Devoción ante la tumba de Evita a 60 años de su muerte

27 Julio 2012

“No hubo ni habrá otra como ella”, dijo Norma de Bermúdez, de 76 años, que se instaló varias horas ante al tumba de Eva Perón en un cementerio de Buenos Aires, igual que hace 60 años, cuando veló su cuerpo durante tres días

Gloria Delucchi >
authenticated user Corresponsal

El 26 de julio de 1952 “había un mundo de gente que lloraba sin consuelo a medida que desfilaban (por el Parlamento de Buenos Aires). En ese día se agotaron las flores. El centro quedó inundado de crisantemos, rosas y claveles”, dijo Bermúdez, una enfermera ahora jubilada que integró la guardia que se apostó frente al ataúd de Evita, en la mayor movilización popular en la historia de Argentina.

Infaltable en cada aniversario de la muerte de Eva Perón, a Bermúdez de le ilumina el rostro al relatar que conoció a la llamada “jefa espiritual de la Nación” cuando visitó la escuela de enfermería donde estudiaba.

Ella y otros decenas de viejos militantes peronistas veían pasar a grupos de turistas ante la bóveda de la familia Duarte donde está sepultado el cuerpo de Evita, asombrados por la devoción hacia el mayor mito femenino argentino, que inspiró decenas de películas, libros y musicales.

“Conozco mucho sobre la historia de Evita a través de las película. Era una mujer muy fuerte. Vengo todos los años a Buenos Aires y no dejo de visitar su tumba”, dijo la brasileña Joice Queirasos, de 26 años, quien prefiere como figura a la segunda esposa del tres veces presidente argentino Juan Domingo Perón, antes que a la mandataria de su país, Dilma Rousseff.

En la cola formada en el estrecho pasaje hasta llegar al panteón de Evita, los turistas se mezclan con los seguidores argentinos que dejan flores y tocan su foto sonriente que está colocada al frente del panteón, la original usada en la portada de su libro “La razón de mi vida”, lo que parece justificar su otro apelativo, el de “Santa Evita”.

Omar Benítez, de 52 años, muestra con orgullo un ejemplar difícil de hallar de “Mi mensaje”, uno de los últimos escritos de Evita antes de morir de cáncer a los 33 años, en el que reitera su compromiso con los más humildes.

“Hace unos 65 años mi familia que vivía en el campo en Chaco (noreste) quebró. Mi abuela, que tenía 15 hijos, tuvo que vender todo. Envió entonces una carta a la Fundación Evita y al poco tiempo recibió una máquina de coser y algunas herramientas. Meses después llamaron para ver si habían recibido todo”, dijo Benítez, quien vive en una villa humilde cercana al cementerio.

Como los Benítez, cientos de miles de familias pobres argentinas se beneficiaron con el asistencialismo de la Fundación Evita, la plataforma de la gran popularidad de la ex Primera Dama, quien nunca ocupó un cargo público.

Desde su sepultura, Evita parece desafiar a las familias adineradas de Buenos Aires que tienen lujosas bóvedas en el cementerio de La Recoleta, en el barrio homónimo, donde hace seis décadas sus vecinos expresaban su rechazo visceral a “esa mujer”, como la llamaban  despectivamente.

“Descansa en paz”, dice una abuela acompañada por su nieta mientras acaricia la foto de Evita, un deseo que es casi un formalismo ante un muerto, pero en el caso de la segunda esposa de Perón cobra sentido por el increíble derrotero de su cuerpo, que estuvo 16 años secuestrado.

En 1955 los militares que derrocaron a Perón secuestraron el cadáver embalsamado que estaba expuesto en la central obrera SGT y lo llevaron a una oficina de la secretaría de inteligencia, donde fue retirado porque su custodio se jactaba de tener el cuerpo en su oficina, relató el historiador Felipe Pigna.

De allí fue trasladado a la casa del oficial de inteligencia Antonio Arandia, quien obsesionado por el cadáver, una noche disparó creyendo que Evita había resucitado y mató a su esposa embarazada, agregó Pigna.

Los militares, preocupados de que el cuerpo pudiera ser objeto de culto, lo llevaron clandestinamente hasta un cementerio de Milán hasta 1971, cuando deciden devolverlo a Perón por temor a que el cadáver pudiera ser secuestrado por comandos de la guerrilla peronista de izquierda, los Montoneros.

Recién en 1976, dos años después de la muerte de Perón, el cuerpo de Evita fue sepultado en la bóveda de la familia Duarte en el cementerio de La Recoleta, donde el jueves cientos de personas desfilaban para rendirle homenaje.

 

Fuentes: AFP, La Razón, Emol