Realidad-ficción: Muchos de los que fueron al Machaq Mara… aún no llegan a la casa

Es la noche más larga. El solsticio de invierno es celebrado no sólo por la cultural aimara. Estamos en el año 5536.

Los amantes de Perotá Chingó y Gepe se reúnen en la madrugada del 21 de junio. Hablan de sus viajes ancestrales. Del efecto de los trips, la ayahuasca, el San Pedro. Unos preguntan por un cajero para girar lo que le depositó su papá y otros preguntan dónde pueden cargar el smartphone. Fingen entender la cosmovisión aimara. La marihuana es consumida con fines “espirituales”.

Los chacras se alinean, hablan de Valpo, del carrete con los voluntarios de Techo Chile. Las guitarras emergen, todos corean "Lamento boliviano" de Los Enanitos Verdes. El año nuevo aimara es celebrado de extrañas formas.

No todas las personas de origen aimara celebran el Machaq Mara; varios ni siquiera saben bien que significa esta fecha. Algunos sólo son aimaras para cobrar la beca indígena.

Las camionetas ¾ se estacionan, el cielo anuncia la llegada de un nuevo día, las estrellas se despiden, los primeros rayos se asoman, comienza el ritual aimara, la ofrenda al sol.

Arica, la ciudad con la fuerza del sol. Una hermosa ciudad.

21 de junio del 2018. Las tías de los jardines infantiles, los pequeños, los profesores de diferentes colegios, todos tomando locomoción a las 7:30 de la mañana para dirigirse a sus trabajos. Todos vestidos/disfrazados con temática indígena.

El año nuevo aimara se celebra. No suena la Sonora Tommy Rey ni la Sonora Palacios.

Una tradición que emerge cada vez con más fuerza. Un pueblo que se alza con su cultura recobrando sus viejas raíces. Una cultura milenaria sigue viva y muchos de los que fueron al Machaq Mara… aún no llegan a la casa.

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