Europa: una sociedad de viejos y para viejos

20 Marzo 2006
La revuelta estudiantil y sindical en Francia y los episodios de sublevación juvenil en ocurridos en España son la punta de un iceberg con el que está a punto de chocar el modelo económico de la UE. Por Claudio Bravo
Claudio Bravo >
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Los jóvenes franceses han salido a las calles este fin de semana para protestar por la nueva ley laboral impuesta por el gobierno de Dominique de Villepin, la cual permite que las empresas de más de 20 empleados puedan despedir libremente a los menores de 26 años durante los dos primeros años de contrato.
El proyecto de ley del Contrato del Primer Empleo (CPE), viene a reafirmar la tendencia de los gobiernos europeos de intentar crecer a costa de los jóvenes mientras la mayoría de la vieja población europea vive cómodamente de sus jubilaciones y de la renta de sus inmuebles alquilados por esos mismos jóvenes.
Se dice que esta generación de jóvenes es la más instruida de la historia gracias a que han tenido un mayor acceso a la educación, pero el ser universitarios de poco les ha servido para encontrar un trabajo que les permita vivir dígnamnte e independizarse. Hoy en día los jóvenes europeos deben contentarse con vivir hasta pasados los 30 años en casa de sus padres o irse a vivir en un piso compartido en comunidad. La mayoría de ellos comparte un departamento para poder costear el valor del alquiler que muchas veces alcanza a casi el 80% del salario de cualquier joven.
Y es que en España el precio de la vivienda ha subido un 300% en los últimos 5 años, lo que ha hecho que los jóvenes vean como un sueño el poder adquirir una casa propia. Y los que lo han logrado, han firmado hipotecas a 40 años. Alejandra Azcarrága, una chica vasca que vive en Barcelona comenta para esta nota: “nuestros hijos ya no heredarán pisos, sino que hipotecas”.
Sin embargo, muchos de los padres o abuelos de esa gente joven son dueños de varios departamentos. Hubo mucha gente que se compró su vivienda durante toda su vida y, tras jubilarse, adquirió otra para vivir de las rentas.
Los jóvenes europeos sienten cada vez más de cerca las injusticias de un sistema hecho a la medida de una sociedad cercana a la tercera edad que intenta protegerse a costa del trabajo barato de esa clase joven, educada y trabajadora. Y el ejemplo se ve en el día a día. Mientras los jóvenes se buscan la vida trabajando en lo que venga, los bingos de Barcelona están llenos jubilados de lunes a domingo tirando el dinero obtenido de su jubilación y del alquiler de alguno de sus bienes.
Estos jóvenes pagan con su trabajo la jubilación de estas personas mayores sin saber si en el futuro habrá suficiente gente económicamente activa para costear la de ellos. Y es que esta juventud no puede ni siquiera plantearse tener hijos.
Esta situación de precariedad ha ido menguando la paciencia de los jóvenes que ven como para entrar al mercado laboral han tenido que pasar por perídodos de casi un año con contratos de prácticas, en los cuales, muchas veces ni siquiera reciben dinero a cambio. Y después de estos largos períodos de trabajo gratis pasan a formar parte de esta nueva clase social llamada “mileuristas”: jóvenes que se dejan el alma en sus trabajos por míseros mil euros (algo así como ganar 200 mil pesos en Chile)
Hace algún tiempo, el periodista Manuel Díaz publicó un artículo en el diario La Vanguardia titulado “Guapos y pobres”, que hablaba de esto mismo. Comentaba la historia de Alfredo Ruiz, un joven barcelonés de 29 años con carrera universitaria, una sólida experiencia como creativo publicitario y que habla varios idiomas. Un día decidió dedicarse a lo que realmente le gustaba, escribir. Aparentemente no le va mal: ha vendido dos guiones a grandes productoras de la ciudad y, sin embargo, no logra llegar a fin de mes.
No resulta difícil darse cuenta de que no es el único que pasa por la misma situación. De hecho, basta con caminar por los céntricos barrios de Barcelona como Gràcia o La Ribera para cerciorarse que están rodeados de gente como él: tienen estudios, experiencia, trabajo y talento pero, paradójicamente, son pobres.
Alfredo Ruiz decidió contar esta historia, la cual se convirtió en el libro Guapos y Pobres(Ático Ediciones), la cual no trata de vagabundos que duermen en la calle ni de los niños pobres que aparecen en los noticiarios. Sino de los hijos de la clase media europea, de esa generación que todos dicen ser la “mejor preparada de la historia”.
No son inmigrantes sin papeles ni viven en barrios marginales. Pero no tienen acceso a todo aquello a lo que sus padres los acostumbraron. El autor utiliza el diccionario de la RAE para precisar el significado del término pobre: “Necesitado, que no tiene lo necesario para vivir”. “Por lo tanto, pobre también es aquel que trabaja diez horas al día y no tiene dinero para vivir solo, legalizar su negocio o irse de vacaciones”.
Guapos y pobres... mileuristas

Según comenta el autor, estos jóvenes se las arreglan para buscar alternativas o estrategias para sacarle el mejor partido al poco dinero que tienen. “Si no tienes dinero para ir en coche o en tren siempre pueden ir en bicicleta, que es divertido, moderno y ecológico. Por fortuna, siempre podemos estar a la última”, comentaba Alfredo en la entrevista realizada hace algún tiempo en La Vanguardia. “Sin embargo, estas alternativas son tramposas, porque nos van situando poco a poco en el límite de la pobreza, y cada vez, nos quedan menos opciones”.
Según Alfredo, los jóvenes sabían que existía el hambre en el mundo y la pobreza pero “lo que no sabíamos es que también nos tocaría a nosotros. Porque, eso sí, cada vez nos cuidamos más nuestro pelo y nuestro cuerpo, hablamos más idiomas y hasta cultivamos nuestro espíritu y, ante todo, controlamos lo que comemos, lo que decimos y lo que fumamos. Resumiendo, que ya somos guapos o, como dice el diccionario, bien parecidos. Pero sólo es eso, apariencia. Porque somos guapos, pero ya no podemos vivir donde nacimos ni donde crecimos. El mundo para el que fuimos educados nos cierra sus puertas”.
Estos jóvenes son capaces de apreciar la tortilla de patatas deconstruida de la alta cocina de Ferran Adrià pero nunca, nunca, tendrán el dinero para ir a su restaurante. “Hasta hace muy poco tiempo, tener una vocación, estudiar una carrera, ser eficiente o tener experiencia eran requisitos básicos para ganarse la vida decentemente en cualquier profesión. ¡Pero ahora ya no es así! De repente, el mundo de la pequeña y mediana empresa, la patronal e incluso las multinacionales sólo nos ofrecen contratos basura y sueldos muy por debajo de las necesidades de cualquier persona. Y aquí estamos, educados y preparados, con talento y dispuestos a ganarlos la vida y ser libres”.
Sin embargo estos jóvenes aprovechan los vuelos baratos y viajan cuando pueden. Quieren ver qué hay más allá de sus fronteras para ver si ocurre lo mismo en toda europa. Muchos de ellos incluso, están emigrando a EEUU, Australia o Canadá. Alfredo acababa de llegar de Londres donde visitó la Tate Galllery. Sin embargo lleva más de seis meses aplazando su visita al dentista. “Esa es la paradoja actual, puedes viajar por cuatro duros
(dos lucas) y tener información de lo que pasa en el mundo a través de Internet
y de la prensa gratuita. Sabes dónde queda El Bulli, pero no tienes pelas (dinero) ni para ponerte una funda dental”
.
Alfredo busca respuestas para esta situación y comenta “estamos ante un fenómeno que se produce por primera vez en la historia. Y es que desde hace unos años, la práctica congelación de los salarios, el espectacular aumento del precio de las viviendas y el aumento de precios que ha traído consigo el euro ha provocado una disminución general del poder adquisitivo”.
Es que los jóvenes guapos y pobres o también llamados mileuristas sienten que la vida se les hace más y más difícil. Leyes como las de Villepin lo demuestran. Estos jóvenes ven como pasan los años y no pueden irse de la casa de sus padres. Ganan mil euros y el alquiler de cualquer departamento medio cuesta entre 700 y 1200 euros. Si se arriesgan a migrar del hogar paternal tienen que compartir un piso con otros jóvenes. Los diarios están llenos de avisos del tipo “alquilo habitación en piso compartido”, sólo basta con echar una miradita aquí para comprobarlo.
El autor de Guapos y Pobres se lo cuestiona todo y señala “¿Y por qué aceptamos cobran tan poco?, primero, porque no nos ofrecen más y, en segundo lugar, porque somos o nos sentimos jóvenes. Y los jóvenes, todos lo sabemos, aún tenemos la vida por delante. Vamos, que todavía podemos depender de nuestros padres, de nuestra pareja, o de buscarnos la vida de cualquier modo alternativo sin tener que avergonzarnos de ello. Y esto, en el fondo, no está tan mal, porque aceptándolo sabemos que no nos estamos aburguesando de mala manera antes de tiempo, ni hemos caído en la trampa de que el dinero da la felicidad. Y aquí está la paradoja: no somos conscientes de nuestra pobreza, porque viviendo en su límite nos sentimos jóvenes y esto, para muchos de nosotros es el paradigma de la felicidad.
Sin embargo, muchas veces esa juventud les hace enfrentarse a sus jefes o a las empresas que los emplean con esos contratos basura..hay veces que rememoran la vida llevada en la infancia. “Nosotros, que crecimos rodeados de confort, hoy no podemos comprarnos una vivienda a pesar de que nuestros padres nos pagaron una carrera universitaria para que la vida nos fuera mucho más fácil ¡Y encima quieren que tengamos hijos!”.
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