionan grandes vasos sanguíneos. Incluso aún se practica la maniobra de Kristeller (presión en el vientre para empujar al feto) la que es tremendamente peligrosa teniendo riesgos de hemorragia, desgarro uterino y esterilidad.
  8. Contacto piel a piel inmediatamente después del nacimiento con el recién nacido por dos horas e inicio precoz de la lactancia.
    En el caso de la cesárea, el personal del Hospital Juan Noé, no permite que este momento dure más de 2 minutos justificándose en que el pabellón es frío. Se le quita el crío a la madre para medirlo, limpiarlo y vestirlo. La OMS recalca que este contacto debe realizarse desde el primer instante de forma ininterrumpida durante al menos una hora debido a que es clave para favorecer la lactancia y todos los otros procedimientos no deben priorizarse.
  9. Corte tardío del cordón umbilical en todos los nacimientos.
    La OMS recomienda esperar a que el cordón deje de latir unos minutos para prevenir anemias ya que las últimas infusiones de sangre hacia el bebe suceden antes de que el cordón cese su latir. 
  10. Favorecer alojamiento conjunto de la madre y recién nacido. 
    Esto sí se respeta en el Hospital Juan Noé, no obstante el trato en la sala común de recuperación es violenta en muchos aspectos. Se controla una vez tras otra al neonato y a la madre durante día y noche, interrumpiéndoles el descanso de forma constante. Cada parturienta debe traer su propio papel higiénico, no funciona bien el agua caliente de la ducha y no permiten apagar la luz para dormir. Se infantiliza y subestima a la “mamita” como alguien que no sabe qué hacer con su bebé. Si se cuestiona algún procedimiento de rutina, se le ficha a la madre como “paciente poco colaboradora”.
  11. Facilitar la lactancia materna, evitando uso de chupetes, fórmulas o sueros.
    Esto sí se respeta en el Hospital Juan Noé.
  12. Promover el uso de plan de parto en hospitales y clínicas. 
    Puesto que en el sistema público de salud, el parto lo atenderá el doctor y matrona de turno con quienes uno no tendrá oportunidad de hacer el plan de parto de forma anticipada, se debiese aceptar el plan de parto por escrito para que el personal sepa los deseos de la parturienta. Sin embargo, en el Hospital Juan Noé nadie siquiera se pregunta por el plan de parto de la paciente, es algo por lo cual uno debe luchar para ser escuchada y luchar más para que el plan de parto sea respetado y se cumpla, casi siempre se niega la posibilidad de que se respeten estos derechos.

Hecha la crítica, viene la propuesta

Una conclusión y propuesta que surge en el conversatorio es la necesidad urgente de capacitar y humanizar al personal de centros de salud, desde los auxiliares técnicos hasta los médicos, donde pareciera que el sistema de protocolo los atara a ellos a ser fríos, deshumanizados, violentos y, a veces, sumamente ignorantes. Si bien el programa Chile Crece Contigo tiene muy buenas intenciones e incluso alcance, los procedimientos en torno al parto no están actualizados, no se respetan las indicaciones de la OMS y la voluntad del personal pareciera ser mecanizada y categórica, cuando cada mujer es distinta, cada parto diferente y cada niño/a que nace es un ser único. No se les puede tratar a todas bajo el mismo protocolo y más encima defenderlo desde el personal de salud, se pierde el criterio y la humanidad. El trato deshumaninzado demuesta que se perdió la vocación y eso no es de exclusiva responsabilidad del equipo de salud, sino del sistema de salud que contiene y coarta a su personal con indicadores y protocolos. 

Por más que levantemos un proyecto de ley y este se apruebe, no habrán verdaderos cambios en las salas de los hospitales si las personas autorizadas a conducir el parto de una mujer cambian su modus operandis y entiendan que no hay nada que conducir, sino que su rol debiese ser sencillamente de acompañar y contener con respeto y humanidad ese momento tan único, confiando en las habilidades naturales de una mujer, confiando en que casi siempre gana la vida. Los estudios y estadísticas demuestran que se hace necesario intervenir el menor de los casos, siendo sólo un bajo porcentaje el que sí necesita apoyarse en los avances tecnológicos de la ciencia para evitar la temida pero natural muerte de la madre o el/la hijo/a. 

Una de las reflexiones de mayor envergadura que surgió en el conversatorio, pero que ya trata de metas a largo plazo, tiene que ver con la importancia de cambiar el paradigma que ve al parto como un procedimiento de necesidad clínica; o sea, ver el parto como una enfermedad patológica que debe ser atendido en hospitales y manejado por especialistas de la salud, cuando el parto es un acto mamífero y, por ende, natural a la evolución humana. Al trasladar el parto al hospital, se le quita la potestad a la mujer sobre su propio cuerpo y se les niega su propia sabiduría ancestral, en el sentido de saberes que van más allá de nuestra mente, se le anula su instinto innato, salvaje y propio del cuerpo femenino. Mientras esta visión se mantenga, siempre estaremos enfocando los partos desde el riesgo, desde el miedo y ante eso, siempre estaremos buscando vías de escape ante el dolor y la muerte, vías de escape que hoy son procedimientos que generan que el parto de muchas mujeres se haya convertido en una experiencia de trauma en vez de ser un recuerdo hermoso de uno de los momentos más trascendentales de una mujer y su familia. Es preocupante que Chile convierta a sus partos en experiencias de opresión, abuso y denigración, cuando es un momento donde la mujer se encuentra con su fuerza procreadora. 

Queda mucho por avanzar en nuestro país, pero estas instancias de conversación ciudadana van permitiendo que saquemos la voz, que nos escuchemos, nos desahoguemos, y que vayamos generando propuestas de cómo ir mejorando las condiciones que deben acompañar el bello e irrepetible momento de dar a luz. 

Imágenes: Huawei / Agencia Uno

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