Amor y celibato en tiempos de pandemia

29 Enero 2021

Algunos tenían sus patas negras, otros optaron por reemplazar de la mejor forma a quien se entendía “no precisaban” y, finalmente, la mayoría hizo control mental y listo.  

Ada Angélica Rivas >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Junto a un grupo de amigos (se entiende que incluyo amigas), se originó una cofradía en forma natural. Éramos todos libres como aves majestuosas y sin posibilidad de cautiverio, estábamos felices de proclamar nuestra soltería y el vivir sin ataduras ni control.  

Cada vez que nos juntábamos, comentábamos sobre lo mal que lo pasan muchas parejas, con desgastes estúpidos, mientras nos íbamos convirtiendo en seres andrógenos, bebíamos sin culpa, íbamos donde queríamos y nadie nos andaba marcando el territorio. 

Algunos tenían sus patas negras, otros optaron por reemplazar de la mejor forma a quien se entendía “no precisaban” y, finalmente, la mayoría hizo control mental y listo.  

La pandemia era el mejor escenario para seguir en la tribu, proclamando nuestra libertad, el vivir sin apego e imaginar que no demandábamos a otro para ser felices, porque este sentimiento estaba en nuestro propio ser. No era tema tener pareja, no nos interesaba, nos quitaba tiempo y el celibato fue una buena opción. 

Pero igual aparecieron historias de amor y desamor en pandemia. En las redes sociales un personaje hizo match con una de nuestras integrantes que estaba en cartelera, siendo una pésima experiencia, ya que quedó con sabor a podrido. Una lata fue darle posibilidades y resultar con saldo en contra. Ella ahora dice que “los pasteles sobran en este planeta”. 

Otra partner se enamoró patológicamente de un ciudadano que hace meses no le dice ni hola, ya que después de ser pareja terminaron en una situación desastrosa. Ella quedó enganchada, mientras él aún se hace el rogar y es cero aporte en una posible reconciliación. Ahí estamos el resto apoyando para que procese y olvide, el duelo ha sido demasiado extenso. 

Por los inbox de las redes sociales aparecieron muchos candidatos que no buscábamos, ofreciendo masajes tailandeses a los pies, cenas provenzales, fiestas privadas, almuerzos de reyes, e, incluso, amor del bueno. Todo esto se entiende que es como una máscara desde donde implorar compañía, para que la soledad no sea tan patente y darle el gusto al cuerpo en sus instintos básicos. Los hombres lo disfrazan de galanterías, en el fondo es “Al pan, pan, y al vino, vino”.  

A un amigo las ofertas de desnudez virtual y algo más lo tienen chato. A cada rato aparece la ciudadana a decirle: “¿Desea un servicio bebé?”, y él, que quiere saber que hay más allá antes de hacer el depósito, le pide un avance y ella se niega, en ese juego llevan meses. 

Pero lo que menos podía imaginar en esta pandemia es que llegara de verdad el amor, considerando la distancia social, la imposibilidad de asistir a alguna fiesta o actividad que convoque multitudes. Pero así fue. Por el medio menos imaginado, apareció un hombre en el inbox del Linkedin de una amiga, con el que tenía una historia pendiente de intelecto y emoción. Dieron el paso, se convirtieron en pareja, se profesaron amor y han hecho realidad el Carpe Diem. Adiós celibato, adiós cofradía de las almas libres y felices, y bienvenida una sonrisa de oreja a oreja. 

Yo continúo en las clases de Fit Folk con el instructor Josimar, a morir, tratando de encontrar la cintura que perdí hace años; controlo mentalmente mi vida, disfruto la armonía que canalizo con palo santo, me preocupo de mi entorno más desprotegido, pienso que también dije que quería caminar sola, acompañada de una mochila y un pasaje para el próximo viaje. Pero “por la boca muere el pez”.