La Constitución en serio: Estamos cansados de Maquiavelo

16 Febrero 2021

¿Que tu mano derecha no vea lo que hace la otra? Al revés. Si llegas a dar, que se sepa. (Y que se sepa bien). Maquiavelo lo dice textualmente.

Rodrigo Muñoz Ponce >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano


Todos los diputados y senadores, que viven de nosotros, hombres casi todos, con voz impostada hablan de "mayorías", “quórums" y de términos como "capital político", con una intensidad e importancia como si se tratase de la cura del cáncer.

Mucha teoría conspirativa que sólo justifica más y más poder político. ¿Qué es tener poder político? ¿El hecho de que varios hombres del mismo club sigan a uno de ellos? ¿Ese mismo club que sabe darle las tortas a algunos dirigentes vecinales que reciben como un deber a cambio de los votos de sus miembros? ¿Ese mismo club que paga a jóvenes cesantes por ondear banderas y meterse en las poblaciones a prometer frases de utilería que la gente, siempre esperanzada, no se cansa de oír?  Si es ese el “capital o poder político” estamos muy atrasados todavía.

¿Hacer el bien sin mirar a quién? Maquiavelo dice que no. Al revés; Si se decide dar, el politico debe mirar cuidadosamemte a quién.

¿Que tu mano derecha no vea lo que hace la otra? Al revés. Si llegas a dar, que se sepa. (Y que se sepa bien). Maquiavelo lo dice textualmente.

Ser honorable, es una virtud que la persona le pone al cargo y no, como creen los políticos, que el sólo hecho de ostentarlo provoca la magia de generar la honorabilidad. 

Por eso los congresistas piensan que al ser llamados honorables, se les permite hacer lo que quieran, incluso cosas no honorables.

La gran mayoría de la gente aprobó una nueva Constitución para este país. Y la mayoría de la gente votó que NO quería Convención mixta. En otras palabras, NO quería la presencia de partidos políticos inmiscuyéndose en los asuntos importantes para el país.

Los políticos no se han dado cuenta -no quieren darse cuenta- de que la soberanía, por más de los dos tercios que tanto les importa, NO los quiere. Por lo menos no quiere a sus representantes. Y si no los quiere, carecen de representatividad, su razón de ser. Sin ella, entonces, los que ocupan los cargos de congresales son, hoy, simplemente, unos personajes de facto. 
Asisten -cuando asisten- a cobrar sus sueldos y siguen jugando a su circo de descalificaciones y acusaciones mutuas. Como si eso le importara algo a la gente que trabaja, piensa y siente.

Pero lo grave y malicioso de esto es que ellos mismos se arrogaron dudosamente el imponer las reglas del juego para redactar la nueva Constitución. La misma Constitución que la gente decente quiere cambiar por culpa de ellos. La misma que no resistió el estallido social cuyos motivos vienen de su exclusiva responsabilidad. Por eso,  esta nueva Constitución es tan importante. Es demasiado importante como para jugar a darse un gustito -como quieren algunos- y "medirse" para saber cuánto "capital político" tienen, y después pedir algo como moneda de cambio en elecciones futuras. Tan malo como esto, es el honor que algunos hacen al antiguo nombre de vestir togas blancas que los hacía "cándidos", etimología que hoy deriva en “candidatos” y se digan independientes.

No existen, queridos lectores, candidatos "independientes" que sean apoyados por partidos. Esos NO son independientes, pues tienen intereses. Evidentemente. Son sólo un grupo de apostadores que juegan (con mayor candidez algunos, otros con evidente mala fe) el juego de los partidos.

Es necesario saber qué opinan sobre los derechos sociales EN SERIO como yo les llamo, con su real contenido axiológico, con su armazón constitucional coherente y orgánico, como sistema, sin desconocer los engranajes internos que los relaciona con la seguridad pública, la subsidiariedad y el extraño vínculo con las empresas públicas. Deben saber qué decir sobre el Banco Central y la política monetaria, entre tantos otros temas. No sacamos nada con agregar mil derechos a la parte dogmática de la Constitución (la declaración de derechos) si no modificamos también, paralelamente, la parte orgánica, donde se estructura y organiza el poder.

Los constituyentes no pueden ir a "aprender". Deben ir con propuestas claras, que deben ser conversadas, consensuadas, discutidas y defendidas con otras 154 personas y saber aceptar posturas contrarias. Un año es muy corto. Es necesario unir, no dividir. Hay muchas virtudes de gestión –que admiro- y que merecen un cargo para una alcaldía, concejalía o gobernación. Pero para la constituyente se necesitan otras capacidades.

No hablo de profesiones. Pues ni siquiera el sólo hecho de ser abogado basta. Se requiere tener un amplio espectro de experiencia -con victorias y derrotas- en lo publico y lo privado, para saber cómo y de qué manera se representa a todos y velar porque no se escriban sesgadamente las normas. Sensatez y conocimiento lingüístico para que no les metan el dedo en la boca. Tampoco sirve, me parece, sólo saber uno o dos temas como caballitos de batalla, si después no podrán opinar sobre los órganos autónomos.

Hoy abundan los lugares comunes, como la importancia del medio ambiente, la inclusión de los pueblos indígenas en la Carta fundamental o la descentralización, que no muchos venimos reclamando judicial y en diversos medios periodísticos por más de 20 años. Observar aquellos candidatos que no van con listas ni partidos políticos. Es la oportunidad histórica para los verdaderos independientes.