[ENTREVISTA] Enrique Bustamante y sus Picaflores de Arica

31 Enero 2020

A los 80 años decidió confeccionar picaflores en Azapa, que son junto a su familia, motivos para ser feliz. Fue preso político sin estar adscrito a ningún partido, sólo por ser dirigente. Admira a los "muchachos, que están sacando la cara por los viejitos" y agradece el silencio del valle.

Ada Angélica Rivas >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Una pequeña bandada de picaflores de papel se agita con el viento en las manos de Enrique Bustamante, afuera del Museo de San Miguel de Azapa. Los vende a mil pesos y comenta que los hace con su nieta Millaray. Sus ojos le brillan de emoción y se ve feliz con su negocio que ofrece a los visitantes, que llegan en forma sagrada a conocer la historia de nuestra región, custodiada por la Universidad de Tarapacá.

Este jubilado de 80 años llegó de Santiago a Arica hace 52 años, a trabajar como soldador a la empresa Citroen en el barrio industrial, en un tiempo que “se ganaba mucho dinero” con ese oficio. Vivió en la calle San Marcos 473, en una casa que ahora no existe; se enamoró y casó con una ariqueña, con la cual tuvo un hijo. Quedó viudo, rehízo su vida, tuvo más hijos, y se compró una parcela de media hectárea a 300 metros del Museo, donde vive con su hija y nieta, “lo pude hacer porque era educado para gastar la plata”, señala.

Enrique, el dueño de los picaflores de Azapa, tenía producción de aceitunas, maracuyá y chirimoyas, pero hace un año y medio se enfermó, lo operaron y “todo se fue a las pailas”, dice. Hasta que en octubre del 2019 “cuando empezaron los niños a gritar por los viejitos”, él decidió hacer guacamayos en botellas de bebidas de tres litros, los que no tuvieron mucha salida. Después pensó en los picaflores que veía revolotear en su jardín y se le ocurrió reproducirlos en una estructura de alambre, recubrirlos con papel maché, ponerle pintura colorida y mucho amor.

Cada día confecciona entre 25 a 30 picaflores y los vende casi todos, ya van más de 300. “Estos pajaritos me dieron para disfrutar un viaje que hice a Santiago a ver a mi familia con la que no me encontraba hace 38 años, junté 380 mil pesos en un mes, más de lo que recibo de pensión”, comenta.

APELLIDO

Pero no todo ha sido tan grato en su vida, por ello ve con esperanza el movimiento social que despertó el país. “Nosotros nos acobardábamos, yo fui preso político estuve en el campo de concentración en calle Colón, no militaba en ningún partido, ser dirigente sindical en Citroen fue mi único pecado y tener un apellido Guevara”, manifiesta.
¿No tuvo posibilidades de reclamar?

La verdad es que estábamos atemorizados, el temor de la milicia sobre un pueblo es tremendo.

¿Cómo ve el panorama?

- Complicado. El Presidente en marzo se las va a tener que arreglar con los muchachos y sabe que no hay ningún líder a quien detener, tendrían que detener todos los celulares de Chile, porque los chiquillos se mueven con los celulares y ése es el dolor de cabeza para las autoridades.

Enrique está atento a la contingencia, que sigue por televisión o radio. Su vida es linda. “Vivo en el paraíso aquí en Azapa, la gente queda admirada del poco ruido que hay, se escuchan los puros pajaritos. Estoy feliz y puedo decirlo”.

Este hombre de agradable conversa, que religiosamente se instala afuera del Museo, ofrece las aves más pequeñas de la región, que nos llevan a pensar en la belleza y la fragilidad al mismo tiempo, y en la felicidad que a veces también la da el silencio.

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