Hipertensos, ¿y ahora, quién podrá defendernos?

14 Septiembre 2018

Este país de hipertensos corre a gran velocidad para uniformar a la población y dejarlos a todos con la presión alta. ¡¿Hasta cuándo los empresarios de la salud, coludidos con los profesionales del área, seguirán jugando con las chilenas y los chilenos?! 

Patricio Barrio... >
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Ayer tuve que realizar algunas actividades en el centro de la ciudad. Vivo en la pobla por lo que me tuve que apurar para llegar a la hora indicada. Me sentía raro. Y como me conozco (era que no) y dije: “en el auto tengo Nifedipino, me tomo una pastilla y bajo de un tirón la presión”.

Soy hipertenso. Claro, mi padre y mi madre también lo eran, no tenía por dónde librarme. Según la última Encuesta Nacional de Salud (ENS), el 27.6% de la población tiene hipertensión. Por edad, en los adultos mayores, la hipertensión llega al 75% de la ciudadanía. De los hipertensos, solo el 65% está diagnosticado y apenas el 37% está en tratamiento.

“Se va a tomar este medicamento, una pastilla en la mañana y otra en la noche”, me dijo hace años el médico escribiendo en la receta “Losartán”, agregando que “si le sube mucho se toma esta otra: Nifedipino”. Y he andado como relojito, sin problemas. Cada cierto tiempo, producto de un mal rato o de mucha presión laboral, social, económica o familiar, “se me sube” y ¡ya! ¡Nifedipino a la orden! De verdad, muy bueno.

Pero ayer fue un día distinto. No tenía el medicamento en el auto por lo que me dirigí a la farmacia del Dr. Simi, luego a la Cruz Verde, después a una de las Ahumada y… ¡naca la pirisnaca! No había. Y no era que no tuvieran en stock, que se hubiera acabado. Lisa y llanamente ya no trabajan con ese medicamento; más aún, me informaron que está discontinuado, que ya no lo traerán más, que venderán otro que no conocen, que aún no les llega, que no saben cuál será su precio… nada, en realidad. Notando que mi presión estaba por las nubes requerí otro medicamento para solucionar el problema. La respuesta fue perentoria: sólo con receta médica y, además, “es muy caro porque sirve para otras cosas también” ¡plop! Debo señalar que tanto el Losartán como el Nifedipino los compraba sin receta médica por mi sola condición comprobada de hipertenso, y a un valor bastante bajo.

Un par de horas en las actividades comprometidas, con miedo a que siguiera subiendo mi presión arterial, regresé a mi casa lo más rápido que pude. Me quedan 5 (¡5!) pastillas, es decir, tengo para 5 emergencias y no tengo más…

Este país de hipertensos corre a gran velocidad para uniformar a la población y dejarlos a todos con la presión alta: la comida chatarra que abusa de las cantidades de sal aporta para ello, transformando a nuestros niños y jóvenes en seguros consumidores, no de Nifedipino, sino de otros medicamentos más caros, con exclusivas recetas médicas y con un déficit en la medicina pública que dejará a miles, millones, caminando en la cuerda floja con posibilidades de aumentar esa terrible estadística que dice que “una de cada tres muertes en Chile” es causada por la hipertensión arterial.

¡¿Hasta cuándo los empresarios de la salud, coludidos con los profesionales del área, seguirán jugando con las chilenas y los chilenos?! ¿Estamos asegurando un rentable negocio, ya que este país aumenta cada año la cantidad de adultos mayores?

Tarea para el Estado, para parlamentarias y parlamentarios, alcaldes y alcaldesas… es momento de parar, no sólo las subidas de presión arterial, si no de parar el negociado terrible con la salud que no es otro que un negociado con la vida… ¿Qué dirán los “pro-vida”?

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