Mi vida en "silencio" no es una desventaja para alcanzar la felicidad

20 Febrero 2019

Tener una discapacidad me hizo demorar ciertas etapas de mi vida, pero no hizo que se detuviera mi camino hacia una vida plena y feliz.

Andrés Castro Rojas >
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La hipoacusia es una patología que puede ser definida como la discapacidad de tantas personas para no oír en forma total o parcial, tanto en un oído, como en ambos.  

Me llamo Andrés Castro Rojas, tengo 31 años, nací con hipoacusia y esta es mi historia.

Hipoacusia congénita de origen desconocido

Mis papás se dieron cuenta desde que nací. Dormía mucho y ni un ruido fuerte, ni voces altas me despertaban, incluso, con el fin de darme mis alimentos. Mi mamá debía despertarme, ya que seguía durmiendo muy tranquilo. Nada interrumpía mi sueño.

Le fueron informando al pediatra de estas anomalías, pero no la tomó en serio, diciendo que había que esperar hasta el año cuando empezara a decir monosílabos, cosa que no pasó. A partir de esa edad, fueron exámenes sin resultados, hasta que a los 3 años el otorrinolaringólogo dijo a mis papás que tenía las adenoides muy desarrolladas y esto mismo me obstruía la audición. Éstas me las extrajeron posteriormente, y el médico estaba seguro que eso sería lo último, pero no fue así. Volvieron a tomar audiometrías e impedanciometrías, con lo cual fui diagnosticado con hipoacusia congénita de origen desconocido.

Tenía 15% de audición en el oído izquierdo y en el derecho 0% de audición (que reforcé en algún momento con un audífono, pero hoy en día tengo 0% de audición). Aunque puedo utilizar audífono, por decisión propia no lo hago, ya que me molesta el ruido acústico.

El apoyo de mi familia para seguir progresando

Fui un hijo deseado y programado, por ende, nada en mi proceso de gestación fue diferente al de cualquier bebé. Fue una etapa llena de confusión para mis padres, pero gracias a Dios siempre se mantuvieron unidos durante todo este proceso. Mi papá siempre me ha apoyado en todo y me enseñó a ser persistente, a seguir insistiendo en las cosas que me gustaban, como los autos, así que me enseñó a manejar.

Cuando cumplí la mayoría de edad, trabajé con él en la metalurgia, lo que me enseñó a ser responsable y a trabajar en equipo; él siempre ha trabajado mucho.

Mi mamá, por otro lado, era la que estaba diariamente acompañándome en todo. Conmigo iba a los especialistas, me ayudaba con las tareas de la casa, y se ocupaba también de mi contención emocional: entenderme, apoyarme, escucharme y acompañarme en cada desafío que decidíamos emprender como familia.

Mi hermana desde siempre me acompañaba en las aventuras de niño y adolescente. Siempre estuvo dispuesta a ayudar en todo y a regalarme consejos y compañía cuando lo necesité. Hoy que somos adultos, de igual manera sigue apoyándome. Me regaló una pulsera muy práctica la que funciona en conexión con mi celular y me informa de cada notificación que recibo, y es muy útil como despertador. Ella siempre pendiente de esos grandes detalles, y hasta el día de hoy, celebra todos mis logros como si fueran de ella.

Del colegio a desarrollarme profesionalmente

A partir de la edad de 3 años, asistí a la escuela D - 12 Rómulo Peña para niños sordos, y con la asistencia de una Fonoaudióloga para empezar con técnicas de aprendizaje para sacar la voz y comunicarme. Mi mamá con la profesora, me enseñaron a hablar a través de la vibración de un globo y tocándole el cuello a mi mamá y el mío, aprendí a decir mis primeras palabras como “mamá”, “papá”, “pan”, “hambre”, “comida”, entre otras palabras. Aprendí también Lengua de Señas y lectura de labios.

Mi Enseñanza Media la realicé en el Colegio Cardenal Antonio Samoré. Ahí pude continuar mis estudios con el apoyo de mis profesores y compañeros, ya tenía la facilidad de leer los labios. A pesar de todas esas ayudas, siempre se me dificultó poder estudiar con la misma rapidez que los demás, aunque me esforcé y pude finalizar de una manera óptima mi enseñanza media.

Uno de los recuerdos más bonitos que tengo de esa época, fue haber pertenecido a la banda de guerra de primero a cuarto medio, con la vibración de los instrumentos podía seguir el ritmo de cualquier marcha, fui elegido por un instructor de Regimiento Rancagua para ser brigadier de las cajas.

Ingresé a la Universidad Santo Tomás a estudiar la carrera de Técnico a nivel Superior en Educación Especial. Durante este proceso he tenido facilidades como la ayuda directa de una intérprete, apoyo de todos mis profesores y en todo el momento de mis compañeras de carrera.

Llegué a un colegio realizando una práctica de la universidad y gracias a mi desempeño, buen trato con mis colegas y alumnos, surgió la posibilidad de trabajar directamente para el establecimiento. Me sentí muy cómodo y acogido, ya que se me dieron todas las facilidades para desarrollar completamente mi profesión. Mis alumnos y cuerpo docente conocían de mi discapacidad auditiva y se acomodan a ésta, modulando para que yo pueda realizar lectura labial y así poder mantener una conversación fluida.

La diabetes no es un obstáculo para ser feliz

En el 2012 se me detectó Diabetes Mellitus tipo 1 juvenil, lo que quiere decir que debo inyectarme insulina 4 veces al día. En cada una de las comidas que realizo durante el día, debo tomar mi glicemia con una máquina que me ayuda a saber cómo están mis niveles de azúcar. Como se podrán imaginar, al hecho de tener una discapacidad, tenía que sumarle esta enfermedad que es de por vida. En un principio me desanimé mucho, ya que no tenía conocimiento de esa enfermedad, pero con el tiempo al igual que con mi discapacidad, aprendí a vivir de la manera más normal que podía, sin que eso detuviera mis ganas de seguir adelante con mis proyectos personales y profesionales.

Tengo una vida totalmente normal como cada uno de ustedes, manejo un auto, y uno de mis mayores logros es que soy papá. Mi familia es mi gran apoyo, me acepta tal cual soy, siempre me dice que no me cambiarían nada, ya que todo lo que he vivido y lo que soy, me hace un ser sumamente especial para ellos. Me hacen sentir seguro, amado y con ellos se termina de conformar mi círculo familiar más cercano.

Tener una discapacidad me hizo demorar ciertas etapas de mi vida, pero no hizo que se detuviera mi camino hacia una vida plena y feliz.

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