Coronavirus: La cadena de los cuidados se pone a prueba

18 Marzo 2020

La crisis sanitaria desatada por el Coronavirus dejó en evidencia las condiciones de vida de la mayoría de la población y que las grandes desigualdades quedan al desnudo en situaciones de emergencias y de crisis.

Marcela V. Rodríguez >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Es el caso de las medidas tomadas por los gobiernos para prevenir y controlar el Covid-19, y que en sí mismo no están demás, pero pueden resultar en multiplicación de desigualdades. Y Chile no estaba exento de esto.

Es el caso de la suspensión de clases y que ha evidenciado debilidades estructurales ya existentes entre ellas lo que se viene llamando “crisis de cuidados”  y que se produce por la transformación de las estructuras tradicionales en que se basaban los cuidados asentadas en el papel atribuido a las mujeres en el hogar y que estalla y se hace visible cuando convergen la presencia masiva de mujeres en el mercado de trabajo y el incremento de las situaciones de dependencia vinculadas a la vejez y a la discapacidad. La respuesta de los hogares a estas tensiones generadas por la presión de cuidar ha sido la externalización de los cuidados.

En este contexto las medidas del gobierno ante el coronavirus y específicamente como medida preventiva para una fase 3 e inclusive de control para la fase 4, sobre de la suspensión de clases, no contemplan el efecto dominó que provocan en los hogares de la mayoría de las familias, que son trabajadoras.

Medidas de este tipo necesitan venir acompañados para la conciliación familia/trabajo porque inevitablemente conlleva preguntarse en estos tiempos de crisis sanitaria ¿quién cuida a los niños y niñas?

El teletrabajo ha sido uno de los temas principales de debate ya que es una fórmula interesante pero complicada de llevar a cabo porque no es una opción para las empresas, por características de muchas profesiones u oficios o inclusive para la propia familia.

El llamado entonces es a la flexibilidad laboral para seguir funcionando como país, evitar aglomeraciones en horarios puntas en el transporte público, que es un foco de contagio y cumplir funciones en el hogar.

A que los niños y niñas que no puedan quedarse en sus casas porque sus padres y/o madres trabajan, los colegios van a estar abiertos con diversos resguardos de salud las dos semanas de la medida con turnos éticos y se asegurara la entrega de alimento, de apoyo académico y contribuir al proceso de vacunación.

La crisis sanitaria desatada por el Coronavirus dejó en evidencia que la crisis de los cuidados exacerba las desigualdades sociales y en palabras de Shelle Colen exacerba una “reproducción estratificada”, es decir, que las tareas de reproducción física y social se asientan en jerarquías de clase, raza, etnicidad y género, y se sitúan en una economía global y en contextos migratorios.

Así, siguiendo a Colen, la mercantilización del trabajo reproductivo se traduce en que las mujeres de clase media y alta contratan cuidadoras para sus hijas e hijos o personas mayores, aunque a veces recurran también al apoyo familiar, como es el caso de las abuelas que se ocupan de sus nietas y nietos.

Entonces, ante la crisis sanitaria los grupos de mayor riesgo quedan a cargo de los cuidados de menores ya que son las primeras figuras en las que recae el cuidado de quienes son los más pequeños de la familia y lo hacen porque no pueden asumir directamente el cuidado ante la ausencia del apoyo del estado o falta de compromiso de los hombres.

En esta crisis vuelve a colocarse la carga del cuidado en lo privado, en lo doméstico, en las mujeres. Esta crisis evidencia que la corresponsabilidad es la asignatura pendiente para avanzar en igualdad.

Economistas feministas llevan tiempo advirtiendo de que es necesario humanizar las relaciones laborales, que hay que repensar el presentismo en las empresas con un cambio de cultura empresarial que prime la conciliación y el cuidado porque como señala Dolors Comas d'Argemir en su artículo “La crisis de los cuidados: ¿la “otra” crisis? que frente a la hegemonía que se otorga al mercado, reconocer la importancia del cuidado y de la reproducción social no sólo tiene una dimensión académica, sino también política y que una redistribución más justa del cuidado implica romper la amistad peligrosa con el mercado, establecer una nueva alianza con la protección social, fortalecer las redes de apoyo comunitarias y conseguir una participación equitativa de mujeres y hombres en el cuidado.

Enfrentar esta crisis sanitaria del Covid-19, necesita de un estado de bienestar suficiente y no sólo a nivel sanitario, sino que también económica. Porque el panorama de las áreas de cuidado remuneradas, empleos precarios y de bajos salarios, no es menor.