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El dilema de la basura en Arica

07 Enero 2020

Quizá uno de nuestros grandes problemas, como comunidad de ariqueños y ariqueñas, consiste en la gestión de la basura. Coincidentemente, además, la gestión de la basura es, a mi juicio, un gran ejemplo para ilustrar la crisis social en la que actualmente nos encontramos sumidos.

Enzo Varens >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Desde el principio de los tiempos que el ser humano engendra basura, desperdicios, restos, en fin, cosas que no necesitamos y de las cuales nos queremos deshacer. La pregunta siempre ha sido, ¿dónde la botamos? Todas las sociedades modernas han desarrollado métodos para disponer adecuadamente de nuestros desperdicios. Quienes hemos tenido la fortuna de residir en países más desarrollados que el nuestro, nos hemos sorprendido de lo limpias que están las calles, plazas, avenidas, playas, y otros espacios públicos. Y lo mismo respecto de sus sistemas de salud, educación, pensiones, etc. Acto seguido, nos preguntamos: ¿por qué nosotros no somos capaces de tener las calles así de limpias? ¿Por qué nosotros no podemos tener salud universal, educación gratuita y de calidad, pensiones dignas, etc?

Y es allí donde intentamos dar respuestas. En el caso de la basura, la primera respuesta es la más elemental: tenemos las calles sucias porque nosotros somos sucios. Botamos la basura en cualquier parte, no nos preocupamos de la limpieza de las calles, etc. Aquí ocurre lo de la paja en el ojo ajeno: todos nosotros nos creemos más limpios que el vecino, que jamás de los jamases hemos botado basura al suelo, mientras que, ¡mira!, el vecino botó una bolsa en la calle. Los que botan la basura al suelo, se dice, son unos mal educados, que no tienen buenos modales, que carecen de valores, y todos los epítetos morales habidos y por haber. Al vecino no le enseñaron valores en la casa. El vecino no tiene cultura. Los ariqueños no tenemos cultura. No como los europeos: ellos sí tienen cultura, porque sus calles están limpias y respetan el medio ambiente. Pero, ¿será eso cierto? ¿Es que acaso somos tan sucios? ¿Acaso nos queremos tan poco como para dejar un reguero de desechos a nuestro paso, a diferencia de los cultos europeos? ¿Será esa la respuesta para nuestros males?
Desde ya adelanto que ello no es así.

Partamos por algunas refutaciones a nivel individual. Existen muchas variables que condicionan los buenos o malos modales de una persona. En particular, porque muchas personas han pasado sus años de formación bajo distintos modelos de crianza. En particular, hay muchas personas que no se han criado en una “casa”, ni han tenido a nadie que les enseñase valores ni cualquier otra cosa: padres ausentes, drogadictos, alcohólicos, inmersos en violencia intrafamiliar, o quienes se criaron, ya no en un hogar, sino que en una residencia del SENAME. Por ello, creo que no resulta muy justo que digamos, que una persona es sucia porque no le enseñaron valores en la casa, precisamente porque muchos de ellos ni siquiera tuvieron casa. Pero además, con la basura pasa lo mismo que con muchos otras normas de conducta: el mal de la paja en el ojo ajeno. Ya lo denunció Jesús en su oportunidad: quien esté libre de pecado que lance la primera piedra.

Desde nuestra torre de marfil de la moralidad, nos escandalizamos cuando alguien tira basura al lecho del río, cuando muchos de nosotros, quizá inconscientemente, o quizá no, hemos cometido alguno que otro pecadillo: tirar basura al suelo. No conozco a nadie que nunca en su vida no haya tirado basura al suelo, del mismo modo que no conozco a nadie que no haya mentido alguna vez. Por lo tanto, parece un poco hipócrita juzgar al vecino cuando tira la basura, cuando quizá nosotros no somos los paladines de la moral en ese sentido. Y desde luego, no por residir en esta maravillosa tierra somos más o menos sucios que, por ejemplo, los españoles: en todas partes se cuecen habas, como se dice. Allá también hay gente que tira la basura al suelo. Yo lo vi con mis propios ojos.

El punto al que me interesa llegar radica en el siguiente: la basura, tal como la educación, la salud y las pensiones, son un problema que es irresoluble a nivel individual. Se trata de un problema de naturaleza social. Y como tal, es gobernado por las reglas de la ética, de la cuadrilla de puercos encerrada dentro de una empalizada. Por lo tanto, si las calles de Barcelona son más limpias que las calles ariqueñas, ello no es producto de una la virtud moral superior de los catalanes, sino que en una organización social más eficiente. Para ello, las normas juegan un factor preponderante. La sociedad se organiza por medio de normas, ya sean éstas morales, jurídicas o de urbanidad (buenas costumbres).

v Las normas gobiernan por igual toda forma de organización social, ya sea que se trate de la Iglesia, del Estado o de cómo se debe uno comportar cuando lo invitan a cenar. En cuanto a la basura, sus normas son básicamente cinco: a) a qué hora botar la basura: b) dónde botarla; c) qué botar; d) quién la recoge; y e) qué pasa si no hago caso de las cuatro normas anteriores. Así, por ejemplo, en Barcelona, la basura podía botarse a cualquier hora del día, por cuanto los recolectores de basura pasaban una o dos veces al día por la ciudad, en los contenedores que el municipio había colocado en todas las esquinas de la ciudad,  separando la basura común de la reciclable, y quien no cumplía con esas reglas era castigado con severas multas que van desde los 180 euros en adelante.

¿Cuál es la situación de Arica? El cuadro es el siguiente: la ciudad se encuentra dividida, para estos efectos, en diez cuadrantes; los recolectores de basura pasan tres días a la semana por la mayoría de la ciudad, salvo el sector industrial (cuadrante 5), donde éstos pasan seis días de la semana. El horario es variable (desde las 21:00 horas o desde las 05:00 horas), dependiendo del cuadrante, pero la basura sólo puede botarse en los horarios establecidos. La basura debe dejarse en la calle ya que, por regla general, el Municipio no ha colocado contenedores de basura a lo largo y ancho de la comuna. Existen unos pocos puntos de reciclaje en toda la comuna, pero por regla general, no se distingue entre uno u otro tipo de basura. En caso de cualquier incumplimiento, se castigan con una multa desde media hasta cinco UTM (desde los $25.000 aproximadamente). 

Comparando ambos cuadros podemos detectar las falencias. Nuestro sistema de gestión de la basura es malo, por eso las calles están sucias. Pondré un ejemplo. Mucha gente se desilusiona al ver cómo el terminal Asoagro pasa lleno de basura. Se cuestiona a los locatarios, que son sucios, hasta insultos racistas hemos escuchado. Pero resulta que, en toda la manzana del terminal, no hay ni un solo contenedor de basura. El terminal se encuentra dentro del cuadrante 3, y en él, la basura pasa los días lunes, miércoles y viernes, desde las 21:00 horas. No pasa ni los días sábado ni los domingos, justamente, los días de mayor afluencia de público.

Otro ejemplo: las playas. No hay ni un solo contenedor de basura en las mismas, ni mucho menos, existe un horario especial para la limpieza de las mismas. Entonces, refrendo lo dicho: las calles de Europa están limpias, no porque sus ciudadanos sean moralmente superiores, sino que su sociedad está mejor organizada. Y lo mismo es predicable respecto de cualquier otro problema social, como la salud, educación y pensiones.

Para finalizar, un pequeño comentario anexo. Arica desea ser una sociedad turística. Para lo cual, el municipio, por lo menos el año 2019, destinó cerca de 400 millones de pesos para la creación de una corporación municipal que se dedicase a promover el turismo. Ignoro los resultados de dicha corporación, pero creo que hubiese sido más prudente haber gastado esos recursos en la limpieza de la ciudad, pues a nadie le gustaría venir a una ciudad sucia de vacaciones.

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