La realidad del agua salobre en Arica: Nuestra vida junto a químicos que nos hacen mal

03 Agosto 2020

Científicos de Arica investigan problemas ambientales del pasado y presente... cuando el veneno es invisible.

Ada Angélica Rivas >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Desde hace más de 10 mil años, las aguas salobres y contaminadas con arsénico, boro y litio, cruzan la región de Arica y Parinacota de un lado a otro. ¿Cómo afecta al ser humano la existencia de esta amenaza latente? Un equipo de científicos de la Universidad de Tarapacá, liderados por el doctor en antropología física, Bernardo Arriaza, están desarrollando el Proyecto Fondecyt 1170120 “La bioarqueología de lo invisible: contaminantes naturales y su efecto en las antiguas poblaciones del norte de Chile”. 

En el proyecto, en el que se visualizan las conexiones con esa historia, donde elementos químicos, enemigos silenciosos del ser humano están presentes, participan los coinvestigadores Vivien Standen, Jorge Yáñez y Leonardo Figueroa, más los colaboradores internacionales, Dulasiri Amarasiriwardena y John van Hoesen. Además, diversos tesistas, algunos han concluido sus trabajos y otros en pleno desarrollo, pero con dificultades de acceder a los laboratorios por el COVID-19. 

En la región contamos con ríos de aguas salinas, que se relacionan con la salud, la resiliencia y la cultura, materias que el científico describió, observando el pasado sin perder de vista el presente.  

Arriaza explicó que los problemas ambientales traspasan la barrera del tiempo. Las poblaciones que habitaban estos desiertos hiperáridos de la región y otros lugares como Antofagasta, a través de miles de años han estado expuestas a los ambientes de contaminación endémica, no solo de arsénico, a los que se van adaptando en un proceso de vida.  

El ser humano, que vive por muchos años en un lugar, va ingiriendo mediante el agua y alimentos, producto de un proceso bioacumulativo, elementos nocivos, como el arsénico, desarrollando diversas enfermedades. Experimentando un largo proceso de envenenamiento crónico, que tiene que ver con una adaptación tanto biológica como cultural, para lidiar con estos problemas que son consecuencia de las aguas de nuestra región, los mismos recursos que se consumieron por miles de años. 

Para conocer este riesgo latente, se puede mencionar otro contaminante como el boro, respecto al cual, la norma de la Organización Mundial de la Salud es de 2.4 milígramos por litro y en Arica las aguas de los ríos presentan de forma natural 5 a 12 veces más. Con el litio sucede algo parecido: la norma es de 700 microgramos por litro y acá hay 3 a 5 veces más. Mientras que el arsénico son 10 microgramos por litro, en Camarones hay 100 veces más. Si bien estos promedios son de las fuentes naturales y varían según la región y las épocas del año, son valores altos si se comparan con otros lugares del mundo. 

De acuerdo a estudios actuales, existe un peligro escondido recurrente asociado a los ríos, pues las aguas son tratadas para los parásitos, pero no siempre para eliminar los minerales. Según estudios de S. Cortés del año 2011, el agua potable de la zona norte de Arica presenta 7 milígramos de boro por litro de agua, simultáneamente la zona sur tiene valores más normales, pues existe una distribución diferenciada por el río Lluta en el norte y el río San José en el sur. ¿Y qué pasa con el agua embotellada? Según el experto, los estudios actuales del agua embotellada también contemplan altos niveles de boro. 

EVIDENCIAS 

Arriaza comentó que hay diferentes formas de estudiar estos policontaminantes en las antiguas poblaciones. A través del estudio químico de la cerámica, tejido óseo y análisis de cabellos arqueológicos se pueden estudiar contenidos de arsénico, litio y boro. Los resultados de las muestras presentan un nivel de estos elementos más alto de lo esperado, existiendo un gran correlato con lo que se está observando en las aguas actuales. 

Las poblaciones están absorbiendo arsénico, boro y litio, a través del agua y alimentos, lo que habla de un envenenamiento producto del medio ambiente en que el ser humano se está afectando sin saberlo, afirmó el experto. 

En los estudios realizados, el doctor en bioarqueología señala que las momias de Camarones, asociadas al arsenicismo crónico, tienen marcas en la piel; las mismas que en forma de pigmentación excesiva, similares a que las presentan personas afectadas por hidroarsenicismo crónico en la actualidad. 

Otro tema relacionado son las anomalías en el esqueleto, pues el arsénico produce muchas lesiones, Arriaza especifica que han encontrado algunas momias que tienen más dedos de lo normal, una polidactilia, la cual no es una condición exclusiva del arsénico, pero podría ser en esta zona, pues hasta en el arte rupestre existen individuos representados con más dedos de lo normal. 

GEN SALVADOR 

Esta adaptación que se tiene que producir a nivel biológico y cultural también se refleja en algunos marcadores de poblaciones actuales, el investigador Mario Apata encontró que la población de Camarones tiene el gen AS3MT, que permite que el arsénico pueda ser procesado en el organismo y eliminado. El 68% de la comunidad señalada tiene este gen, que implica una adaptación biológica en un lugar donde hay altos contenidos de arsénico desde más de 10 mil años, en un proceso de tolerancia a estos elementos químicos.  

Esta contaminación endémica, a través del tiempo nos conecta con nuestro pasado, con mayor razón si bebemos, las mismas aguas, pero el proceso de lenta adaptación implica una resiliencia del ser humano, ya que vamos absorbiendo en el día a día todos los elementos que nos pueden hacer daño, porque son acumulativos, si es que no los eliminamos. En este contexto, los alimentos, la calidad del agua, los suelos, las técnicas de cultivo, las prácticas culturales como la minería en el norte, nos van a afectar, ya sea en el corto o largo plazo. Ciertamente señala Arriaza que también hay que considerar que tanto las poblaciones del pasado como las de la actualidad, presentan movilidad, se están desplazando, no eran estáticas, generando así otras fuentes de riesgo para las poblaciones que no eran originarias. 

El agua con elementos contaminantes fue el enemigo invisible de las antiguas poblaciones del norte de Chile y hoy es el eslabón que nos une, lamentablemente.