Opinión: La desutilidad del modelo ante la economía ambiental

01 Diciembre 2014

La Economía Ambiental tuvo sus inicios en la década de los 50, pero solo en los años 70 logro dar el salto cualitativo reconociéndose su importancia como herramienta de análisis y reparación de problemas relacionados con el medio ambiente en los modelos de producción y generación.

Andrés Gillmore >
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Los problemas ambientales que actualmente sufrimos en el país, son el fiel reflejo de un problema de actitud que hemos tenido en las últimas décadas al proyectar el modelo de desarrollo. Los que proyectaron olvidaron el principio básico que debe tener todo modelo que no es otro que la sustentabilidad, desechándose la construcción de una planificación estratégica, que permitiera proyectar procesos productivos de generación energética con formatos que fueran de acuerdo con nuestras ventajas comparativas; se podría decir que durante veinte años tiramos la casa por la ventana y como suele suceder en estos casos, en la actualidad estamos viviendo las consecuencias de ese acto irreflexivo y poco decidor y se trabaja desesperadamente para intentar revertir la situación para crear un patrón de comportamiento compatible con la preservación del medio ambiente y con el buen vivir que necesitan nuestras comunidades.

La economía ambiental es una herramienta eficaz para crear un sendero que permita ver una luz al final del túnel. Esta forma de proyectar la economía se sustenta en los mismos conceptos utilizados por la teoría neoclásica de la economía, analizando la escasez de los bienes y como estos se valoran según sus índices de abundancia, que al transformarse en escasos se consideran bienes económicos pero con una característica muy propia que marca la diferencia ante el formato clásico; la economía ambiental actúa frente al medio ambiente en términos cuantitativos y cualitativos, considerando las externalidades de la producción y como se utilizan los recursos naturales y se relacionan con las comunidades; proceso que nada tiene que ver con la teoría de pagar por contaminar, que más que preservar ha desestimado las regiones creando zonas de sacrificio especialmente en las regiones extremas, que a decir verdad es totalmente anticonstitucional.

En la actualidad la variable ambiental esta fuera de toda perspectiva económica en el modelo de producción de bienes y de generación energética; los procedimientos bajo la tutela de la economía ambiental persiguen la modificación del comportamiento empresarial, con patrones de conducta compatibles con el medio ambiente y con las comunidades que se ven involucradas. Hoy lamentablemente lo que observamos es más que nada una terrible preponderancia de como podemos producir y generar burlando los procedimientos ambientales, aunque en el intertanto contaminemos y destruyamos extensos territorios que deberían ser preservados.

El dióxido de carbono se ha transformado en un variable controversial ante la falta de una perspectiva ambiental al proyectarse la matriz energética, que a pesar de la poca y nada producción industrial y de nuestras ventajas comparativas para desarrollar ERNC, con el pasar de las décadas nos hemos transformado en uno de los países más sucios del planeta por la gran cantidad de CO2 que lanzamos a la atmosfera al sustentar la matriz energética en gas, diésel y carbón.

Cuando se contamina obtenemos lo que se reconoce económicamente como la “desutilidad” que es cuando un bien económico produce daño y insatisfacción, pero igualmente se consume y en eso precisamente hemos transformado el modelo de desarrollo, que es la base sustancial del problema ambiental, social y productivo con el que convivimos en la actualidad, que maximiza los beneficios y sub-dimensiona la contaminación, sin preocupación alguna por la sustentabilidad al producir y generar con una carga tan pesada de CO2, caducando la proyección económica y comercial del país, ante un mercado mundial que con el tiempo ha empezado a castigar fuertemente los productos que posean una gran carga de CO2.

El ambientalismo económico plantea un desarrollo con incentivos para ejercer un control efectivo sobre la contaminación y generar un cambio en el paradigma ambiental de desarrollo y producción, para que los actores entiendan los beneficios comerciales de no contaminar, modificando el comportamiento y con ello maximizando las utilidades.

Los instrumentos económicos bajo la mirada ambientalista destacan por su flexibilidad, eficiencia y su buen costo-efectividad en las medidas de control de la contaminación. Este tipo de instrumentos se desarrollan bajo los designios del mecanismo del mercado y del incentivo económico al no contaminar, promoviendo medios de costo-efectividad para alcanzar niveles aceptables de contaminación; estimulando el desarrollo de tecnologías de control de contaminación en el sector privado; entregándole al Estado ingresos para sustentar programas de control ambiental; eliminando la necesidad de requerimientos de información detallada, para determinar el nivel de control más apropiado y factible para cada empresa o producto, actuando positivamente en el comportamiento de los individuos y sobre todo de las empresas, sin que estas puedan ignorarlos ante la propia auto-regulación del mercado y como son evaluados por los mismos consumidores.

Esto no ocurre cuando aplicamos medidas para bajar los niveles de contaminación de manera directa sobre los agentes económicos y lo más natural es que se creen mercados negros de contaminación. Un ejemplo de esta situación se presenta cuando empresas de países con legislaciones ambientales rígidas como: Suiza, Canadá, EEUU, Italia, desarrollan proyectos de desarrollo en países con legislaciones flexibles (Chile); ante esa flexibilidad son capaces de destruir el medio ambiente con razonamientos y actitudes que no les serian permitidos en sus orígenes y se aprovechan de la falta de legislaciones claras y especificas.

Un bonito ejemplo de una de las facetas de lo que representa la economía ambiental y sus herramientas, la dio el gobierno de Francia al estimular económicamente a sus funcionarios públicos para que fueran en bicicleta a sus trabajos, financiando el uso de la bicicleta; con esa determinación logro menos contaminación ambiental, un transito vehicular más expedito, menos accidentes viales, menos consumo de hidrocarburos, un menor desgaste de las vías y funcionarios más eficientes y felices al cumplir su función.

La Economía Ambiental tuvo sus inicios en la década de los 50, pero solo en los años 70 logro dar el salto cualitativo reconociéndose su importancia como herramienta de análisis y reparación de problemas relacionados con el medio ambiente en los modelos de producción y generación. En la actualidad los permisos mercadeables para el control de la contaminación en los países desarrollados fueron de gran utilidad al regular los problemas de contaminación en países como Alemania, Francia, Inglaterra, Italia y algunos de los asiáticos, formatos tomados como parte integral del modelo de desarrollo por la prevención ambiental que presupone, reduciendo las emisiones y creando conciencia a nivel individual y empresarial de la importancia de no contaminar.

Cuando se analiza el origen de la degradación ambiental, reluce la alta densidad poblacional urbana como punto predominante. Si tuviésemos densidades poblacionales urbanas de acuerdo con los parámetros regulares y contáramos con una planificación realista y consecuente reduciendo la alta concentración poblacional; el medio ambiente tendría la capacidad de bio-degradarse y reciclarse a si mismo; pero la falta de previsión del modelo ante la variable poblacional y las consecuencias negativas al transformar los procesos urbanos en simples negocios.

La diferencia entre la economía ambiental y la economía clásica de los países emergentes, es que esta última se sustenta exclusivamente en la explotación de los recursos naturales, que en Chile podemos certificar los altos grados de descomposición del modelo y como sus resultados son presentados como exitosos y positivos, porque solo son analizados bajo una perspectiva estática y poco realista y un prisma sesgado, sin demostrar el daño ambiental al que han sido sometidas las regiones para sustentar el modelo extractivista y la degradación que significa esa forma de desarrollo para la sustentabilidad de las regiones y del país.

Como dijo el gran filósofo Zygmunt Bauman, el consumismo promete algo que no puede cumplir: la felicidad universal y con la pretensión de resolver el problema de la libertad, reduciéndolo a la libertad del consumidor.