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El dolor de Samuel: Dejemos de mirarnos el ombligo

28 Septiembre 2019

Nuestro bailarín connotado, deteriorado por las drogas, pide a gritos que no guardemos silencio, porque su vida es el reflejo de otras vidas que mueren poco a poco, ante la inexistencia de encontrar soluciones en Arica para los drogadictos y enfermos mentales.

Ada Angélica Rivas >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Cómo nos abandonamos, sin mirar de frente, cruzando a la calle contraria, y quedándonos en nuestro espacio de comodidad, donde nada duele ni altera nuestro pensamiento. Mostrando en el Facebook que estuvimos en tal restaurante y exhibiendo con asquerosidad los platos que pedimos. Porque estamos a salvo, porque es mejor así, porque es imposible ponerse en la piel descalza del otro.

Mejor pasar rápido por el lado del drogadicto, del enfermo mental, del que no tiene opciones de mejorar su calidad de vida, porque eso afecta nuestra felicidad aparente y sin sentido, cuando no nos interesa la herida sangrante de quienes nos rodean.

Hoy es el turno de Samuel Morales, gran artista y ser humano creativo, que alguna vez fue seducido por los que querían estar a su alrededor, ahí la gente abundaba y era parte del grupo con el que compartía sus triunfos. A mí me sedujo la falda que usaba en el desierto del Sahara para bailarle al silencio; su luminoso pelo largo y hermoso cuerpo, que se alargaba en las pestañas.

De un día para otro Samuel ya no fue ese ser al que no costaba querer, ni admirar. Llegó a su vida, no sé en qué forma, la droga, que le provocó compañía y llenó vacíos, porque esa sonrisa tenía dientes de menos. Apareció gente con la misma necesidad y el círculo ya no fue el del glamour que tuvo en los escenarios, donde su cuerpo era capaz de interpretar las notas musicales casi sin tocar el suelo.

¿Cómo un bailarín connotado, se convierte en un ser humano sin rumbo?… ¿Dónde está la familia cansada y enferma?, porque el drogadicto no está solo, va junto a todos sus parientes en la misma ruta… y todo este problema no tiene más eco que ir a un siquiátrico o a un centro terapéutico que no existe en nuestra ciudad.

¿Dónde están las políticas públicas que no ofrecen soluciones u opciones a quienes se enferman, drogan y pierden el rumbo por esta vida injusta, donde se compite por el éxito, por ganar más dinero que el otro, por tener la casa más grande y el mejor auto?

Al final estamos rodeados del dolor de Samuel, multiplicado por varios dígitos, donde se adormecen los problemas y la impotencia ante la falta de oportunidades y ante la falta de amor, de mirarnos a los ojos, de abrazarnos, de tener menos miedo e inseguridad. Todo se conjuga en el abandono de la voluntad. Tenemos un problema. Y quienes deciden nuestros destinos al menos políticos y económicos, algo tienen que hacer. Mirarse el ombligo ya no está de moda.

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