En la pega NO: A impedir el abuso y explotación laboral a toda costa

15 Enero 2020

Que de una vez por todas se terminen las malas prácticas en los servicios públicos y en las empresas privadas, y que cuando ello ocurra siempre exista algún valiente que corra el riesgo y detenga a quienes osan pisotear al otro, explotándolo y aprovechando su situación de poder.

Ada Angélica Rivas >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

El año pasado vimos con estupor y hasta con asco como un empresario argentino atropelló los derechos fundamentales de los trabajadores en su fábrica ubicada en Santiago, durante años y por más de una vez al día. Cuando creíamos que era casi imposible enterarse de un acto de esta crueldad, apareció ante nuestros ojos y nos aterró siquiera imaginar que fuera realidad. Pero no, estaba ahí, y fueron persistentes los actos de este empresario exitoso, gracias a quienes hacía trabajar hasta 18 horas diarias. Externamente exhibía sus logros, mientras en la intimidad de su fábrica de alimentos los empleados eran maltratados en forma física y psicológica.

Les pagaba las horas extras y también les daba bonos después de golpearlos y humillarlos, así se mantuvieron en silencio por mucho tiempo, los maltratados y los espectadores, que grababan las escenas de bajeza que ocurrían ante sus ojos y no decían nada, porque eso les significaba el despido o quedar mal ante quien los dominaba. Los compañeros de las víctimas se ubicaban alrededor, como en el clásico circo romano, en una dinámica social donde la burla a los demás se llegó a normalizar.

Es el extremo cotidiano en que puede habitar un ser humano que necesita resolver sus necesidades y trabajar hasta en estas condiciones deplorables, no entendibles para los que solo miramos como un tercer ojo lo que acontece, sin poder hacer más que una mueca y quizás comentar con algún interlocutor sobre el hecho.

¿Cuánto maltrato existe en las empresas y oficinas cada día? De otra naturaleza, claro está, pero como el mundo ideal no existe, mientras leemos una noticia, vemos la novela o simplemente nos tomamos un café, alguien tiene que soportar la humillación de quienes tienen el poder total o parcial.

No es necesario llegar al extremo como el empresario en cuestión, pero se resiste harta injusticia por el miedo a perder la fuente laboral. En las conversas diarias es fácil observar cómo se debilita en forma paulatina al capital humano, sin autoestima, con tal que la verticalidad realice su juego perverso. Así se llega a idolatrar a los jefes, en la forma más descarada y cínica posible, porque es mejor vivir con un doble estándar y evitar cualquier conflicto. No a todos los jefes o jefas les conviene tener trabajadores pensantes, que aporten y pongan valor agregado a disposición del objetivo de su contrato. Así nos vamos convirtiendo en estúpidos que hacemos lo mismo de mañana a tarde, hasta que llega fin de mes y nos pagan lo convenido.

Pero no todo es así, existen fuentes laborales que implican crecimiento y desarrollo personal, donde se respeta al otro e insta a crecer. Es el lugar ideal, donde sientes que te dan los honorarios justos por aportar con tu experiencia aquilatada y tu talento genético.

En la corta vida que respiramos en este planeta, ojalá que el máximo de individuos disfrute lo que hace, retirarse antes del sistema si se puede, que en la edad de jubilar ya es un poco tarde para tomar una mochila y partir a explorar nuevos mundos. Y que nunca más empresarios abusadores físicos y sicológicos, generen tortura en quienes no tuvieron los cojones para detenerlos.

Justicia para todos los trabajadores atropellados en su dignidad, que de una vez por todas se terminen las malas prácticas en los servicios públicos y en las empresas privadas, y que cuando ello ocurra siempre exista algún valiente que corra el riesgo y detenga a quienes osan pisotear al otro, explotándolo y aprovechando su situación de poder.

Quedan pocos quijotes, pero el mundo sigue siendo el molino de viento que ofrece energía gratis para combatir la injusticia, desigualdad y atropellos, que elegantemente se disfrazan de metáforas.