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Infrapolítica de la vivienda en Chile... Se ríen de los pobres: Caso COPEVA y Polimetales de Arica

20 Julio 2021
No hemos aprendido como sociedad, los tomadores de decisiones no han aprendido y hoy las ocupaciones ilegales siguen siendo un punto de conflicto.
Veronica Grunewald >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Chile podría dar clases sobre cómo no se debe manejar el déficit de viviendas o cómo desarrollar una infrapolítica de la vivienda.

Prácticas que se repiten al enfrentar las ocupaciones ilegales o tomas, el primer paso en la desesperación de las familias vulnerables que, sin dimensionar las consecuencias de sus decisiones, buscan asegurar la disponibilidad de un terreno. A otros les funcionó, pensarían los once vecinos asesinados en la matanza de Pampa Irigoin, en Puerto Montt, con un déficit de viviendas que se arrastraba desde el gran terremoto en 1960.

No hemos aprendido como sociedad, los tomadores de decisiones no han aprendido y hoy las ocupaciones ilegales siguen siendo un punto de conflicto. ¿Fallas del sistema? El que falla no es el pobre que busca su derecho a vivir en una vivienda digna para su familia.

Ver también: Seremi Minvu Arica y Parinacota por falta de viviendas: "Lo que sufrimos es un déficit de arrastre" [VIDEO]

Se acuerdan de las Casas COPEVA?

Los más pobres ven en un sitio abandonado la oportunidad de cumplir sus sueños. Y si uno pudiera ver dentro de ese sueño se daría cuenta de que es tan poquito lo que piden. Muchos esperan años y luego de juntar peso a peso, cuando por fin, creen que su sueño se hará realidad, lo que sucede es que se ven enfrentados a una verdadera pesadilla, con departamentos que se deshacen bajo la lluvia, cubiertos de plásticos. Si, recordemos las viviendas COPEVA de Francisco Pérez Yoma (hoy conocida como Constructora PY) y los kilómetros de mangas de polietileno entregadas como solución por los responsables de la mala calidad de la construcción.

A la historia de COPEVA y su escandalosa participación en el ámbito de las viviendas sociales (no alcanzan a llamarse casas) sumamos tristemente, aquellas construidas sobre vertederos ilegales, donde los vecinos se enfrentaron a diversas “manifestaciones” que harían pensar que sus casas soñadas se encontraban sobre terrenos habitados por poltergeist. Nunca imaginaron que eran terrenos no aptos para viviendas y al lado de “La Cañamera” un gran vertedero hoy transformado en 20 hectáreas de parque, llamado Juan Pablo II. Aunque creo que no debemos olvidar que se trata de La Cañamera.

Y llegamos hasta nuestros famosos polimetales. Podría ser otra historia más de segregación urbana, de arrinconar a los pobres y sus viviendas sociales hacia la periferia, hacia los terrenos que nadie quiere. Pero no se trata solo de eso. Es como la película, “una serie de hechos desafortunados” que hoy, a más de treinta años de los hechos, nos sigue afectando. No tengo pruebas para decir que el viento ha esparcido las partículas de tóxicos por toda la ciudad, pero emplazo a quien diga lo contrario a tomar muestras de suelos y techumbres en todos los sectores. Podríamos organizarlo por cuadrantes de juntas vecinales.

A los entusiastas defensores de las ocupaciones no autorizadas, aludiendo el “derecho a la vivienda” los invito a reflexionar sobre el derecho humano a la vivienda, que va más allá de la posesión de cuatro paredes y un techo. Hablamos de condiciones de habitabilidad, una vivienda que asegure calidad de vida. Disponibilidad de servicios como acceso al agua, servicios sanitarios, abrigo, seguridad.

Construyeron esas casas, contaminadas y se rieron de los ariqueños. Se ríen de los pobres en general. Nos acostumbramos a esa falta de empatía, al maltrato del funcionario hacia el ciudadano común. Al maltrato de Estado chileno hacia los menos visibles, los vulnerables, los indígenas, los discapacitados. Es como si pensaran, son pobres, que se den con una piedra en el pecho que les tocó casa. Y les da lo mismo, pienso que hasta se alegran al ver cómo se desmorona el sueño del pobre.

Como creo que el que sabe es responsable de aquello que conoce, me hago responsable de mi ciudad y sus debilidades. Me hago responsable de la historia triste de sus humedales ocupados, de su mar hiperexplotado, de sus vertientes tapiadas, de su picaflor de Arica que cada día disminuye su población. No queremos que sea parte del pasado. El picaflor debería ser parte del emblema de la ciudad, una ciudad levantada, renacida, que de la bienvenida a todos quienes quieran habitarla, pero en forma digna y amable.

Ver también: Abogada Daniela Flores por Polimetales: "Arica está contaminada completa" [VIDEO]

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