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Todos somos migrantes: Desde los que llegaron hace milenios y siglos hasta los que llegarán mañana

01 Marzo 2021

Es necesario hablar sobre este tema y más de allá de dar una opinión o respuesta es necesario preguntar, plantear dudas o interrogantes: el fenómeno de la migración es un espejo que nos puede decir mucho de nosotros como país, como ciudad y como personas.

Marcos Cereceda... >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

El fenómeno de la migración es preocupante. Históricamente la llegada masiva de forasteros ha activado en la población autóctona diferentes tipos de “fobias”: desde las xenofobias (rechazo al extranjero), la aporofobia (miedo y rechazo a la pobreza) e incluso cierto tipo de agorafobia (los autóctonos se comienzan a retirar o rechazan las zonas públicas y residenciales habitadas por extranjeros).

No sé si estas fobias son atributos antropológicos transversales, pero, mis queridos chilenos y ariqueños, me atrevería a decir que no existen ninguna cultura, país o pueblo libre de estas fobias. Tampoco conozco a nadie que no tenga pequeños o evidentes actitudes racistas o fóbicas frente al fenómeno de la migración. Aunque este tipo de fobias se puede gestionar a través de conocimiento mutuo, el problema es que se pueden traducir en expresión política de extrema derecha, fascistas o incluso nazis, ya que se antepone el conflicto cultural al conflicto de clase. Con los evidentes peligros para la democracia, paz y derechos humanos que aquello comporta.  

Actualmente Chile y la Arica contemporánea se han constituido como polos de atracción para ciudadanos que buscan mejorar sus condiciones de vida, esto no es noticia, pero quizá para algunos les puedo dar la noticia de que Venezuela es un país precioso y los venezolanos son un ejemplo de apertura y hospitalidad y como en todos lados “hay de todo” buenos y malos. Es por eso que es necesario hablar sobre este tema y más de allá de dar una opinión o respuesta es necesario preguntar, plantear dudas o interrogantes: el fenómeno de la migración es un espejo que nos puede decir mucho de nosotros como país, como ciudad y como personas.

En primer lugar, es conveniente aclarar de manera rápida la terminología: el término es la “migración”, que se estructura mediante los términos “emigración” (acto de salida desde un lugar de origen) e “inmigración” (el acto de establecerse en un lugar geográfico distinto al lugar de origen, por un periodo prologando). Teniendo clara esta cuestión, nos referiremos al problema como “migración” o “migrantes.  Estas categorías son problemáticas para la historia de la gran América y sus procesos de poblamiento, nos conduce a preguntarnos por quiénes definen socialmente esta condición ¿Los que llegaron hace milenios y siglos o los que van a llegar mañana?

En segundo lugar, las personas migrantes, una vez que logran establecerse los primero que hace es buscar trabajo, no solo en los trabajos que los autóctonos “no quieren hacer” sino que también en los segmentos profesionales o técnicos. En esta situación los empresarios someten al trabajador o trabajadora un tipo de discriminación basada en la nacionalidad, al ofrecerles empleos con un salario por debajo del costo salarial de un trabajador autóctono, generando una presión salarial a la baja, con consecuencias sociales que pueden ser destrozadas. En un contexto en que los sindicatos no se hacen cargo de la situación de estos trabajadores ¿A quien beneficia la migración? ¿Quiénes son los perjudicados? ¿Quiénes producen esta competencia nefasta?

En tercer lugar, las personas migrantes no solo vienen a buscas trabajo asalariado, sino que también vienen aquellos “buenos para lo negocios”, instalan sus restaurantes, bares, servicios de diferentes tipos servicios, este rasgo es común en las ciudades capitalistas cosmopolitas o multiétnicas, crean empleo, activan sectores de la economía, pagan impuestos, crean cadenas productivas, generan pequeño capitalismo etc. Esta imagen tan típica, se contrapone a la imagen de aquellas personas que actúan en los países de acogida de mala manera, se dedican a cometer delitos de alta intensidad. Entre ambas imágenes extremas, existen una multiplicidad de historias de vida, voces, cuerpos de quienes están desarrollando sus proyectos personales, han tenidos hijos y que quizá ya no se plantean volver a sus países, son aquellos de las fiestas de los fines de semana con música con volumen muy alto, que quizá ya han tenido más de un “encontrón” con el carácter en teoría “más piola” de los chilenos, pero que sin lugar a duda son aporte en muchos sentidos (demográfico, cultural o económico), son gente que con el sudor de su frente se han ido constituyendo como una entidad con dificultades o exclusiones para hacer oír su voz. Entonces aquí la pregunta es ¿cómo los inmigrantes miran a los chilenos o ariqueños? ¿qué imagen tienen “ellos” de “nosotros”?  

Por último, en lo que se refiere a la migración venezolana, son personas que vienen de un país que paradójicamente es mucho más rico que Chile, además de ser muy bello. Una buena de estas personas no tienen una experiencia positiva con la situación económica de su país y los gobiernos del presidente Chávez o el presidente Maduro, algunos quizá son gente de “derechas”, por lo que pueden estar mirando desde lo lejos y quizá con recelos los procesos de cambio que experimenta Chile y Arica actual, por temor a que este proceso derive en una situación similar a la que tiene Venezuela, entonces  aquí la pregunta aquí podría ser ¿Cómo los subimos al tren de nuestra historia?

Este conjunto de preguntas quizá es bueno para comenzar a trabajarnos las fobias o los rasgos racistas o microracismos. Al mirarlos a ellos, al preguntarnos por sus vidas y su situación podemos aprender mucho sobre nosotros.  

 

 

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