Detención ciudadana y mi relación con la violencia

18 Febrero 2020

Desde hace un par de años me reconozco socialmente como pacifista. Creo que la no violencia no siempre funciona, pero la violencia sin duda nunca lo hace. Nunca pude encontrar la fórmula correcta con la violencia para sentirla, disfrutarla… pero sin reproducirla. Así que desistí.

Carlos Carvajal >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Me quedé pegado unos minutos viendo un video donde un grupo de ariqueños estaba violentando a un par de personas desnudas en la calle. Es fácil justificar la violencia cuando hay gusto por ella. 

A veces pienso que el uso de la violencia está bien, a veces hasta me causa satisfacción la idea de violentar a alguien. Intento hacer repaso de mi moral social o cualquier cosa que me diga "está bien" "se lo merece" “andaban robando” y con ello llega el acuerdo dentro de mí mismo.

 La ilusión de castigar, sumada a la crítica hacia las "fuerzas de orden" de un pútrido sistema de justicia me tiene 24/7 con la sangre caliente en contra de la delincuencia. Supongo que la rabia condensada de la injusticia social diaria, me lleva a la explosión personal que produce el justificar un ajusticiamiento muy violento contra cualquiera.

“Después saldrán libres el mismo día así que se merecen unos papes” así me vi pensando…

Así mismo un día me vi viendo videos de este estilo una noche a las 3 am. Disfrutando de la precariedad que yo mismo alimento en esta sociedad constantemente con mi prejuicio. Viendo una lista de reproducción de videos que muestran cómo se tratan los presos en la cana. Llegué así a uno muy popular, en donde presos chilenos castigan brutalmente a un par de presos ecuatorianos que habían asesinado a una chica días antes.

En el video los dos hombres están rapados y sin pantalones. Se los ve sentados, tomados de la mano y temblando de miedo. Lloran y ruegan por su vida. A su alrededor, un número no precisado de reclusos les grita y los golpea con los puños y con los pies. Por detrás, otro les propina una descarga eléctrica con un cable cortado. Todo esto mientras sus torturadores les exigen pedir perdón a todo Tchile.

En ese momento me di cuenta que una parte de mi desbordaba violencia y sadismo. Que condimentada con mi precaria educación culposa y el gusto por la violencia, la combinaba con xenofobia, clasismo y homofobia... prejuicios negativos y juicios de valor demasiado personales que proyectaba con una energía violenta que me partía el alma... todo eso entregaba un cocktel de placer a mi cerebro... “nada existe realmente, todo está en mi cabeza”, Me digo para tranquilizarme después de exponerme de esta forma.

No soy tanto de la funa ni del ajusticiamiento, no me gusta. Soy más de la reflexión y el auto-flagelo. Uso un cilicio de metal en la pierna izquierda, que aprieto cada vez que quiero tratarte con violencia, o mejor dicho, cada vez que fantaseo con la idea de justificar y empatisar con mi personalidad mas violenta.

Siempre que he intentado alimentar al animal interior, termino todo rasguñado… 

Desde hace un par de años me reconozco socialmente como pacifista. Creo que la no violencia no siempre funciona, pero la violencia sin duda nunca lo hace. Nunca pude encontrar la formula correcta con la violencia para sentirla, disfrutarla… pero sin reproducirla. Así que desistí.

Me di cuenta que siempre estoy de buen humor para ver como abusan de alguien si es que encuentro justificación en mi interior y eso lo considero extremadamente peligroso.

Cada vez que repasé en mí mismo la posibilidad de maltratar a alguien con la intención de castigarle, terminaba meditando sobre cómo este actuar lleva a la sociedad a avalar empalamientos y lapidaciones sociales, dejándonos en claro que el Castigo humillante es lo que nos separa de cometer o no cometer un delito o algo negativo… cuando creo que mejor idea seria traspasar a las nuevas generaciones la bondad del amor y la convicción del bien.

Sueño en un mundo donde nuestra descendencia actúe bondadosamente por empatía. Que actúen con “el bien” por iniciativas propias y positivas y que definan “el mal” no por miedo a una egoísta humillación publica.

Vale aclarar que en esta columna sólo quiero comunicar mi opinión sin ningún sentido formativo, antes que todo respeto lo que llamo "Libertad de Autodestrucción" y pienso que la ilusión de ser individuo se disfruta de mejor manera aceptando la diferencia con respeto y amor. (que cada quién haga lo que quiera, que cada quien viva su movie.

Ya no tengo problemas en decir que puedo encontrar felicidad y satisfacción al ver como abusan de alguien mas débil, no tengo problemas en reconocer como disfrutaría pegarle unos charchazos al dueño del local donde llevo esperando un rato por un salchi-papa o que solté una risa cuando, entremedio del video, una muchacha reparte volantes de la Fisa con tono burlesco, a menos de un metro del dantesco escenario planteado por los transeúntes involucrados.

Tampoco quiero defender a nadie de ningún abuso, es mas, en el reino cuántico de la imaginación, fantaseé con estar presente ahí, pegando uno que otro charchaso... aportar con la disminución de otro ser humano me conmovió de manera íntima.

Lo pienso, lo reconozco y después me pongo a llorar... la violencia me daña. Pese a eso, sigo mi senda de llamarme pacifista... pienso en ti y no me gustaría hacerte daño, pienso en tu madre... y me da pena.

Me da pena no tener nada sagrado, nada con lo que me puedas disminuir. Quiero entregarte la dirección de mi pieza, pa' que entres a robar de noche. Encontrarte desprevenido y atacarte en defensa propia para así poder vulnerarte un poco más, por si la sociedad que nos envuelve no haya hecho suficiente aun.

Demostrarte que gracias a mi desconfianza y paranoia siempre estoy preparado para mostrarte mi faceta mas violenta. Desnudarte y amarrarte encima de la mesa para posteriormente torturarte de diferentes formas posicionando pequeños cortes no letales durante horas, explorando la resistencia de tus ligamentos y fisionomía.

Castrarte y apagarte unos cigarrillos en la piel, ponerte un calcetín en la boca y marcarte de porvida con un fierro caliente. Hasta que nos caiga la policía bastarda e interrumpa nuestro sórdido espectáculo de ultra-violencia.

No me gusta quedarme pegado viendo esos videos… siento que me ponen fantasiosamente violento.