Adiós Luis Leblanc Valenzuela: El alma de Arica está de duelo

21 Agosto 2017

Palabras de Homenaje en la Catedral San Marcos de Arica.

Hermann Mondaca... >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

El Alma de Arica está de duelo, ha fallecido uno de sus hijos notables, nuestro entrañable amigo, Luis Leblanc Valenzuela. 

Me dirijo a ustedes por petición de su señora esposa Loly Moreno con quien compartió 10 años de pololeo y 41 años de matrimonio, y de sus amados hijos Sebastián, Martín y Valentín. 

Los amigos deseamos realizarle, este sincero, sentido y merecido homenaje.

Muchos de ustedes como varios de nosotros conocimos a Lucho en nuestra juventud, como estudiantes, en esos años él como dirigente estudiantil ya destacaba por su capacidad dialogante, por la elocuencia del resonar brillante de sus palabras y sobre todo, por algo que lo caracterizaría toda la vida: la Tolerancia. 

Conversaba ayer con muchos de ustedes cuando llegaron entregarle las condolencias a su familia y se repetía la característica de mencionarlo como “un Caballero, un hombre culto, que los miraba a los ojos con respeto cuando les hablaba”. 

Roxana, secretaría de la Carrera de Trabajo Social de la UTA, me confesaba entre lágrimas: “nunca tuve en mi vida un superior como él, era un hombre muy Humano”. 

Y como humano, fue también un gran defensor de los Derechos Humanos, me confesaba el Dr. Juan Restelli, quien fuera presidente de  la Comisión de Derechos Humanos este relato: “en ese entonces, éramos un grupo pequeño, Luis estuvo en este colectivo desde el año 1983 hasta 1990, ambos fuimos relegados, él fue clave en este movimiento”.

Luis, era también un gran educador, vocación que mantendría en el aula como profesor en INACAP, y posteriormente en la Carrera de Trabajo Social de la Universidad de Tarapacá y en la formación de la Escuela de Trabajo Social de la UTA, que hoy es gran un obra suya, y de la cual se han graduado varias generaciones de trabajadoras y trabajadores sociales, y cientos de estudiantes formados para trabajar por el cambio y la transformación social en Arica y Parinacota. 

Pero también era un educador fuera del aula, en la vida diaria, en la calle. Relata una anécdota el fotógrafo Héctor Mérida, que cuando se realizaba una gran marcha por el NO, previa al plebiscito de octubre de 1988, se generó una tensión de la marcha frente al Regimiento Rancagua, Luis Leblanc, se acercó solo, a la guardia militar, para explicarles que dicha marcha “perseguía la búsqueda de la Democracia, de la Paz, de la Libertad y la Justicia”. 

Luis Leblanc fue un hombre consecuente, de grandes valores cuyas motivaciones esenciales fueron su país y su amada región. 

Todo esto le valió que fuera elegido con un 25% de la votación, con un amplio respaldo ciudadano, como uno de los primeros diputados de Arica cuando se inició la transición a la democracia. Su campaña la centró en educar a la población en el rol del legislador, exento de todo populismo y prebendas. Cuando fue elegido ya vivía en su casa de los bajos de Chinchorro, cuando terminó su gestión seguiría viviendo en su mismo hogar, con el mismo vehículo que poseía antes. Nunca estuvo envuelto en casos reñidos con la ética y la probidad.  Todo aquello aumentó hasta el día de hoy, lo que posee en la memoria ciudadana: su prestigio. Prestigio fundado en sólidos valores éticos y en la búsqueda de acuerdos transversales para el beneficio de Arica y del bien común. 

Luis también era un gran y fraterno anfitrión, desde hace más de 17 años con la complicidad de su amada esposa, transformaba su casa los días sábados, en un gran ágora ciudadana donde tuve el honor de participar. Ha sido el único espacio de encuentro fraterno de personas diversas, de pensamientos distintos, de creencias disímiles, de oficios y profesiones variadas, donde el foco de interés era pensar Chile y Arica, donde comienza Chile. En estas tertulias fraternas Luis y su amada esposa, atendían a todos los comensales. Él se encargaba cada sábado de ir a comprar los alimentos y hacía la comida, para después atendernos a todos. El último que se sentaba a la mesa era Luis. Nunca interrumpía la palabra de quién estaba dando su opinión, generaba el espacio para escuchar. Había una suerte de invitados estables y siempre él invitaba a otros comensales de variadas ideas y opiniones. En esta ágora familiar  vi pasar a líderes de la masonería, sacerdotes católicos y evangélicos, militares, académicos, políticos, intelectuales, artistas, hombres y mujeres de trabajo, que poseían  una idea en común: amar a Arica y amar a Chile y la preocupación por los destinos de nuestra tierra. Nunca observé por diferentes que fueran los pensamientos, una agresión o descalificación en las opiniones de ninguno de los comensales. Primaba la Tolerancia. La búsqueda del bien común. La reflexión transversal, con afán unitario de la diversidad. Mientras se cruzaban las conversaciones, sus hijos y muchos amigos de sus hijos, se sentaban alrededor participando de esta Escuela de Tolerancia. Nunca nadie que participó de esta ágora maravillosa, usó lo que se hablaba, para ocuparlo para fines pequeños. 

Pero Luis sabía lo que se aprende con la sabiduría, que el Universo comienza y termina en la familia, en el hogar. 

Fue un gran hijo, fue un gran esposo y fue un gran padre, ocupado siempre de su amada Loly y de sus amados hijos Sebastián, Martín y Valentín. 

Queridas ariqueñas y ariqueños, me permito afirmar con certeza, que aún cuando Luis Leblanc Valenzuela, era de una generación posterior, formaba parte de la estirpe de los grandes líderes que recordará siempre nuestra tierra, de la talla de Santiago Arata, Humberto Palza, Luis Valente Rossi,  Bernardino Guerra y Vicente Atencio, aquellos que siempre pusieron en primer lugar a Arica, por sobre sus partidos o movimientos. Y nunca, en sus intereses personales. 

Por eso afirmaba al inicio, que el Alma de Arica está de duelo. 

Luis Leblanc Valenzuela, pertenece a esa generación de los Grandes y Notables ariqueños. 

Luis Leblanc era un hombre cristiano, y como tal sabía que la muerte es una nueva forma de bautismo. 

Finalmente, permítanme contarles que en el año 1974 falleció mi papabuelo Alfredo Raiteri Cortez, por las condiciones en que se encontraba el país, no puede asistir a sus funerales, encontré sin embargo, en la prensa de la época este pequeño poema que le recitaron sus Hermanos en sus funerales y que leo, de manera vinculante, con nuestro entrañable amigo, Luis Leblanc en este humilde y sincero homenaje: 

“Como quisiera hablarles de mi muerte…

Y el día que empiece a morir

vendré a pedirles silencio,

el día que empiece a morir. 

Nada es mejor que el mutismo ante los grandes dolores.

Nada reemplaza al silencio ante la emoción suprema.

Tendré que hablarles de la pena de vivir,

si se ha vivido en vano.

Y de la alegría de morir

si me he quedado entre vosotros" 

Queridas ariqueñas y ariqueños, Luis Leblanc Valenzuela, se ha quedado para siempre entre nosotros.