...están amenazados de muerte. ¡Y allá esas amenazas se cumplen!

26 Agosto 2011

Hoy en Arica hay más de 10 familias formadas por personas que necesitan de nuestra compresión y solidaridad.

Patricio Moya Muñoz >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Es una humilde casa de material ligero y desde su interior se escucha fuerte un merengue. “Janaira –llama el pastor de la iglesia Metodista de Chile que me ha traído a conocer a esta familia- ¿Estás allí mujer?”. Ella entreabre la puerta y puedo ver sus grandes ojos y su rostro de piel negra. Es colombiana y ha llegado a Chile pidiendo asilo. Al reconocer al pastor, Janaira abre la puerta de la humilde casa y con ello nos permite también entrar en su trágica vida.

“Llegamos aquí el año pasado… no podía seguir en Colombia… o nos íbamos o nos mataban. Viví con mi hombre 6 años, pero nunca entendí muy bien en qué trabajaba. Salía por las noches a cargar camiones, me decía… otras veces a cuidar bodegas… a ordenar negocios… no se… pero siempre de noche.

Un día no llegó, lo busqué pero nunca más supe de él. Sencillamente desapareció. A la semana se metieron a mi casa los de la guerrilla, me golpearon y exigían que les dijera dónde estaba él, que yo tenía que saber. Que nadie podía dejar la guerrilla, sino que muerto.

A la semana después nuevamente vinieron… y me golpearon hasta que se cansaron… allí me partieron la cara… ¿ve?…” Si, su rostro muestra una cicatriz que divide sus labios y mejilla, pero además sus ojos reflejan un temor arraigado en su corazón. Esa noche huyó hacia Cali, desde donde organizaciones de solidaridad la sacaron del país. “Aquí en Arica la gente es buena, pero son muy diferentes. Nosotros somos más alegres, más cálidos, hablamos más fuerte porque nos gusta sentirnos vivos y fuertes. Por eso también escuchamos la música a todo volumen… claro que los vecinos reclaman… la dueña de la casa nos dio plazo hasta fin de mes para irnos.”

Janaira desde hace un año que está haciendo gestiones para ser reconocida ella y sus dos niñas, de 7 y 3 años, como refugiados, pero la actual gestión de cancillería se ha negado. Tiene esperanzas de ser aceptada, pues sabe que a Colombia no puede regresar.

Otra casa chiquita, pero de material sólido. Su living ha sido transformado en almacén. Su dueña, una muchacha morena, saluda con cariño al pastor metodista. Conversando nos cuenta; “Llegamos a Arica hace cinco años… nunca supe bien lo que pasó… un día, el 2002, mi padre llegó muy asustado a la casa y… al día siguiente me mandó a vivir a Medellín, donde unos familiares.

Allí estuve tres años sin verlo… aunque me llamaba casi todos los días. Una noche apareció… nuevamente se veía asustado. Me dijo que me vistiera y metiese algo de ropa en un bolso. Esa misma noche huimos hacia Ecuador. En Quito una ONG de solidaridad internacional nos alojó en una casa de acogida, pero como al año aparecieron unos colombianos como vendedores ambulantes. Nuevamente vi el miedo en mi padre… esa gente lo asustó… y nuevamente huimos, hasta llegar acá. Ahora mi padre está trabajando en La Serena. Yo me casé con un chileno y una ONG internacional me financió este almacén… estamos bien… pero el miedo siempre está presente. Nunca supe qué asustó tanto a mi padre.

Ernesto me saluda con un fuerte apretón de mano. Blanco, pelo claro y ojos muy vivaces, se empina por los cincuenta años; “Tenía bencineras en Bogotá… me iba bien. Un día llegaron a mi oficina tres tipos… me dijeron derechamente que eran de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia… las FARC… y que desde ese día tendría que pasarles una importante cantidad de combustible todos los meses… Eran… eran como cualquier persona… hablaban con la mayor naturalidad, como si fuese tan normal lo que me pedían.

Me mantuve tranquilo y les respondí que era un hombre de negocios… que respetaba sus ideales pero que no podía acceder a su solicitud… se despidieron de mano… pero ya no tan amablemente… Esa misma noche una de mis bencineras fue incendiada y dispararon contra mi casa… No sé cómo nadie de mi familia murió…

Huimos al día siguiente… Hace dos años que me recibieron como refugiado en Chile… Allá todos los días la gente vive amenazada de muerte… Hay aquí refugiados que en sus barrios muchos de sus vecinos han sido asesinados… o familias a las que sus niños los han raptado para adoctrinarlos y meterlos a las guerrillas de las FARC o de los CONTRA… Hoy estoy rehaciendo mi vida, con unos socios chilenos hemos iniciado una empresa. Me gustaría regresar a Colombia, pero sé que Chile será mi nuevo hogar para el resto de mi vida.  

Estas personas no son inmigrantes normales, no han llegado a Chile buscando trabajo, sino que pidiendo refugio porque en su Colombia natal están amenazados de muerte. ¡Y allá esas amenazas se cumplen!

Unos son blancos, otros morenos y muchos negros. Hoy en Arica hay más de 10 familias formadas por personas que necesitan de nuestra compresión y solidaridad. Chile siempre se ha caracterizado por ser refugio contra la opresión y cuando chilenos han necesitado una mano amiga por haber tenido que salir forzadamente del país, la han encontrado en muchas partes.

El desarraigo es doloroso, y cuando es forzado, el sufrimiento se multiplica infinitas veces. Hoy, Arica también es un asilo contra la opresión, por lo que será declarada como ciudad SOLIDARIA por la ONU, lo que en sí mismo es un privilegio, además de que es un privilegio el poder ayudar al prójimo cuando está desvalido.