"Sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y respecto de la primera, no estoy muy seguro". Esta frase, atribuida al físico Albert Einstein, tenía fundamentos profundos: Europa y el mundo entero vivía el desastre de una Segunda Guerra Mundial, y Einstein había sufrido la persecución y menosprecio de una parte importante de la comunidad científica, quienes tildaron su famosa teoría de la relatividad como "física judía".
Pero también había en esta frase una sugerencia científica. En estos años se descubrió que las galaxias se alejaban unas de otras, con velocidades que eran cada vez mayores, mientras mayor era la distancia entre ellas. Esto provocó un revuelo enorme tanto en científicos como filósofos: ¿cómo era posible que el Cerraruniverso, que se suponía estático y eterno, estuviera en realidad inflándose como un globo? Y si se estaba inflando ¿cuándo comenzó y cómo era antes de comenzar a expandirse? El mismo Einstein, a quien le resultaba incómoda la idea de un universo creciente, introdujo una modificación a sus ecuaciones, para que dieran como resultado un universo estático. Cuando la evidencia observacional confirmó la expansión, declaró que modificar sus ecuaciones había sido el mayor error de su vida (aunque finalmente la astrofísica le dio la razón, pero esa es otra historia).
La inseguridad de un genio en el tema que mejor domina contrasta con su convicción absoluta de algo que podría ser una apreciación subjetiva. Sin embargo, después de un siglo de avances y descubrimientos científicos, esta analogía sigue siendo tristemente válida. Hace unos meses se hizo público el matrimonio –en Arabia Saudita- de un hombre de 50 años con una niña de sólo 9. Ante la desesperación de su madre, fueron los propios tribunales árabes los que validaron el vínculo. Días después, la prensa informó de otro matrimonio, esta vez en la India, entre otra niña pequeña y un perro. ¿La razón? La pequeña tenía un diente que crecía chueco en su boca y que presagiaba un mal futuro para toda su familia. Lo anterior dista de ser una costumbre o creencia y pasa al terreno peligroso de la ignorancia, esta vez de forma cruel contra quienes deberían ser protegidos y custodiados por la humanidad entera.
Si estos ejemplos parecen lejanos y caricaturescos, valdría la pena preguntarse en qué estamos los chilenos: preparándonos para tsunamis y cataclismos que, si ya no ocurrieron el 29 de Junio, seguro van ocurrir el 2012 porque los mayas lo predijeron. Descubrimientos, creaciones, esfuerzos científicos y avances tecnológicos impensados aún para nuestros padres son invalidados ante un calendario de una cultura, ciertamente, muy rica e interesante, grabado hace cientos de años.
¿Habrá que esperar saber lo que nos dicen los astros para formarnos una opinión? Tiempo tenemos de sobra. Estupidez -tristemente- también.
Foto: 2012 [6]