El efecto Chinchorro

Muchos quizás han escuchado hablar del célebre museo de Guggenheim, emplazado en la ciudad de Bilbao, España. Pero probablemente no han escuchado de lo que generó la construcción de la mítica obra en la ciudad. El lugar donde hoy está emplazado, es el corazón de Bilbao, hace diez años, era un lugar de herrumbrosa decadencia, de una  ciudad famosa por su orgullo -entre otras muchas cosas- que estaba conociendo tiempos de decadencia. Llegó el Guggenheim, y sobre todo, llegó el edificio del arquitecto Frank Gehry y el basurero de esa zona se convirtió en emblema de modernidad. En ornamento de una ciudad que pretendía ser otra, quitarse boina, soltarse mitos y mirar hacia un futuro exitoso, y sin complejos.

Bilbao, a diferencia de lo que quizás muchos piensan es una ciudad muy parecida a la nuestra, es una ciudad puerto, con un pasado muy industrializado, exitoso, con aproximadamente 350.000 habitantes, tiene una superficie de 40,65 Km2, era una ciudad que había tenido momentos de glorias, pero que pasaba por momentos de depreciación, situación que cambio absolutamente con la inauguración del Guggenheim, ahora sí analizamos el presente, que el museo - por si solo - recibe visitas por más de un millones de turistas, de los cuales un 69% representan visitantes extranjeros y un 15 % son visitantes españoles venidos de otras ciudades, nos encontramos con el significado real en la actualidad del museo, no solo una arquitectura espectacular, si no, un museo llamativo,  un verdadero epicentro y polo turístico.

El museo Guggenheim fue concebido como tal, pensando que los grandes proyectos urbanos tienen como objetivo impulsar la transformación física y funcional de una ciudad, a partir de operaciones singulares (el museo) de reconversión de espacios degradados u ocupados por actividades obsoletas en áreas generadoras de dinamismo y centralidad. Después de un proceso de transformación en la cual se reinvento el uso de un espacio dominado por la contaminación y el mal olor, en un lugar caracterizado por la brillantez. El Guggenheim no está destinado a ser conocido como una estructura tal, sino como un marco económico y político, impulsador de la actividad económica y socio-cultural de la ciudad, así como también una estructura dinamizadora en el desarrollo futuro de esta. Se ha definido al Guggenheim como un símbolo de la ciudad de Bilbao.

Ahora nosotros como ciudad nos enfrentamos en la actualidad a dos opciones. Dar el anhelado salto al desarrollo, o quedarnos viendo y administrando lo que tenemos hasta ahora. Actualmente el tema fundamental es cómo lo hacemos; Imitar el éxito de desarrollo urbano vivido por Bilbao puede ser una experiencia exitosa, así como es ya reconocido el desarrollo de esta como el “efecto Guggenheim” por qué no vivir nosotros nuestro propio “efecto Chinchorro”.

Entonces como ciudad debemos apuntar a la recuperación física de espacios degradados, ya reconocidos entre nosotros, estas operaciones deben tener una clara orientación estratégica, en la medida que la reurbanización de suelos degradados, se perciba como una oportunidad excepcional para dotar a la ciudad de las condiciones físicas necesarias para acoger nuevos usos y funciones, las cuales terminen ejerciendo la condición de dinamizadoras capaces de relanzar una nueva fase de crecimiento urbano. Ahora, por qué no pensar en el mismo motor dinamizador para la ciudad de Arica, pensando el “Gran museo de la cultura Chinchorro”, donde tenemos algo que particularmente el Guggenheim no tenia, y mucho menos Bilbao, él como “ocuparlo”. La creación de este espacio cualificado de producción y consumo, debe adaptarse a las exigencias de las nuevas demandas locales y globales, considerando decisiva la capacidad de atracción tanto de inversores como de consumidores y asegurar ventajas competitivas para la ciudad y la región. La concepción de aquellos proyectos, se debe desarrollar en la idea de reorganizar la forma de hacer arquitectura pública en Arica y Parinacota, en relación a sus aspectos sociales, económicos, culturales y urbanos,  beneficiando así las condiciones de vida y prosperidad de quienes vivan o residan o trabajan en ciudad.