Todo está conectado: La intervención humana modifica los ciclos de la naturaleza para peor

08 Abril 2021
Poco a poco, las plantas fueron muriendo, la tierra ya no era la misma, hasta olía diferente.
Veronica Grunewald >
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Este domingo 4 de abril se inició la serie” Juntos x la tierra” conducida por el actor y activista ambiental ecuatoriano Roberto Manrique. En este primer capítulo “Todo está conectado” el ambientalista nos muestra cómo la intervención humana modifica los ciclos de la naturaleza al punto de causar daños irreparables a los ecosistemas y sus habitantes. A mi no me cabe duda de que todo está conectado y me viene, inevitablemente a la memoria, la frase de Vandana Shiva  “Lo que hacemos a la tierra, lo hacemos a nosotros mismos”.

Cuando era niña, vivamos en un jardín. Nuestra sencilla casa tenía una parra, un granado, filodendros, muchos tipos de helechos, un maracuyá y una madreselva. En la casa de mi madrina había un árbol de algodón y comprábamos caña de azúcar a la salida de la escuela. Poco a poco, las plantas fueron muriendo, la tierra ya no era la misma, hasta olía diferente. Hoy con mucho esfuerzo logramos sostener una buganvilia, pero ya no queda nada del pequeño paraíso que manteníamos en casa con el agua que juntábamos en un tambor porque no había agua potable todo el día. El agua llegaba a las 6 am y se cortaba a las 10.  Pero éramos felices, en nuestra sencillez, con el agua escasa y medida. Éramos felices.

La Tierra fue creada perfecta, los seres humanos solo debíamos disfrutar de su belleza y perfección. Pero lamentablemente, la codicia y el deseo de dominar la creación, puso ideas funestas en la cabeza de los hombres. Nos afectaron el afán de producir, producir y producir, ganar dinero sin respetar los ciclos naturales ni los efectos a mediano o largo plazo  de sus decisiones. La desaparición del   frondoso jardín de mi casa en la población Chile es una prueba de ello. No podría identificar la causa exacta. No sé si tuvo que ver el depósito de relaves mineros en el alto de Copaquilla que, con las lluvias altiplánicas infiltran la cuenca del rio San José. O tal vez fueron las 21 mil toneladas de polimetales tóxicos de Promel-Boliden esparcidas por el sector con los vientos típicos en las tardes ariqueñas o tal vez fue la lluvia de malathion. Nos rociaron a nosotros, si a nosotros, para que los empresarios frutícolas del centro y sur del país pudieran exportar. Como sea.

Con nuestros jardines se fue también gran parte de la población del picaflor de Arica.  Esta ave, única, desaparece poco a poco junto al valle y sus especies naturales. Muchos agricultores locales utilizan agrotóxicos dañinos para la salud mientras aumentan las hectáreas de cultivos con semillas transgénicas. Arica produce semillas genéticamente modificadas. Ya no hay flores para el picaflor. SI usted quiere evitar que desaparezca definitivamente, cultive especies que produzcan flores pequeñas.

Como dice el ambientalista ecuatoriano, todo está conectado. Este fue  el  primero de  once capítulos. En él tuvimos la oportunidad de ver a conocidos ariqueños, como Jorge Abarca, de la red de observadores de aves, quien expuso  el problema que afecta a  la golondrina que no puede reconocer el territorio por la contaminación lumínica. También participó la gestora ambiental Isabel Zamorano.

Gracias a Roberto Manrique, gracias a quienes lo apoyaron en su misión de remover los corazones y las cabezas de los habitantes de los países en torno al Qhapac Ñan, sin dinero. Todo a cambio de una voluntad común de hacer el bien a la Tierra. Un paraíso. Que nadie diga lo contrario y que los ariqueños no nos acostumbremos a la piedra, al peladero, al desierto. Que no nos acostumbremos a la muerte.