“Plaisir” (con gusto)

21 Abril 2012

Hoy se vota en Francia para elegir presidente y el diario izquierdista Liberation, en su edición de hoy, publica un editorial de Nicolas Demorand que señala "el derecho, el deber, pero también el placer" de votar este domingo

José Luis Pizar... >
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Hoy se vota en Francia para elegir presidente y el diario izquierdista Liberation, en su edición de hoy, publica un editorial de Nicolas Demorand que señala "el derecho, el deber, pero también el placer" de votar este domingo.

Estas elecciones son un evento que va más allá de los rasgos propios de la institucionalidad francesa: un jefe de gobierno que dura cinco años, con poderes a mitad de camino entre el parlamentarismo extremo de Alemania o Italia, y el presidencialismo cesáreo de las repúblicas americanas.

Es particular porque frente a los recientes triunfos de las “derechas” europeas, que han desplazado los gobiernos socialistas, arrollados por la crisis (los casos más recientes Grecia y España), la izquierda pudiera imponerse en Francia, si creemos a las encuestas.

Pero es particular sobre todo porque frente a las opciones impuestas por el neoliberalismo globalizador, la candidatura y el programa de François Hollande rompe, por muchos aspectos, lo que hasta ahora han ofrecido los políticos, no sólo en Francia. La falta de referentes y de ideología, la idea difusa que todo da lo mismo, genera la “antipolítica”, concepto que traduce el sentimiento de frustración de los ciudadanos frente a una institucionalidad que llama regularmente a pronunciarse, sin que esto represente un cambio “verdadero”.

Frente a esta situación de anomía política y social, el editorialista de Liberation se refiere al “derecho, al deber, pero también el placer” de ejercer con plenitud el poder ciudadano, como una manera de contrastar el lenguaje de la resignación, y el sentimiento de una política que no se adecua a la realidad, que no puede cambiar nada de nuestras vidas, y contra la falsa idea “que ellos -o sea los políticos- son todos iguales”. En la perspectiva del editorialista, el gusto de votar izquierda y de imponer así esta “familia política” en el sitial más alto, se suma al placer de dar un primer paso hacia una alternancia urgente e indispensable, porque a pesar de los mea-culpa tardíos y la tentativas de improvisarse a la carrera como el “candidato del pueblo” la campaña habrá demostrado que la derecha no podrá impedir al balance final de su gestión.

Agrega que el gobierno Sarkozy no podrá negar el “conjunto de las medidas tomadas estos cinco últimos años, para hacer más confortable, dulce y tranquila la vida de los más ricos y de los rentistas. Los hechos son porfiados y los electores no tienen la memoria corta. Sienten que el quinquenio que termina quedará como el de la injusticia social erigida en principio de gobierno y de una filosofía sin complejos. Frente a esto ¿que dicen las diferentes ‘izquierdas’? que se debe reponer la idea de igualdad al centro de la divisa republicana, qué los esfuerzos de la crisis económica deben ser justa y equitativamente repartidos y que otra política no sólo es posible, sino más que nunca, necesaria, y que esta se encuentra al alcance del voto.”

Lo escrito por Nicolas Demorand podría ser perfectamente aplicable a las próximas presidenciales de nuestro país: cambiar el sentido de la política, repartir mejor los costos sociales, mandar a la casa a la derecha y sus promesas, etc. Pero ¿que voluntad pueden tener los ciudadanos chilenos de ejercer el derecho, el deber y el placer de votar, con un sistema político y una institucionalidad que no permite una real alternancia?

Al ignominioso binominal, se suma una clase política incapaz de adecuarse al paso de los tiempos. La derecha es lo que es y lo sabemos. La Concertación, que conglomera grupos de “centro”, perfectamente adaptados y simbióticos con el modelo socio-económico a restos de socialismo “renovado”, aparece incapaz de generar, no sólo líderes capaces y honestos, sino también de ofrecer reales alternativas de cambio. La antipolítica -el descorazonamiento, la desazón, en suma la anomía- impera también en Chile, porque la derecha ha fracasado en su apuesta política y los líderes de izquierda están desgastados y sobre todo, desacreditados.

Aunque habrá con toda probabilidad un segundo turno y nada se puede dar por descontado, es casi seguro que si en Francia la izquierda gana en la cita de este 22 de abril, las bolsas se desplomarán el lunes. De un día para otro, el “mercado” perderá la confianza en los títulos franceses y el “spread”, -esa palabra mágica que cuantifica la diferencia de confianza entre los títulos del tesoro de un país con los alemanes, reputados los más fiables- se amplificará. Esto, que parece tan simple, representa en realidad millones de euros suplementarios a los contribuyentes franceses porque se debe pagar más caro por los recursos que el Estado requiere. Es la “fuerza” del mercado se dirá, hay que adaptarse, la culpa la tienen ustedes por elegir un presidente de izquierda. Pero es también el chantaje neoliberal: o estás con nosotros o contra nosotros, no te tenemos confianza y no se puede hacer lo que se quiere. Se debe hacer lo que nosotros queremos, en caso contrario, el mercado castiga.

Así va el mundo y para enfrentarlo hay que tener decisión, coraje y nervios firmes. La voluntad e independencia del 99% vale más que la del 1%.

Seguramente será una decisión difícil para millones de electores franceses y no en balde uno de cada cuatro aun no había tomado una decisión la semana previa al voto, pero es posible que el hastío por lo existente, marque la diferencia e incline la balanza.