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JUVENTUD Y POLITICAS

JUVENTUD Y POLITICAS PÚBLICAS

POR QUE PENSAR Y ACTUAR EN POLITICAS DE JUVENTUD LOCALES Y NACIONALES

Nuestro País y América Latina se encuentra, actualmente en la segunda fase de transición demográfica, caracterizada por la atenuación del ritmo de incremento de la población joven y el descenso de su proporción dentro de la población total.
Las consecuencias de la evolución estimada y prevista de la población joven en Perú e Iberoamérica son diversas, complejas y, en varios casos, inciertas por sus claras especificidades nacionales, asociadas a las diferentes trayectorias de la transición demográfica antes mencionada.
En el caso de España y Portugal, desde mediados del decenio pasado, la cuantía de la población joven está bajando. En América Latina, si a modo de referencia tomamos en consideración el período 1950-2050, se observa que la evolución de la población será creciente hasta alcanzar un punto de estabilización, sin que se verifiquen caídas agudas de su magnitud absoluta.
Esto se debe a que los índices de fecundidad alcanzados por España y Portugal fueron inferiores al nivel de reemplazo acaecido a principios de la década de 1980, condición que, excepto Cuba, no ha acontecido en Latinoamérica, pese al pronunciado descenso de su fecundidad.
En cuanto al peso relativo que llegan a alcanzar los jóvenes respecto del total de la población peruana y en América Latina las cúspides de representación juvenil son del orden del 40 % de la población (decenio de 1980 y parte de 1990), mientras que en la Península Ibérica no son superiores a 36%.
Una posible consecuencia de la reducción de la población juvenil sería su menor peso correlativo en la incorporación, en las agendas públicas, de los temas que afectan a los jóvenes, dado que bajaría su peso electoral y como ?consumidor político?. Sin embargo, la prolongación de la fase juvenil debido a la mayor extensión del período de estudio y permanencia en el hogar parental compensaría la disminución relativa del peso demográfico de los y las jóvenes.
Por otro lado este llamado ?bono demográfico? sería positivo en el campo de la educación que, luego de décadas de soportar un incesante aumento de la demanda por cupos e insumos, comenzará a experimentar una progresiva estabilización de su población objetivo. Esto abrirá una ventana de oportunidades que puede aprovecharse para reducir las lagunas de cobertura, extender la jornada o incrementar la calidad de la enseñanza; contribuyendo a una mayor eficacia del sistema educacional en términos de logros y aprendizajes, lo que, a su vez, tendría efectos positivos en el capital humano de los países, su capacidad productiva interna, la competitividad externa, y las condiciones culturales para el ejercicio de la ciudadanía.
La reducción relativa de la población juvenil podría tener un efecto positivo en la disminución de incidencia algunas de las conductas socialmente riesgosas que tienden a ser más frecuentes entre los jóvenes, tales como la violencia, los accidentes y el consumo intensivo de drogas.
Por otro lado, se revela que la mortalidad entre los jóvenes de Peru e Iberoamérica ha descendido sensiblemente en los últimos 50 años, si lo comparamos con la mortalidad en general. En ello concurren el avance de la ciencia médica, la ampliación de la cobertura de servicios básicos y sanitarios, y el incremento de la capacidad individual para prevenir y enfrentar las enfermedades. Comparada con la mortalidad de otros grupos de edades, la de los jóvenes es relativamente baja y sus defunciones representan pequeñas fracciones del total. Las tasas centrales de mortalidad de los jóvenes iberoamericanos son inferiores al 4 por 1000, y durante la adolescencia (10-19 años) no supera el 2 por 1000.
Estas cifras sugieren una situación de relativa seguridad vital durante la juventud contrastan con la imagen, bastante generalizada entre el público y las autoridades de la región, de una persistente o hasta creciente exposición a amenazas mortales en este período de vida.
Con respecto a las proyecciones relativas a la fecundidad y reproducción en la juventud, cabe señalar que en los últimos 15 años la fecundidad total y la juvenil, han seguido cayendo, con excepción de la fecundidad adolescente, cuyas cifras muestran su resistencia al descenso, e incluso un incremento, en algunos casos.

La gestión pública juvenil cobró bríos a partir del Año Internacional de la Juventud en 1985. Este esfuerzo se advierte en la existencia de organismos oficiales de juventud en todos los países iberoamericanos y en el interés por incorporar los mandatos internacionales en materia de juventud a los marcos constitucionales. Algunos países han logrado aprobar leyes de juventud y avanzar hacia la consolidación de políticas nacionales de juventud que permitan individualizar jurídica y socialmente al joven como sujeto de derecho. Sin embargo, todavía persiste una gran dispersión en los avances existentes, sobre todo cuando se intenta definir la situación global de la juventud. La precaria y dispar institucionalidad pública de juventud en los países latinoamericanos y la falta de participación juvenil dificultan la configuración de estrategias para posicionar este tema en las agendas gubernamentales, más allá de su debate coyuntural.

Pese al creciente desarrollo de estudios sobre identidad juvenil y de su paulatina incorporación a las políticas de juventud, todavía resulta una tarea compleja, tanto para el mundo académico como para los gobiernos, delimitar una categoría de juventud que permita establecer cuáles son los límites de esta etapa de la vida y cómo visibilizar sus particularidades sociohistóricas y necesidades. La literatura sobre el tema de la identidad juvenil plantea, en general, la imposibilidad de una definición concreta y estable sobre su significado. Cada época y sociedad imponen a esta etapa de la vida fronteras culturales y sociales que asignan determinadas tareas y limitaciones a este grupo de la población (Levi y Shmitt)

Debido a la necesidad de una definición operacional, desde una perspectiva demográfica la edad es el criterio que se ha aceptado para distinguir a los jóvenes, y es lo que tradicionalmente se ha asumido como referente para las políticas de juventud. Sin embargo, en los países iberoamericanos se observa una gran diferencia en los rangos de edad con los que se define la juventud: entre los 7 y 18 años (El Salvador); entre los 12 y 26 años (Colombia) entre los 12 y 35 años (Costa Rica) (Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, 2002); entre los 12 y 29 años (México); entre los 14 y 30 años (Argentina); entre los 15 y 24 años (Bolivia, Ecuador, Perú, República Dominicana); entre los 15 y 25 años (Guatemala, Portugal); entre los 15 y 29 años (Chile, Cuba, España, Panamá, Paraguay); entre los 18 y 30 años (Nicaragua) En Honduras, la población joven corresponde al grupo menor de 25 años (OIJ, 2001).
Las diferencias en el rango de edades que define a la juventud en los distintos países revelan al menos dos tendencias. La primera es que la ampliación de la juventud a edades más tempranas (en El Salvador, Colombia, Costa Rica, México) y a edades más altas (en Chile, Cuba, España, Nicaragua, Panamá y Paraguay) puede expresar que el ser joven es una condición que se está expandiendo no solo en edad, sino en la representación que esta tiene en la sociedad. Ello puede deberse al incremento en la esperanza de vida, que bordea los 70 años, y que implicaría consecuentemente un movimiento en las identidades juveniles, ampliando la proporción de la juventud en la población. Pero también estas identidades estarían determinadas por aspectos sociales propios de la mayor demanda de educación, capacitación para el trabajo y la prolongación de las trayectorias educativas.
Durante el período comprendido entre 1995 y 1999, los países iberoamericanos avanzaron en la articulación de las políticas de juventud pero a un ritmo desigual entre naciones. Todavía existe gran heterogeneidad en las políticas de juventud de los países encuestados, que pueden ser entendidas a la luz de diversos criterios: los paradigmas implícitos de la fase juvenil que las sustentan, sus fundamentos legislativos (ámbito jurídico normativo), los niveles de la administración pública encargados de las acciones de juventud, y el tipo específico de gestión que realizan los organismos oficiales de juventud en cada país.

Por otra parte, los avances en la institucionalidad pública de juventud son variables. En Iberoamérica existen ministerios, viceministerios, subsecretarías, institutos y direcciones de la juventud con diversos niveles de incidencia y jerarquía política. Las funciones desarrolladas son de distinta índole: rectoría, asesoría y supervisión, así como de promoción de las actividades y servicios orientados a los jóvenes. Parte importante de la oferta programática orientada a los jóvenes tiene un carácter sectorial, y algunos países no cuentan con organismos oficiales a cargo de los sectores
Juveniles.
Ahora podemos definir con más claridad el enfoque y visión de juventud que queremos para nuestro Perú y los gobiernos locales.
Existen cuatro visiones acerca de las características de la fase juvenil (Krauskopf, 2003): la juventud como período preparatorio (que define a la juventud a partir de las crisis); la juventud como etapa problemática (visión negativa de la juventud, restringida a temas como delincuencia, drogas, violencia, deserción escolar, y otros); ciudadanía juvenil (perspectiva integral que prioriza la plenitud de derechos de los jóvenes para participar en políticas y programas de juventud); y la visión del joven como actor estratégico del desarrollo (orientada a la formación de capital humano y social, como destrezas y capacidades en la conducción de su desarrollo y en el campo productivo). Los dos últimos enfoques suponen a las juventudes como actores sociales. De cada uno de estos enfoques se desprenden opciones en cuanto al diseño de las políticas y el carácter de los programas orientados a la juventud.
Las políticas con la juventud son las más modernas e innovadoras. Su principio base es la solidaridad y son en esencia participativas, no sólo en el espacio ejecutivo, sino en aquellos aspectos que se refieren al análisis y la toma de decisiones. Son activas desde los jóvenes e interactivas en la dialéctica juventud-sociedad. No son impuestas desde arriba, sino creativas, abiertas y sujetas al debate crítico.
La juventud es el presente del cambio y el futuro de la prosperidad.

Atentamente:

Dony A. Callupe Laureano
Presidente del Consejo de Participación de la Juventud
CPJ- CONAJU

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