Al rescate de un tesoro comunitario: avanza la Restauración Iglesia de Ticnámar [FOTOS]

12 Noviembre 2020

La iniciativa tiene una duración de 12 meses con un presupuesto de 641.451.000 pesos y contempla la restauración integral del templo.

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Las peores lluvias que la memoria precordillerana recuerda, son las que empaparon las añosas paredes de adobe de la Iglesia Virgen de la Asunción de Ticnámar, que entre 1958 y 1959 arrasaron con el pueblo, dejando como único sobreviviente: el templo. A 61 años de los aluviones, a más de 140 años de terremotos y alrededor de tres siglos de su construcción; hoy es restaurada junto a la comunidad.

En enero del 2020 inició el proyecto de Restauración templo Virgen de la Asunción de Ticnámar” financiado por la Subsecretaría de Desarrollo Regional, SUBDERE, ejecutado por el Gobierno Regional Arica y Parinacota, GORE, y subejecutado por Fundación Altiplano, en el marco del programa Puesta en Valor del Patrimonio (PPVP-SUBERE), cuyo objetivo es conservar y potenciar el valor patrimonial del templo y sus bienes culturales, contribuyendo al desarrollo sostenible y fortalecimiento de la comunidad a cargo de su conservación. Así también, busca colaborar con investigación y desarrollo en la restauración de la arquitectura patrimonial de tierra en Chile.

Cabe mencionar que en el proceso de restauración participan 14 personas de los pueblos andinos, que se emplean y capacitan en especialidades de obra y de restauración de bienes culturales, además de contratación de servicios de emprendimientos de Ticnámar.

La iniciativa tiene una duración de 12 meses con un presupuesto de 641.451.000 pesos y contempla la restauración integral del templo.

La restauración para la comunidad es super bueno, teníamos nuestra iglesia deteriorada por muchos años, y va a ser nuestro orgullo, recuperar lo que nos dejaron nuestros ancestros y tendremos que cuidar”, expresó Benigna Yucra Huanca, presidenta del Comité del proyecto Restauración del templo Virgen de la Asunción, instancia que agrupa a distintos representantes de la comunidad de Ticnámar que colaboran en la conservación del templo.
Emergencia sanitaria 

Si bien, la obra propiamente tal comenzó en marzo de este año, por la pandemia del Coronavirus fue pausada en terreno, donde en coordinación con el Comité y Gore, se aplicó un plan de trabajo ante la emergencia sanitaria, priorizando ante todo la salud y bienestar de la comunidad y equipo de trabajo, evitando el cierre de la iniciativa en curso, considerando el estado de urgencia que afecta a la iglesia, que estaba en proceso de restauración con desarmes y partidas iniciadas.

Es así que hasta agosto los equipos de obra y del Taller de Arte fueron capacitados y continuaron trabajos parciales desde la Escuela Taller Sarañani de Fundación Altiplano, avanzando en partidas que permitían la prefabricación de elementos, como la sobrecubierta temporal propuesta, o el traslado, como la carpintería e imágenes del templo.

Ante la preocupación de la comunidad reunida en el Comité del proyecto, se logró un acuerdo con el Gobierno Regional para retomar de manera parcial y controlada las operaciones, por lo que el proyecto retomó las obras bajo un estricto protocolo de acuerdo a la normativa sanitaria chilena.
“La pandemia ha sido difícil, pero seguimos porque la iglesia significa mucho para el pueblo”, comentó Lina Condori Ape, ticnameña.

Tesoro comunitario

Para Lina Condori el templo es “una reliquia de nuestros antepasados, recuerdo que mi abuelo trabajó haciendo el piso de la iglesia. Estamos esperanzados que se restaure para aprender a cuidar y mantenerla”, resaltó la comunera que es parte del Taller de Arte del proyecto, desde donde personas de comunidad están aprendiendo a conservar los bienes culturales: “¡es una experiencia maravillosa!”, concluyó.

Entonces, recuperar la “iglesia vieja”, como la llaman, es también rescatar los vestigios de una época, lugar de ceremonias y tradiciones de Ticnámar que por el pasar del tiempo han ido desapareciendo, junto con la partida de quienes celebraron fiestas, y vivieron el traslado forzoso al pueblo nuevo, quedando como único testigo para ser protagonista hoy del añorado retorno de la comunidad y revivir las festividades y costumbres andinas.